La llamada de San Baltasar reafirma nuestras raíces

En una ciudad sin reyes, el candombe es soberano

El ritual de San Baltasar todavía se encontraba en su apogeo. En esta llamada no había estandartes, ni clase alguna de parafernalia, eran sólo los tambores; los tambores de Ansina y Palermo y la gente.

Minutos antes había finalizado la llamada de los tambores del «Yacumenza», en el cruce de Isla de Flores y Martínez Trueba, a pura lonja y madera. Ruben Rada apoyaba su tambor en el suelo y se enjugaba el sudor del rostro. Mucho antes, a la tarde, ya se había realizado otro desfile por Isla de Flores y Carlos Gardel. Y más tarde aún tuvimos oportunidad de ver a las lonjas de Belgrano, atravesando la penumbra de la calle República del Salvador al llegar a Maipú, y así en el Cerrito, en el Buceo, la cadencia de nuestro candombe reafirmando una liturgia tan ancestral como el sonido del tambor.

Alguna vez, refiriéndose a estas llamadas no «oficiales», alguien ha dicho que son llamadas improvisadas. No son improvisadas ni espontáneas; son tan predecibles y populares como tradicionales, más allá de que se intenten realizar convocatorias previas u organizar un desfile puntual en esa fecha.

En la conformación cultural del Uruguay y en particular de la ciudad de Montevideo, el aporte de los africanos pertenecientes a distintos grupos étnicos y culturales que llegaron como esclavos durante la colonia, constituye sin lugar a dudas una marca que nos identifica. El rey mago negro Baltasar hace parte de esa identidad.

 

Negro, rey y santo

En la Catedral de Colonia, en Alemania, hay un calendario de santos que incluye el siguiente obituario: «Habiendo pasado muchas pruebas y vicisitudes para el Evangelio, los tres Magos se reunieron en Sewa en el 54 DC, para celebrar la fiesta de la Navidad. Inmediatamente después de la celebración de la Misa, murieron: San Melchor el 1 de enero, a la edad de 116 años: San Baltasar el 6 de enero, a la edad de 112 años y San Gaspar el 11 de enero a la edad de 109 años». Muchos estudiosos opinan que los Tres Santos Reyes no son santos por separado, y por lo tanto no podemos llamarlos San Melchor o San Baltasar; ya que la santidad viene sólo en su conjunto.

Pero con razón o sin ella, de alguna manera, el ingenio popular latinoamericano «canonizó» también a los Reyes Magos. El Día de la Epifanía se celebra en varios países hispanos con gran fervor. Uruguay celebra este Día de Reyes con un fervor y una pasión algo diferente a las de otros pueblos latinoamericanos. El Evangelio de San Mateo (2, 1-12) relata la historia de los magos. En aquella época, los persas los llamaban sacerdotes. Posteriormente, la tradición los llamó reyes del Oriente y les dieron nombre: Melchor, un anciano blanco con barbas que trae oro, representando de Cristo su realeza; Gaspar, joven de piel morena que trae incienso, representando su divinidad; y Baltasar, de raza negra, que trae mirra, representando su humanidad, sufrimiento y muerte.

Cuando nos referimos a la religiosidad de los afromontevideanos hay que hacer hincapié tanto en los cultos católicos  San Baltasar o San Benito de Palermo , como en otras prácticas religiosas de carácter sincrético, de las cuales la documentación existente hasta ahora permite afirmar su existencia, aunque no precisarla.

 

Los candombes de reyes

El término «candombe» designó distintas manifestaciones a través del tiempo. Durante el siglo XIX este término era utilizado con dos significados diferentes pero relacionados entre sí.

Por un lado se llamaban candombes los locales de reunión en que se agrupaban los africanos según su lugar de origen, de acuerdo a las distintas naciones. Estas salas de candombe estaban organizadas a la manera de un régimen monárquico europeo con las respectivas autoridades: reyes, reinas, príncipes, duques, etc. Por otro lado, eran designados con este término algunas músicas y bailes que se ejecutaban en estas reuniones. El 6 de enero de cada año las naciones africanas festejaban el «Día de Reyes» en honor al supuesto rey mago negro «San Baltasar», constituyéndose  de acuerdo a la información histórica que poseemos , en una arraigada festividad de hondo sentido ritual.

Luciendo los trajes más vistosos que podían conseguir y al son de tamboriles u otros instrumentos, como ser marimbas, palillos, quisanches, zambombas, cajas, mazacallas, o tacuaras, realizaban procesiones hasta la iglesia, visitaban a las autoridades nacionales y extranjeras y finalmente festejaban dentro de las mencionadas salas de candombe.

El vínculo de este ritual o su «desembarco» en el Carnaval ya es otra historia, pero momentos hubo, en las primeras décadas del siglo pasado, en los que a las llamadas del 6 de enero parecían llegarle su extinción definitiva.

En plena dictadura, en 1976, nosotros fuimos testigos de una llamada de San Baltasar con escasos diez tambores y algunos danzantes ocasionales.

También es cierto que en los últimos años, este ritual se ha revitalizado y ha ganado por consiguiente mayor difusión.

 

En su canción «Candombe del 6 de enero», Yabor nos dice:

«Es por todos sabido que el 6 de enero es el día de los Reyes Magos y, en honor de uno de ellos, el más negro, se proclama una fiesta en el barrio.
Es por todos sabido que es el más negro el rey de los santos candomberos.

-San Baltasar es un santo muy alegre- dice la mama Inés y mueve los pies».

 

Algo más de historia

Parece ser que le corresponde al Cordón la gloria de haber tenido la última reina negra de candombes: Misia Marica, quien vivió en el siglo pasado y a quien nadie daba el título de reina, ya caído en desuso.

Lo fue, sin embargo, y en casa de Misia Mariquita se hicieron las últimas fiestas candomberas al Santo Patrono de la raza, San Baltasar. Historiadores e investigadores, como el musicólogo Gustavo Goldman han profundizado mucho en los últimos años, sobre este tema, acercándonos así al rito mismo de la Devoción de San Baltasar, a las Naciones, Salas y autoridades, las primeras referencias a la fiesta, la fiesta en sí  »Â¡Viva San Baltasar!» , y a la transformación de la fiesta hasta hoy.

Este rasgo de expresión cultural por medio de la danza -y su complejo entramado con la música- ha estado presente tanto en actividades religiosas como profanas y se puede establecer una línea de continuidad al respecto desde los primeros documentos de mediados del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX.

Como ya se ha dicho, los africanos primero, y luego los afro descendientes, fueron partícipes de distintos tipos de organizaciones sociales desde los tiempos coloniales. En primer lugar aparecen las cofradías religiosas, de las cuales se ha ubicado documentación de dos de ellas: la «Cofradía del Rey San Baltasar» y la «Archicofradía de San Benito de Palermo», fueron herramientas evangelizadoras y de control social que se fundaron en el último cuarto del siglo XVIII y perduraron, al menos la de San Benito de Palermo, hasta fines del siglo XIX, como lo ha atestiguado Goldman.

Por otra parte las «salas de nación», agruparon a los africanos según su supuesto lugar de procedencia, durante, al menos, casi todo el siglo XIX. Algunos nombres de estas naciones fueron: «Congo», «Mandinga», «Mozambique», «Banguela», «Mina», «Congo de Angunga», entre otras. Estas naciones que tuvieron sus «salas» de reunión y sus autoridades, fijaron entre sus objetivos la defensa de los intereses de la comunidad, circunscriptas en principio a los africanos residentes en Montevideo.

Hacia fines de la década de 1860 surgen las llamadas «sociedades» o «clubes» de negros, en un momento en el cual se daba la fundación de innumerables clubes o sociedades en el Montevideo de aquellos años. Al respecto, es muy ilustrativo un artÃ
­culo aparecido en el diario «La Tribuna» del miércoles 17 de marzo de 1869:

«Llueven los clubs – El furor clubista sigue haciendo víctimas numerosas.

Todas las clases de la sociedad se reúnen en toda especie de asociaciones.

Desde los encopetados y estirados «mitológicos» hasta los pobres y graciosos negros orientales, y todo el mundo se apresura a ponerse bajo la coyunda clubista, como manifestando su heroico e inmenso deseo de ensartarse aunque sea pantalón con pantalón.»

Lo de «pobres y graciosos negros», dejando de lado el evidente prejuicio, se refería seguramente a la participación en el recientemente finalizado carnaval, de la sociedad «Pobres Negros Orientales». A esta participación hace referencia una crónica del mismo diario aparecida exactamente un mes antes:

«Señor cronista. Esperamos tenga la amabilidad en las columnas de su apreciable crónica: El domingo 14 a las 9 y 1/2 de la mañana pasó la comparsa Pobres Negros Orientales a la fotografía del amable señor don Martín Martínez donde éste nos retrató en grupo, y después cantamos las canciones que tenemos.»

 

Candombe soberano

 

«Listos corazones van con el candombe

y con este ritmo a profesar

los rojos colores, con festón dorado

le gustan al rey San Baltazar.

La comuna convoca y lo venera

por la estrella Lucero, que el cielo espera,

San Baltazar se hamaca sobre las andas

de un mar de promesantes que canta y baila».

 

Resulta muy interesante observar que también en Paraguay, los tamboriles y las frenéticas danzas en honor al Rey Negro San Baltasar se constituyen en todo un acontecimiento cultural, recorriendo las calles de las comunidades negras desde las 21:00, o en la tradicional Fiesta Kamba en el club 6 de Enero, de Loma Campamento. Pero volvamos a Montevideo, al viernes 6 de enero de 2006, a las calles de los barrios Sur y Palermo, a la fantasmal Ansina, a la llamada natural, tradicional, metida hasta los tuétanos en el corazón de la ciudad, una ciudad que respira candombe más allá de los cuarenta días de carnaval; una ciudad en la cual una veintena de cuerdas de tambores surcan las calles de todos los barrios, de un confín a otro de su urbana geografía a lo largo del año, una ciudad sin reyes palpables hoy, sin cortes ni realeza, pero en la cual indefectiblemente  y sin dudas más aun en la noche de San Baltasar , el candombe es soberano. La saga de los Tres Santos Reyes, la llegada de este rey mago negro a nuestras costas, y todo el ritual del 6 de enero, como el candombe mismo, es una historia llena de magia, poesía e identidad.

Esperemos que esta revitalización y esta mayor difusión de las llamadas de San Baltasar no despierten el «interés» de algún cráneo de la planificación para «oficializarlas» y convertirlas en un nuevo «producto cultural de exportación». La voz de Yabor, resuena en nuestros oídos:

 

«Conversa el ronco bombo, mientras avanza

repican tamboriles y las comparsas

y esta criolla de negros y blanqueados

cuando cambian de toque, cambian de estado.

Listos corazones…» *

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