Experiencia integradora. Llegan de todos los barrios para recordar lo aprendido en Primaria o alfabetizarse

Cien adultos terminan la escuela  y aprenden un oficio en Capurro

El Area de Educación de Jóvenes y Adultos (AEJA) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) cuenta con un centro ubicado en la calle Nasazzi, en pleno barrio Capurro, donde concurren más de cien personas adultas desplazadas por el sistema educativo para recordar lo aprendido en la escuela o bien para completar su educación primaria o aprender un oficio. Debido a la vía de acceso que representa la avenida Agraciada, cada vez más alumnos de todos los barrios de Montevideo eligen ese lugar para salir adelante.

«Sean los orientales tan ilustrados como valientes», dijo alguna vez José Artigas. Tal vez lo de la valentía, en tiempos de paz, queda reducido a una frase simbólica, bañada en las aguas de la poesía. Sin embargo, la valentía de algunas personas no es ni más ni menos que un breve impulso, para realizar una gran obra. Sobre lo ilustrados que somos los orientales habría que estudiar más a fondo la reacción de un sistema educativo que a veces comprende, pero no ampara las situaciones personales y socioeconómicas o socioculturales de todos nosotros. En Capurro hay un claro ejemplo de lo que con tanta convicción decimos. En el Curso 3 del Area de Educación de Jóvenes y Adultos (AEJA) de la ANEP el camino se abre para un puñado de uruguayos dispuestos a salir adelante.

 

De puertas abiertas

En Nasazzi 994 la puerta está siempre abierta mostrando como una insignia, el escudo nacional que indica que allí hay un centro educativo. Salen y entran jóvenes de 20 años, señoras de 60 años, docentes de túnica y hasta el personal de la ANEP que venía a arreglar una cañería rota en el baño.

Nosotros ingresamos a las 9.45 de la mañana, en medio del bullicio educativo. Una de las clases dejaba ver la atención silenciosa de los jóvenes que venían a completar la educación primaria desde los barrios más diversos como lejanos, apartados y estigmatizados. En la otra clase, las damas daban sus primeros pasos para aprender a hacer prendas en el curso de costura. Más atrás, otro grupo terminaba de hacer trufas de chocolate. Todo en un espacio reducido a cuatro salones pequeños y una administración en el medio de la recepción, lo que provoca que por turnos se subdividan los grupos.

Teresa Schwarz, directora del centro, no deja de saludar a cuanta persona pasa. Tampoco le deja de cambiar la mirada cuando habla de los alumnos, por los cuales ­concluimos­, deposita todas sus esperanzas. «Ahora hay un grupo de primaria y las maestras están haciendo una evaluación», explica. «Son excluidos de la escuela pública o con problemas de aprendizaje», dice bajando la voz y la mirada, cambiando esperanza por resignación. «Acá siempre van a tener la puerta abierta», reflexionó.

 

Compromisos

El compromiso de los docentes que optaron por trabajar en la educación de personas adultas es particularmente significativo. Teresa dirige un plantel docente de seis profesores y siete maestros que se encargan de las clases de Primaria. Teatro, manualidad, encuadernación, vestimenta y gastronomía son los talleres que actualmente provocaron una preinscripción de 90 aspirantes por cada una. Reiteramos que el espacio se limita a pequeños salones.

Todo va más allá de la labor educativa. «Hay algunas personas que están solas y por eso vienen aquí». Otras «quieren aprender un curso para trabajar, aunque no es del nivel de UTU», y también «están quienes desean completar la educación primaria», dijo Teresa. Sobre la metodología de enseñanza señaló que se utilizan los métodos que más resultados les dan. Es que en una clase pueden convivir un alumno analfabeto, otro que tiene hasta cuarto año o aquel que quiere volver a recordar lo aprendido en la escuela para ayudar a sus hijos. Es el caso de Fernanda Maciel, que realizó la escuela en tiempo y forma pero ahora que sus hijos van a la escuela, los quiere ayudar a estudiar pero no entiende «nada». Se preocupa cuando dice «quiero ayudarlos con los deberes y no recuerdo lo que me preguntan».

Ella, al igual que Jorge, concurre a las clases de Primaria. En el caso de Jorge, es el segundo año que cursa allí. Se queja porque en algún momento alguien en su barrio le dijo que era un analfabeto. «Yo prefiero ser analfabeto y no drogarme», aseguró con una convicción digna de un luchador. «Estás trabajando para superarte», le arengaron las dos maestras del curso. El objetivo de Jorge es «seguir lo más que pueda», y lo dice como pensando que será un logro imposible. Lo que Jorge no sabe es que él ya dio un paso muy importante que muchos uruguayos no se animan a dar.

 

Seguir aprendiendo

Isabel Mederos trabajaba en silencio en su propia máquina de coser. Tiene 62 años y se inscribió en el curso de costura. «Yo necesitaba aprender corte y confección», dice mientras aparta por un momento la vista de la tela. «Ella trajo hoy su máquina para aprender como se usa», explicó Mabel Estévez, docente a cargo del curso. En el turno de la mañana unas veinte personas concurren a su curso. «Aquí aprenden trabajos básicos que realizan para su familia o bien para vender», explicó. A su vez, se aplica el taller de costura como taller no obligatorio para los estudiantes que están completando la primaria. El método de trabajo se divide para que los estudiantes adultos que están cursando la primaria también realicen una experiencia de taller, ya sea en gastronomía, manualidad o vestimenta.

 

Las trufas

La clase de gastronomía estaba colmada. Con un solo horno para trabajar, los alumnos aprender no sólo a mezclar ingredientes, sino a sacarles el mejor provecho. La profesora Isabel Maurojorge está a cargo de este curso.

«Aquí estudiamos los hábitos y las costumbres en cuanto a la gastronomía, y vemos cuál es el mejor aprovechamiento para los alimentos». Además de cocinar averiguamos cuáles son los más económicos, por cuáles se pueden sustituir algunos ingredientes inaccesibles, cuál es el valor nutritivo de los alimentos y como lograr un buen sabor. Las trufas de chocolate estaban por quedar prontas, las iban a colocar al lado de una canasta que contenía los scones de una alumna a la cual le habían salido mal en su casa. Lucían ­según la docente­ de muy buena forma. «La cocina es color, forma, un alimento debe lucir bien para que a uno le den ganas de comerlo». dijo Maurojorge.

Elizabeth es una de las alumnas del curso. Trabaja de moza y busca seguir perfeccionándose. Los estudiantes de Primaria, al igual que en Vestimenta y otras disciplinas, deberán también pasar por el curso de gastronomía. De esta forma «se les enseñan otras cosas a los muchachos», dijo Maurojorge.

 

Volviendo a clase

Así como los adultos buscan aprender un oficio para encontrar a posteriori una salida laboral, los jóvenes y no tan jóvenes procuran continuar con la educación primaria. Desde muchachos de 14 años, a adultos de 30, comparten la clase matutina en el Curso 3 de la ANEP. Brian tiene 14 años y no completó sexto de primaria. A pesar de que para él terminar la escuela significa «salir» de una situación que ni él mismo sabe definir, estudia con otro grupo de jóvenes que, inquietos, intentan evitar la conversación con LA REPUBLICA. «Sáquense los gorros para que les tomen una foto», exigió una de las maestras. Algunas risas se apoderaron del entorno y nadie hizo caso al pedido. Los docentes son conscientes de que algunos jóvenes se anotan en los cursos para aprovechar los boletos de estudiantes. «Es verdad», sentenció una alumna que prefirió no decir quién era. «Hay mucha gente que viene a joder», agregó. Sin embargo, destacó el esfuerzo de aquellos que a pesar de la distancia de su casa o su trabajo se toman su tiempo para concurrir a clases. «Acá hay una gran variedad de historias», dijo Teresa, la directora del Curso 3 de Capurro.

Algunos eligen hacer teatro, otros optan por terminar la escuela; tal vez se sienten como atrapados en un sistema que los fue desplazando, o bien ellos mismo
s se fueron alejando. Ahora saben estos orientales, los que mantienen la esperanza y se quedan a pesar de las dificultades, que la valentía aún sirve en tiempos de paz.

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