La globalización como fenómeno real y su ideología

En la actualidad las relaciones internacionales están definidas por el fenómeno de la globalización, que sin duda tiene enorme trascendencia en la evolución interna de los países de la región. De aquí surgen dos conceptos que interesa recalcar. Por un lado, no debe confundirse el fenómeno de la globalización con la ideología de la globalización. Por otro, los resultados de la globalización son absolutamente insatisfactorios para el mundo subdesarrollado e incluso hay riesgos sistémicos en los mercados financieros internacionales, lo que lleva a la necesidad de gobernar la globalización.

La globalización es un fenómeno que tiene consecuencias inevitables para todos los países del mundo. Nadie puede marginarse ni tener autonomía con respecto a ella. Las nuevas formas de la globalización pasan por los niveles tecnológicos, de las comunicaciones y financieros. Hay una impresionante velocidad de innovación tecnológica que penetra permanentemente en la producción de bienes y servicios. Para los países subdesarrollados es muy importante no quedar ajenos a este fenómeno ni tener una actitud pasiva. Es imprescindible que el Estado aporte la infraestructura científica y tecnológica necesaria para la elección de tecnologías, para su adaptación y para crear la capacidad propia de generar nuevas tecnologías.

En materia de comunicaciones, la globalización es un hecho en la medida en que en cualquier parte del mundo se pueden tener imágenes instantáneas de acontecimientos que ocurren en cualquier otra parte. La importancia del fenómeno le otorga un enorme poder a quienes manejan los medios de comunicación, especialmente las distintas formas de televisión, ya que les permite influir sobre el sistema de ideas, sobre los valores y las motivaciones de la sociedad, sobre la imagen de figuras públicas o características de determinados gobiernos. Gobernar la globalización de las comunicaciones implica la intervención del Estado para asegurar una competencia real, así como la igualdad de oportunidades, tanto en el plano internacional como nacional, a los puntos de vista de los distintos sectores de la sociedad.

La globalización financiera es el tercer elemento novedoso de fines del siglo XX. Facilitada por la revolución tecnológica en el campo de la informática y los posteriores procesos de liberalización financiera, tiene una ponderación extraordinaria en la evolución de la economía internacional. Ningún país puede mantener tasas de interés por debajo de las vigentes en el mercado financiero internacional sin sufrir consecuencias indeseadas sobre el movimiento de capitales y su política cambiaria. En la actualidad las transacciones financieras diarias alcanzan a la exorbitante cifra de 1,2 billones de dólares, de los cuales el 90% son operaciones con plazos de una semana. Esto marca el carácter especulativo de los movimientos de capitales, lo que genera riesgos sistémicos del mercado financiero internacional que pueden afectar a cualquier país y a cualquier moneda. Sin embargo, el peso de Estados Unidos es muy importante en la globalización financiera. Es el mayor receptor de capitales del mundo desde 1980 y tiene capacidad de encuadrar las políticas económicas de las demás potencias por la influencia que ejercen las políticas monetarias y cambiarias de la Reserva Federal. Los títulos emitidos por el gobierno estadounidense le dan seguridad al sistema y son proporciones importantes del total de los activos financieros de las grandes potencias, inclusive de China. El dólar cumple funciones centrales de seguridad y arbitraje en el campo internacional pese a sus recientes desvalorizaciones.

Hubo diversas propuestas para regular la globalización financiera y controlar los movimientos de capital, en especial los de muy corto plazo. Pero esto tiene mucho que ver con las relaciones de poder en el campo internacional y con quiénes son los principales beneficiarios, como es el caso de Estados Unidos.

Gobernar la globalización dependerá de la actitud de Estados Unidos y de la relación de fuerzas en el campo internacional. Para América Latina sería de vital importancia participar en el proceso de decisiones sobre estos temas que tanto repercuten en su funcionamiento. Pero, además, importa no tener una actitud pasiva sino regular internamente aquellos aspectos donde sea factible aprovechar los elementos positivos de la globalización y erradicar los que se consideran negativos para la región.

 

La globalización como ideología

En el marco de una agresiva penetración ideológica, especialmente en América Latina, se usa la globalización para justificar acciones derivadas de las relaciones de poder, tanto en el plano internacional como en el plano nacional de cada uno de los países. Con la caída de la URSS se acentuó el intento de sostener la existencia de un pensamiento único basado en el neoliberalismo. Sirvan a vía de ejemplo medidas propias de esta concepción:

La apertura comercial no es un fenómeno inevitable de la globalización sino el fruto de los intereses dominantes de los países desarrollados, especialmente de Estados Unidos, para colocar sus productos y resolver su déficit de balanza comercial. Si bien hay una tendencia a la apertura económica, tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos y en el Sudeste asiático se mantienen protecciones y subsidios a los productos agrícolas y mecanismos paraarancelarios en el resto de las actividades productivas. Estas medidas, que afectaron a la región latinoamericana, muestran que la apertura comercial no es inevitable. Subsisten los grandes bloques económicos y las intervenciones estatales derivadas de las distintas relaciones de poder. Esto no significa desconocer la necesidad de mejorar los niveles de competitividad de los países de la región ­dada la velocidad de la revolución tecnológica en los últimos tiempos­ y la prioridad que debe otorgarse al mundo del conocimiento.

Las privatizaciones tampoco son consecuencia inevitable de un fenómeno de globalización. Derivan de una fuerte corriente ideológica que facilita el aprovechamiento por parte de las grandes empresas trasnacionales de los elevados excedentes financieros internacionales. En la búsqueda de una mejor rentabilidad, penetran en mercados, como el de los servicios públicos de América Latina.

El debilitamiento del Estado en sus distintas funciones tampoco es consecuencia de la globalización, como lo muestra su mantenimiento y fuerza en el Sudeste asiático, en Europa occidental y el propio intervencionismo de las políticas de la Reserva Federal en Estados Unidos. En América Latina es el fruto de la ideología dominante en determinados períodos y de la relación de fuerzas entre quienes pretenden darle mayor protagonismo al mercado y al sector privado y quienes buscan mantener cierta dirección económica y ciertas bases del Estado de bienestar para atender objetivos de equidad, de igualdad y de justicia social.

Esta ideología de la globalización, que en el campo económico es conocida como neoliberalismo ­y que tuvo y, en cierta medida, sigue gozando de gran aceptación en América Latina­ tiene una fuerza extraordinaria. Coincide con la ideología del poder financiero internacional que hoy tiene cierto predominio; se trasmite mediante los medios de comunicación, especialmente la televisión y las poderosas agencias de noticias internacionales; se efectiviza en las condiciones exigidas en los préstamos de los organismos financieros internacionales, de una enorme influencia en América Latina y mucho menor predicamento en el resto del mundo; y es apoyada por las tecnocracias de muchos de los gobiernos de los países de la región, sobre todo por los presidentes de los bancos centrales y algunos ministros de Economía, Finanzas o Hacienda que funcionan como verdaderos superministros.

Esta ideología ha penetrado con empuje en la región pero sus propuestas no pudieron resolver ­e incluso agudizaron­ los problemas sociales como la pobreza, la margina
lidad, las desigualdades y la violencia en las zonas urbanas, que afectan la calidad de vida de las grandes mayorías de la población. Su fracaso facilitó la presencia de nuevos gobiernos progresistas en la región. *

(*) Senador de la República. Economista.

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