La historia de la redonda uruguaya es patrimonio universal

Uruguay necesita un fútbol saneado

El pasado histórico del fútbol uruguayo no solo nos pertenece a nosotros. Le pertenece también al resto del mundo futbolero, a todas las naciones donde se mueve una pelota de cuero.

La historia de la redonda uruguaya es patrimonio universal. Porque la historia de ese deporte nació con la historia de Uruguay.

Queda más evidente hoy con la ausencia celeste en este mundial de Alemania 2006. Es una ausencia que entristece al deporte. Es un silencio a gritos desgarrados que Uruguay no esté en la contienda. El único ex campeón que faltó a la cita. Le robamos a los alemanes un slogan promocional único. Le robamos al mundo un recuerdo.

El diario «The Independent» de Inglaterra publicó un artículo a doble página la semana pasada sobre la final del 30 en Montevideo, con lujo de detalles. Hasta hablaron del «Manco» Castro, de la rivalidad rioplatense y del Estadio Centenario. La BBC anteayer transmitió un programa de análisis histórico donde aparecían entrevistados los húngaros del 54, los que todavía están vivos y que se siguen quejando de haber perdido la final contra Alemania porque pensaron que al ganarle a Uruguay en la semifinal, ya eran campeones.

«Dimos todo contra Uruguay y quedamos desgastados. Cuando nos tocó Alemania pensamos que iba ser una formalidad, porque ya le habíamos ganado al campeón del mundo», se lamentaba ante cámaras y con ojos llorosos uno de los protagonistas de la histórica aplanadora húngara que tenía a Fernec Puskas entre sus filas.

Los dirigentes del fútbol uruguayo pensaron que la gallina les iba a empollar siempre huevos de oro en sus propios bolsillos sin hacer nada. Que los empollen nomás. Porque al pueblo le importa un bledo donde la gallina tiene sus huevos. Pero sí le importa que, desplumada o plumífera, esa gallina traiga las copas que alguna vez en nuestra historia tuvimos la costumbre de acariciar y besar.

Demás está decirlo, porque lo hemos dicho una y mil veces: Colombes, Amsterdam, Montevideo, Maracana. Pero también está el recuerdo de Suiza en 1954, Londres en 1966 y México en 1970. Allí también estuvieron gallardos nuestros retadores en busca de la gloria.

El arraigo que esas ciudades tienen en la memoria colectiva popular no parecen resonar en las cabezas de nuestros dirigentes. Ellos todavía piensan que el fútbol les pertenece. Una caída a la realidad: las ganancias si les pertenecen. El fútbol, no. El fútbol es y será siempre del pueblo. Es él, el que le da vida todos los fines de semana. Dirigir el fútbol no es un problema del pueblo ni del Estado. Es un problema del futbolista de corbata, de su visión y sus ganas. Salvo que el tufillo sea demasiado potente y que existan ilegalidades penables por la Justicia.

Hoy se habla de malversación de fondos. Mañana, de contratos secretos. Pasado mañana, de cabezazos y guiñadas como si con quien se puede bailar lo decide el macho de turno en la pista. Al pueblo lo pueden hacer bailar porque al pueblo le gusta el baile. Hasta que se cansa. Cuando se cansa, a veces no queda nada en pie.

Corrupción hay en todas partes del mundo. No vamos a ser ingenuos. Por su naturaleza, la corrupción es muy difícil de probar. Pero el olor no se tapa con nada. Ese tufo llena la nariz hasta que la hace explotar.

Es por esta razón, y sólo por ella, que las autoridades europeas, que muchas veces también tienen la mano en la lata o la cuchara en la sopa, entienden que cuando hay tufillo a corrupción algo se tiene que hacer, sin pérdida de tiempo. No se puede de tapar al muerto con diarios. Las moscas lo van a delatar.

Lo que no nos damos cuenta es que la mera duda de que el fútbol uruguayo es insalubre debe ser atacada por el fútbol mismo. Este deporte, por su importancia fundamental en el arraigo popular, debería salirle al paso a cualquier calumnia o rumor adverso. No es cuestión de quedarse callado sin hacer olas. A ver si pasa la hojarasca.

¿Cómo se limpia una mancha de vergüenza? Se busca algún intachable, algún incorruptible para que, con la libertad total necesaria, descubra qué hay realmente atrás de las bambalinas. Son los únicos que pueden limpiar lo que no se ve, con su propia presencia.

Capaz que no hay nada, capaz que es solo un rumor. Capaz que el fútbol nuestro es malo simplemente porque somos todos pataduras. Pataduras con cuentas bancarias.

Uruguay precisa un fútbol saneado y de suceso. No basta con clasificarnos para ir a un mundial y hacer pésimo papel en la primera ronda. Si Uruguay va a ir, es para pisar fuerte y buscar la copa. Reclamar lo que nos pertenece. Porque nada más nos sirve. Porque nada más puede mantener quietos a los fantasmas del pasado, esos que nos respiran en la nuca las noches de luna llena. Obdulio, Roque Gastón, Pedro Virgilio, Lito, Alcides. Es porque sienten vergüenza.

Hoy se habla del Uruguay Productivo. No hay nada más productivo para el país que salir campeón mundiales. Venderemos más carne, más vino, más turismo. Hasta el mundo podría, de repente, entrar en la moda de chupar de esa bombilla adentro de una calabaza. Porque así se hace en Uruguay. O hasta cuando llueve en Londres, todo el mundo empiece a hacer tortas fritas. Porque es lo que se hace en Uruguay.

Angola, Australia, Trinidad & Tobago, Costa Rica, Paraguay. Ellos sí pueden sentir el privilegio de estar en el mundial porque no tienen nuestra historia. Uruguay tiene otra responsabilidad. La responsabilidad de divertir al resto del mundo con nuestras moñas, nuestros pases, nuestros goles, nuestros recuerdos.

Levántate, Uruguay. Y abraza tu destino heroico. El mundo espera. *

(*) Corresponsal en Londres

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