CRECE INCERTIDUMBRE EN PRENSA NORTEAMERICANA POR AMENAZA DEL "FACTOR CERO"

Si se cumple la profecía india, Bush morirá antes de fin de año

En la historia de los Estados Unidos, «Thames» equivale al término «Salsipuedes» en nuestro país: la última batalla de sus indios, traicionados y arrasados por un general, que fue Presidente.

Aunque hay diferencias de fondo entre ambas matanzas, la ambición, la lucha, la persecución, y el fin de los últimos guerreros, tienen mucho en común. Sin embargo la historia recoge la maldición del último cacique combatiente, contra su vencedor y contra los siguientes presidentes de Estados Unidos, que se ha cumplido, casi, a rajatabla. La maldición, que adelantó una muerte violenta para todos los presidentes electos en año terminado en cero, ha tenido una precisión matemática… con excepción del Presidente Reagan, que al borde estuvo de incluirle. Ahora los ojos de millones de indígenas norteamericanos miran a George W. Bush quien, de cumplirse la mortal admonición, tiene sus días contados. No más allá de 2004.

Maldita «casualidad»

Tecumseh, era cacique de los indios «shawnees», en el centro y norte de lo que ya durante su liderazgo se llamaba Estados Unidos. Su padre había luchado contra el invasor blanco, pero los ingleses primero y los estadounidenses después lo arrinconaron cada día más contra la frontera canadiense. Los tratados de paz, violados uno tras otro, habían constreñido las tierras indias, y los shawnees, como sus vecinos los cherokees y los creeks, apenas sobrevivían. Tecumseh, nacido en la segunda mitad del siglo XVIII, accedió a la jefatura de su tribu muy joven. Junto a su hermano, el brujo Tenskwatawa, buscó aliar a todas las tribus contra el enemigo común. Su lucha, en la zona de los Grandes Lagos y el valle del río Ohio, frenó la expansión de colonos a límites intolerables para el gobierno.

En 1811 (casi por la fecha en que Artigas combatía en Las Piedras), Tecumseh deja a su hermano al mando de la coalición indígena y viaja al sur, buscando más tribus para su alianza. Su puesto de mando es atacado por las tropas, que arrasan la población indígena, acabando con el sueño de la alianza. La victoria es del general William Henry Harrison, que persigue a Tecumseh hasta Canadá, donde lo mata junto sus últimos guerreros. Fue la última derrota de la resistencia india organizada. La victoria será el eje de la campaña que colocará a Harrison en la presidencia de Estados Unidos.

La leyenda cuenta, y la historia jamás lo desmintió, que en sus últimas palabras Tecumseh maldijo de muerte al enemigo de allí en más. «Todo aquel que dirija a los asesinos blancos, a partir del comienzo de aquello por lo que nos matan, igual que nosotros morirá, en cada generación», habría sido, la admonición fatal.

Interpretado, «quien dirija a los asesino blancos», como el presidente de Estados Unidos. «…a partir del comienzo de aquello por lo que nos matan», como valores monetarios, que comienzan en el cero. «…en cada generación», como un período de veinte años, la realidad es pasmosa. Así lo interpretó y avaló cuando menos el hermano «brujo» del cacique, Tenskwatawa, en 1836, al tiempo de asegurar que la maldición de muerte se cumpliría.

El general W. H. Harrison, electo en 1840, fue el primer presidente norteamericano muerto en funciones y de manera fulminante. Todos los presidentes sucesivos, electos en un año terminado en cero, y con cronométrica regularidad de veinte años, murieron sorpresivamente en funciones, la mayoría, asesinados. La única excepción fue Ronald Reagan, electo en 1980, pero que sobrevivió a un atentado el 30 de marzo de 1981. A partir de allí, hay quien afirma que la maldición concluyó. Otros aseguran que habrá que esperar a fin de año para saber si ello es cierto. George W. Bush fue elegido en 2000, veinte años después que Reagan.

Una saga increíble

William Henry Harrison utilizó como eslogan de campaña, el fin de la insurgencia india en su país. Ganó en 1840. Asumió como noveno presidente en Washington, con un discurso de dos horas y media, bajo la nevada invernal. Enfermó de pulmonía y falleció un mes más tarde.

En 1860, los norteamericanos eligieron a Abraham Lincoln. Al borde del fin de su mandato, John Wilkes Booth le disparó en la cabeza con una pistola calibre 44, en el capitalino Teatro Ford. Falleció el día después y fue el segundo presidente muerto en funciones.

Veinte años después de elegir el vigésimo presidente norteamericano: James Garfield asumió el 4 de marzo de 1881. Cuatro meses después, mientras aguardaba en una sala de una estación de trenes en Washington, un abogado le disparó por la espalda con un revólver calibre 44. El presidente muere en setiembre de ese año.

En 1900, el presidente William McKinley es reelecto. Un año después al concluir un discurso, en la Conferencia Panamericana, en Búfalo, es asesinado de dos tiros por un ex obrero. Falleció una semana después. Veinte años después, Warren G. Harding se convierte en el vigésimonoveno presidente de Estados Unidos. Al mediar su mandato, durante un viaje por Alaska, Harding se enfermó con comida envenenada, falleciendo dos meses después. En 1940, el demócrata Franklin D, Roosevelt, es reelecto para un tercer período de gobierno. Mientras le pintaban un retrato sufrió una hemorragia cerebral, muriendo ocho días después. 1960. Los demócratas acceden a la presidencia, con un hombre que será ícono: John Fitzgerald Kennedy. El destino del trigésimo presidente es conocido por todo el mundo.

Ronald Reagan, el 40º presidente norteamericano, es elegido en 1980. El 30 de marzo de 1981, al salir del Hotel Hilton en Washington, un enfermo mental le dispara seis veces con un revólver calibre 22. Una bala quedó a dos centímetros y medio del corazón… pero Reagan se salvó. «Esto terminó con la maldición», afirma John Orman, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Fairfield. Los descendientes de los shawnee, actualmente recluidos en una reserva en el estado de Oklahoma, afirman que una maldición india jamás caduca. *

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