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Amazonia bordeando el despeñadero

La cuenca amazónica capta entre 12.000 y 16.000 kilómetros cúbicos de agua al año y sólo 40 por ciento de ese volumen escurre por los ríos. El resto se devuelve a la atmósfera por evapotranspiración de los bosques y se distribuye por América del Sur.

La deforestación está reduciendo esa humedad que, viajando en el viento, contribuye al equilibrio hídrico de extensas áreas del continente, además de acentuar la erosión y el drenaje superficial que le quita agua a esa irrigación natural tanto de la Amazonia como de tierras agrícolas lejanas.

En 2026, una Amazonia convertida en «la última reserva de granos del mundo», cruzada por nuevas carreteras y megaproyectos de energía e integración regional, atrae grandes inversiones pero con reducción de bosques y de aguas limpias, en una grave degradación ambiental acentuada por los impactos del cambio climático.

Este es el escenario «Bordeando el despeñadero» que diseñó el informe GEO Amazonia, elaborado en los dos últimos años con aportes de 150 científicos de los ocho países de la región amazónica, coordinados por el Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico, con sede en Lima.

El estudio Perspectivas del Medio Ambiente en la Amazonia, patrocinado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica, y divulgado el jueves 19, define cuatro escenarios futuros, combinando conocimientos variados.

El más optimista, «Amazonia emergente», prevé para 2026 una mejor gestión ambiental y control de las actividades productivas, bajo el concepto de «quien contamina paga», pero aún con una insuficiencia en tecnologías ecoeficientes y en aprovechamiento de la biodiversidad.

En otro escenario, «Luz y sombra», la región sigue buscando caminos de desarrollo sustentable, con énfasis en ciencia, tecnología e innovación, e intentando frenar actividades productivas dañinas. «El infierno ex verde» indica el futuro más dramático, con «pérdida irreversible de la riqueza natural y cultural», más pobreza y más desigualdad.

La metodología GEO (Global Environment Outlook), desarrollada por el Pnuma es interesante, pues ofrece una visión de conjunto y apunta «situaciones posibles condicionadas por distintos factores e incertidumbres» para orientar las decisiones, comentó Marcos Ximenes, director del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia (IPAM), que contribuyó al informe.

El gran desafío es que ese amplio conocimiento sea «tomado en serio por los que adoptan decisiones», dijo Ximenes a Tierramérica, recordando su experiencia en otros informes GEO que no tuvieron consecuencias prácticas.

De todas formas, ese proceso de conocimiento global debe hacerse permanente, con más recursos y promoción junto a los que deciden, opinó. Este primer informe se hizo con escasos fondos y aportes voluntarios, lamentó.

Los datos y análisis del GEO Amazonia no son novedosos ni actuales o completos, pero reunirlos en una visión sistémica representa un avance, incluso porque comprende a toda la región, y no solo sus partes nacionales, comentó Adalberto Veríssimo, del Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonia (Imazon).

Por primera vez, se presenta el área deforestada de toda la cuenca, aunque esté «seguramente subestimada», porque los países, a excepción de Brasil, aún no desarrollaron sistemas de medición adecuados, dijo a Tierramérica.

El área deforestada acumulada, según el informe, era de 857.666 kilómetros cuadrados en 2005, equivalente a 17 por ciento de toda la Amazonia. La expansión de la deforestación alcanzó 27.218 kilómetros cuadrados como promedio anual entre 2000 y 2005.

La deforestación ya debe afectar a más de 18 por ciento de toda la Amazonia, y a Brasil corresponde cerca de 15 por ciento, estimó Veríssimo, que monitorea sistemáticamente ese proceso en la porción brasileña.

En su opinión, también es «conservador» el balance de las amenazas a la biodiversidad, reflejadas en 26 especies ya extintas, 644 en «peligro crítico» y otras 3.827 en «peligro» y «vulnerables», pues se funda en informaciones que ya tienen algunos años.

Pero el GEO Amazonia cumple en eso un papel positivo, el de inducir a todos los países a mejorar su capacidad de investigación y monitoreo, orientando estudios y señalando prioridades, confía el investigador.

La actualización constante es necesaria. El informe no recoge, por ejemplo, la reducción del área deforestada en Brasil el año pasado, que contrarió una correlación tradicional hasta ahora: cuando los precios agrícolas subían en el mundo se deforestaban más tierras, observó Paulo Barreto, también del Imazon.

De hecho, la deforestación brasileña viene cayendo desde antes de la crisis económica mundial, cuando aún estaban muy elevados los precios de la soja y la carne vacuna, factores de la expansión agropecuaria amazónica, explicó.

El cuadro histórico y actual, sintetizado en el informe, no alienta optimismos. La ganadería de vacuno, la actividad más deforestadora, pasó de 34,7 millones de cabezas en 1994 a 73,7 millones en 2006 en la Amazonia brasileña y se expande aceleradamente también en las partes boliviana y colombiana.

La soja, la extracción maderera y minera, los grandes proyectos hidroeléctricos brasileños y otros de la Iniciativa para la Integración de la Infraesctructura Regional Sudamericana (IIRSA), considerados prioritarios por el gobierno brasileño, constituyen otras presiones económicas sobre los bosques y la biodiversidad amazónicas.

La presión demográfica se manifiesta en una población que crece más que los promedios nacionales. Los poco más de cinco millones de habitantes de 1970 se multiplicaron por seis, alcanzando a 33,5 millones en 2007, es decir 11 por ciento del total poblacional de los ocho países amazónicos.

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