DISCAPACITADOS HOY

EN EL LUGAR DEL OTRO

Sin embargo, muchas personas con discapacidad esperan que transcurra el día en su cama sin poder incorporarse, pues no tienen quien las ayude, les falta locomoción adecuada y esperan por rehabilitación en servicios que tienen una extensa lista de espera.

Sé que a ninguno de nosotros nos son ajenas dolorosas imágenes y recuerdos de niños inmovilizados en camastros, de padres que terminan enganchando ruedas a precarios «cochecitos» para trasladar a sus bebés, de personas adultas que se movilizan dentro de un «carrito» de feria, de gente que después de conseguir una ayuda técnica no puede usarla porque el suelo es barro y basural. Estas imágenes que evoco pretenden traer en forma real aquello que denominamos lo social, partiendo del entendido de que el concepto de la discapacidad es una construcción social, histórica y cultural.

¿Qué es ayuda técnica para una persona con discapacidad? Son instrumentos de lo más variados que compensan mediante su uso cotidiano las dificultades a que se ve sometida una persona con discapacidad.

Son lentes, cuando no vemos bien, sillas de ruedas cuando no podemos caminar, bastones de apoyo, audífonos. Son elementos imprescindibles que completan las posibilidades de cada uno para vivir con dignidad, costosos para muchos e imposibles de adquirir para muchos otros. En este tema en escaso tiempo histórico hemos observado en nuestro país avances. Las personas con discapacidad en Montevideo tienen posibilidades de recibir ayudas técnicas en la Comisión Nacional Honoraria para el Discapacitado, o de la Secretaría de Gestión Social para la discapacidad de la Intendencia de Montevideo, y en el interior, en las Comisiones Departamentales.

Puedo testimoniar desde la Secretaría de Gestión Social de la IMM, en pleno siglo XXI, de niños que nunca habían tenido su propia silla, y solidariamente maestros de escuela le habían conseguido una de tamaño adulto en una situación comparativa a usar zapatos de número equivocado. Sé lo que fue para este niño cuando llegamos a la escuela, adueñarse de la silla y con una sonrisa indescriptible «caminar» por la escuela, cambiando su perspectiva. ¿Cuántos niños como él quedan, aún invisibles? Y ahora yo lo invito a usted, si tiene lentes, a sacárselos, y si tiene una prótesis dental, a quitársela. ¿Qué pasa ahora?

Supongo que no puede seguir leyendo, y que si quisiera salir de su casa evitaría hacerlo de ese modo, porque piensa en usted y también en la mirada de los otros. Eso que le pasa es lo que viven las personas con discapacidad a diario, cuando su vida queda determinada por innumerables obstáculos. Con esto quiero decir que la discapacidad no es un problema personal. Está relacionado con las ideas que tiene la sociedad, el lugar que le da a la persona con discapacidad, su aceptación, indiferencia o rechazo. Está vinculado a la Constitución y las leyes, pero también a los niveles de oportunidades concretas que luego se diseñan.

Me permito opinar que somos una sociedad muy atrasada en el tema. Cuando hablamos de ayudas técnicas, sabemos que estamos queriendo devolver calidad de vida y concebir una sociedad integradora. Las cosas se complican cuando alguien obtuvo una silla de ruedas pero no puede ingresar al edificio donde vive porque hay innumerables escalones, o pretende subir a un ómnibus y no existe ninguno que llegue al lugar que desea.

Recién desde ahí podremos comprender que generar calidad de vida para la población es pensar en oportunidades para gozar nuestro entorno, alimentarnos, compartir la educación, trabajar, transitar por la ciudad, acceder a la recreación.

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