A marcha camión. Yamandú Cardozo habló sobre la pasión que despierta Agarrate Catalina entre la gente

"No somos los Rolling Stones de las murgas, somos murguistas"

Agarrate Catalina, murga victoriosa pero joven a la vez, atrae la atención del público carnavalero y de aquellos que no lo son tanto. Hoy se perfila como una de las favoritas para ganar el concurso 2008. Yamandú Cardozo, quien debió resignar una noche de tablados y cara pintada porque la lluvia se ensañó con febrero, nos recibió en su casa del Paso Molino, barrio que tanto sabe de murgas, para no hacer otra cosa que hablar del Carnaval.

 

­¿Quién es Yamandú Cardozo?

­Un tipo que nació en el año 1978 en Montevideo y que vivió toda su vida en el barrio del Buceo.

 

­¿Y cómo llegaste hasta el Paso Molino?

­En realidad estuve en el Buceo hasta los quince o dieciséis años, en la casa de mi abuela, sobre la calle Santiago Rivas. Luego me fui moviendo para Rivera y Propios, más tarde al Cerro y hace dos años que vivo acá, en la casa de mi novia Victoria, en el Paso Molino. Esta era la casa de su abuelo y la fuimos acondicionando para vivir nosotros.

 

­¿Formaste parte de los Drakulatecas*?

­No, porque yo era mucho más chico que Tabaré. Tengo una diferencia de edad con mi hermano de seis años. Ellos tenían trece y yo apenas cinco, y era muy chico para estar con esa murga, pero sí me quedaba ahí mirándolos, especialmente lo que hacía mi hermano. Creo que como todo hermano menor, uno se fija en lo que hace su hermano mayor. Ese fue mi primer vínculo con una murga.

 

­¿El vínculo con el Carnaval viene sólo por el lado de tu hermano, o en tu familia también había una cultura murguera?

­Mis viejos son carnavaleros, les gusta la murga pero no eran de aquellos fanáticos del Carnaval. Sí mis dos tíos, uno paterno y otro materno, que nos llevaban mucho al tablado. Mis viejos eran más del canto popular, sobre todo como se vivió en el tiempo de la dictadura. Yo nací en 1978: la murga y la música popular eran una especie de escape ideológico y significaban cierta militancia artística. En casa se escuchaban discos de murgas de La Teja y el primer disco de murga que escuchó Tabaré era de La Soberana. Lo teníamos un poco escondido, ya que no había otra opción en aquellos años. Recuerdo que con mis tíos íbamos al tablado del barrio, el Jardín de las Comparsas».

 

­Ya que hablaste de un tablado como el Jardín de las Comparsas, cuyos dueños eran también los de La Gran Muñeca, hoy tenés que competir contra esa murga, que sin dudas en aquel tablado habrás visto mil veces.

­Sí y es algo increíble. Es algo muy especial cuando te cruzas con ellos. Por ejemplo, yo soy hincha de la Falta (Falta y Resto) desde chico. Además fui utilero de la murga cuando salía Tabaré y necesitaban a alguien que cargara las cosas. Me llamaron a mí y fui, y ese tal vez fue mi primer contacto con la vida del Carnaval. Años después tuve que dedicarle en algún tablado «para Falta y Resto, que está esperando para actuar». También me pasó con Araca la Cana, u otras. Ahora mismo canto con el «Zurdo», lo cual es una demencia. El tipo habla y pensás que tiene 40 años de Carnaval, y antes ibas y pagabas una entrada para verlo actuar. Pero de esto no hace tanto. Hace seis años llamaba a mis amigos y les decía: «Che, ¿adónde vamos hoy?». Y ahí decidíamos si ir a ver a la Falta o a la Reina (Reina de la Teja).

 

­¿Cuántos carnavales tenés sobre el escenario?

­Tengo que hacer la cuenta… (Piensa). Es el sexto Carnaval.

 

Concurso

­A pocos días de terminar el concurso, que los medios hablen de la Catalina como una de las favoritas y que incluso la den ganadora, ¿les genera otra expectativa?

­Estamos muy tranquilos porque el concurso nunca es el objetivo principal de la Catalina. Suena a discurso pero es real. Nuestra meta es poder comunicar algo a través del espectáculo, de la manera que pensamos que debe ser, de una forma honesta y con el corazón en la mano. Las cosas que suceden cuando sucede ese milagro, cuando la gente recibe el mensaje de la botella y se muestra agradecida o emocionada, ese el objetivo principal del laburo. Nosotros hemos estado relativizando en estos años el tema del concurso. Y más a partir de haber ganado dos veces consecutivas.

Cuando tenés un Carnaval que estuvo increíble, y te encantó lo que hiciste como lo hiciste, que fuiste a cien tablados…es muy extraño que nosotros nos amarguemos porque una noche no nos dan una copa. ¿Cómo es? ¿Tenemos una tristeza retroactiva que anula todo lo que pasó? Además funciona al revés, ya que lo que te aporta ganar el concurso no es tanto más que lo otro que ganaste. Sin dudas que ganar está buenísimo, lo festejaremos si nos toca, pero lo tomaremos en su justa medida.

La Catalina juega a competir: armamos un espectáculo con todo esto, lo presentamos y somos conscientes de que cumplimos las reglas porque si no nos importara en absoluto nos subiríamos al Teatro de Verano sesenta tipos a cantar una hora y nos desclasificarían. Está bueno asumir el juego del concurso con otros, sin que eso se transforme en una lucha a muerte o sin tener la necesidad de salir a ensuciar a otras murgas que están buenas. No necesitamos decir «sí, está bueno tal o cual espectáculo, pero le falta esto o aquello otro». Eso es lo que hace que la espera de la noche de los fallos sea no esperar los resultados, sino festejar el Carnaval que tuvimos. Ojo que sí hay gente que va esa noche porque quiere ir a ganar, pero la intención de la Catalina es otra.

 

­¿Es decir que a ustedes les importa más competir que ganar?

­No el «competir», sino que nosotros, en estos últimos dos años, viajamos por una cantidad de lugares. Presentamos el espectáculo en Francia, en un barrio ultra humilde en México, ante 25.000 personas en Chile y Argentina. Y a pesar de haber tenido toda esta cantidad de viajes, decidimos también presentar el espectáculo en Carnaval porque tenemos ganas de estar ahí, nos gusta, y tenemos algo para mostrar. En este caso lo principal fue concretar el espectáculo y presentarlo en esta fiesta que está divina.

 

El éxito

­ En todas las épocas hay murgas que son la atracción de la gente. Hoy les toca a ustedes. ¿Qué significa que «todos» sean hinchas de la Catalina? ¿Molesta que algunos se suban al carro?

­No, para nada. Uno, desde que hace un espectáculo y lo saca afuera, quiere mostrarlo, y cuando lo muestra espera cierta reacción. Queremos que el espectáculo llegue a destino. Desde el momento en que decidimos mostrarlo en los barrios queremos que lo vea la mayor cantidad de gente posible y que le guste a la mayor cantidad de gente posible. A nosotros nos costó adaptarnos a que en el ensayo del año 2004 sólo estaban mi tía, algún amigo y el cantinero, y que en los fallos del año 2005 y 2006 hubiera 2.000 personas. Algunos hasta se tatuaron el logo de la Catalina como si fuera una banda de rock, y eso nos pasó en Argentina. El otro día en el Teatro de Verano la gente cantaba la bajada más fuerte que nosotros, y eso nunca nos había pasado en la vida. Eso pasa en un concierto y no en el Teatro de Verano. Con mi hermano Tabaré siempre razonamos algo, que es que «hay que confiar siempre en la gente y desconfiar de la multitud». La cuestión de la popularidad, masividad o notoriedad de la murga puede volarse en medio segundo, y tal vez en 2009 sólo estén en el ensayo mis tías y el cantinero. No podemos pensar que esto es eterno, ya que no somos los Rolling Stones de la murga: somos murguistas a los que nos gusta mucho cantar, que laburamos como locos y que tenemos el poder de la síntesis al sacar afuera las murgas que hemos visto y que nos han gustado y aquellas que hemos visto y que no nos han gustado demasiado. Tenemos sí la suerte de que a la gente le gusta. La noche de los fallos comem
os antes con la familia porque después no podemos.

El otro día en el Teatro de Verano, después de que bajamos fui a saludar a Tabaré y no lo encontré hasta tres horas después en el club porque hasta el camión se llenó de gente. Tampoco digo que no me dejan caminar por la calle, nada que ver. No tengo que salir de lentes negros y guardaespaldas. Esto no es Hollywood, y la gente bien sabe que el Carnavalero vive acá, en el Paso Molino, o en La Teja, o es compañero del laburo o de la facultad.

 

El arte y el Carnaval

­¿Cómo se explica lo que es subirse a un tablado?

­La murga es mi forma de entender el mundo donde yo vivo. A partir de ella puedo sacar una cantidad de cosas afuera y pensar. Yo me defino como un murguista y la Catalina es como mi lugar en el mundo: estoy con la gente que yo quiero y poder concretarlo es como ejercer la felicidad. Cantando con la murga es donde estoy mejor.

 

­¿Antes de subirte a un escenario pensaste en esa felicidad?

­Antes de subirme fui utilero, letrista, y en algún momento comencé a sentir esa necesidad de salir en una murga. Es como cuando a los varones nos gusta una amiga y conocés todo de ella y tenés un lugar muy cercano, pero querés otra cosa. Lo mismo me pasó con la murga. Yo estaba ahí, era utilero, sabía todo, pero quería a la chica, la quería para mí. Una vez que subí me di cuenta de que mi lugar estaba ahí. Pienso que es mi forma de expresar el arte.

 

­¿Pero cómo te definís, ya que sos letrista, cantante y murguista?

­Soy un murguista que escribe cosas. Soy un letrista que sale. No sé si soy en realidad un murguista que escribe o un letrista que sale (risas). Creo que soy más murguista que carnavalero. Cuando en el año laburamos con la murga, siento algo raro al no poder expresar qué es lo que está más bueno, si es que explote el Cine Plaza o si es que explote el Teatro de Verano.

 

­¿No serías un parodista, por ejemplo?

­No. Los respeto mucho; respeto todas las expresiones. Un año trabajamos con los parodistas Zíngaros, en 2005, lo que significó una oportunidad económica muy buena para nosotros. Allí profesionalmente conocí gente muy talentosa y trabajadora y aprendí a valorar esa categoría. Los parodistas llegan a algún lugar donde las murgas no hemos podido llegar, y eso es digno de estudiar y de ver. Ellos generan una cosa que es muy fuerte y no sé si está o no está bueno como una murga, pero sí es interesante de mirar. Pero en definitiva lo que me gusta y me apasiona de verdad es la murga.

 

­Volvamos a la lluvia. ¿Qué vas a hacer esta noche, si no deja de caer agua?

­Hoy me parece que vamos a ir a jugar al fútbol cinco. Ya que no nos vemos nunca con los compañeros de la Catalina, salió un partido con ellos. Mañana tenemos seis tablados y si hay alguien que no hace la puesta en escena lo cagamos a patadas.

 

­¿Y las dos cantantes quedan afuera del encuentro?

-Sí, se quedarán en su casa, supongo. Igual creo que algunos de los que van a ir a jugar hoy tienen el mismo nivel que ellas en el fútbol.

 

(*) Tabaré Cardozo (hermano de Yamandú) le dedicó una canción a la murga de amigos del Buceo, «Los Drakulatecas», en la cual él mismo participó, en el disco «Pobres poderosos».

 

NOCHES LLUVIOSAS: COMO «UN DOMINGO DE TARDE»

­¿Qué siente un carnavalero en un día como hoy, de lluvia torrencial, en el cual no podrá hacer un tablado?

­Es muy raro. Por suerte la Catalina siempre laburó muy bien. De hecho desde 2005 es la murga que hace más tablados. Hoy teníamos cinco y eso se pierde.

 

­¿El tema es perder la plata por la suspensión?

­No, es por el hecho de perder un tablado. Vos trabajás mucho para salir. Claro que también se conjuga la posibilidad de hacer un mango con lo que te gusta. Pero en realidad con la estructura que tiene la murga y la cantidad de personas que la integran, a la hora del reparto económico no es mucha plata. En lo económico es mucho más importante lo que hacemos el resto del año que lo que hacemos en febrero. Nosotros intentamos abaratar el costo de la murga en Carnaval para que no sea caro para la gente. Esto es tu vida durante todo el Carnaval. Los que laburan laburan y van derecho al club, y a veces se aprovecha para descansar, pero te quedás con esa sensación de domingo de tarde si una noche se larga a llover, como hoy.

 

EL FENOMENO DEL CARNAVAL

­¿Qué murgas viste este año?

­Por la televisión pude ver a Queso Magro entera y me encantó, ya que son muy ingeniosos y se cantan todo, aunque es una manera distinta de cantar. En el Velódromo vi también un pedacito de Curtidores de Hongos y de Momolandia, aunque en el tablado no puedo ver mucho, ya que a veces llegamos y las murgas están bajando.

­¿Te asombra cómo crece el fenómeno del Carnaval de año en año?

­No me asombra y me gusta, y creo que las murgas tienen mucho que ver en ese cambio. La categoría encontró una manera de expresarse que a la gente le gusta. Antes te decían «la murga no se escucha o no se entiende», y esto se ha mejorado gracias a la nueva tecnología y la sofisticación de los arreglos corales. Creo además que la televisión ha jugado un papel decisivo, más allá de los contratos con Tenfield, algo que no sé si está bien o está mal. La gente puede ver un espectáculo en directo, y eso ayuda a que opine, que tenga la posibilidad de ver todo y que pueda definir lo que le gusta. Antes la gente no iba al tablado y se enteraba quién ganaba y nada más, o repetía lo que decía la prensa. También me parece muy bueno lo que pasa con los niños, porque ahora ven en el tablado al tipo que habían visto en la tele y eso le da otro toque. La tele además pudo hacer una revalidación del Carnaval. Se puede ver a una revista que se baila todo, o una murga que se canta todo. A principios del siglo pasado le decías a un señor que su hija salía con un murguista y se moría de un infarto. Hoy creo que cambió la imagen del carnavalero y en parte gracias a la televisión. Nos ha pasado de ir a miles de cumpleaños de quince donde la nena quiere en la fiesta a la Catalina. La murga en general ha logrado entrar en todo el público. En 2001 fuimos al programa de Omar Gutiérrez, donde hay un público netamente tropical, y nos corrieron a pedradas, literalmente. Sin embargo, cuando fuimos la última vez había banderas de Agarrate Catalina.

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