OPINION

Los derechos humanos de presos, enajenados y adictos

Avanza el proyecto de instalar un centro para el tratamiento de adicciones en el viejo Hogar de Varones del Instituto del Niño y Adolescente (INAU) en San José.

La idea es anterior al dictamen de la Justicia que indicaba al INAU que debía atender mejor las adicciones de los menores de edad. El proceso es de por sí complejo: remodelar el edificio, contratar técnicos, educadores y personal, llamar a concurso para la dirección del centro y afinar el proyecto de funcionamiento. Además, como se constata en otras esferas del quehacer público, los mecanismos de gestión y la dinámica del personal que hay en las oficinas ayudan poco. Efectivamente, tenemos un Estado lento, caro, ineficiente, al que es difícil cambiar, porque son muchos los que no aceptan cambio alguno. Y no deja de ser curioso que, entre los que oponen fuerte resistencia, están no pocos votantes por los cambios. Seguro que no todos los que votaron un gobierno de izquierda estaban pensando en las mismas cosas.

Sería fantástico que fuera suficiente reclamar por el cumplimento de los derechos que la Constitución establece para obtener, vía Justicia, las soluciones. Lamentablemente no es tan sencillo. Tenemos derecho a una vivienda digna y al trabajo, por ejemplo. ¿Bastaría que un juez se lo ordenara a los ministros Arana y Bonomi para solucionar eso?

Los que hemos seguido la evolución de este proyecto de atención a las adicciones en el INAU, con algo de atención, saben que se avanza lentamente. Pero se avanza.

Cuando se ponga en marcha, será para su entorno un desafío formidable y habrá muchos problemas. En San José tendremos el Penal de Libertad, las colonias psiquiátricas y además un centro para la atención de las adicciones en niños y adolescentes.

Hace pocos días vimos cambios importantes en el Penal, después le tocó a la Colonia Etchepare habilitar mejoras; el Centro estaría en funcionamiento a mediados de 2008.

Quizás ésta sea la esencia que define un gobierno «progresista»: en lugar de ver avanzar el deterioro ­como pasaba con los gobiernos anteriores­, vemos avanzar las soluciones. Parecen tímidas, insuficientes, no cambian la esencia de un sistema que sigue generando terribles problemas sociales. Cierto. Pero se avanza y en algún momento las posibilidades de seguir acercando la justicia social a quienes tienen sus derechos humanos suspendidos no será posible en el marco de las normas de convivencia vigentes y habrá que plantearse cambiar las reglas, o lo que habrá fracasado son los sueños de cambios profundos que muchos alentaron por tanto tiempo.

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