Reclamo de atención. Pretenden ley que vuelque incautaciones relativas a la droga al tratamiento de los consumidores

Familiares de adictos emprenden guerra contra la pasta base

«Vos tenés un hijo drogadicto. ¿Adónde lo llevás? ¿Vas al Portal Amarillo? Ahí estás tres o cuatro meses para que lo internen.

¿Vas a Salud Pública? Olvidate. ¿Vas a la Junta Nacional de Drogas? No. Si es mayor de edad vas a un juez y te toman el pelo. Nosotros queremos un lugar donde vos digas: lo llevo ahí y sale rehabilitado», dijo Pedro a LA REPUBLICA, con resignación y dolor, al contar su experiencia familiar en torno al problema de la pasta base. Su hermano consume drogas desde los 15 años; hoy tiene 20.

Para las familias de adictos a la pasta base que han decidido agruparse bajo la consigna «Luchemos por la pasta base y sus consecuencias», el Portal Amarillo «no ha dado resultados» porque «tiene 20 camas, mucha burocracia y además el adicto debe ir a internarse por su propia voluntad».

El grupo de familiares, que se reúne cada lunes en el Ateneo de Montevideo, solicita a las autoridades de la Junta Nacional de Drogas (JND) que se acerquen y «den respuestas concretas» al problema. «El Portal es un lugar donde se recepcionan chicos, se le da una cama y comida, pero no se le da otra cosa; es un hotel de lujo», sostienen.

«Todos los que tenemos un familiar adicto a esta droga dijimos, cuando fue inaugurado: ‘gracias a Dios’. Pero la realidad es que no ayuda a la rehabilitación», expresaron Pedro, Serrana y Rocío al dialogar con LA REPUBLICA.

 

Droga cara

El grupo coincide en que la pasta base no es barata y que en una anoche los adictos necesitan mucho dinero para alcanzar el efecto «deseado». Explican que el consumidor de pasta base requiere más plata que un adicto a la cocaína porque el efecto de la droga es mucho más corto y necesitan consumirla en cantidades cada vez mayores.

Cuando están lúcidos y piensan en dejar la pasta base, cuentan que en esos casos escuchan una voz que les pide salir a buscarla. «No les importa más nada», afirman los familiares.

Serrana explica que su hijo llegó a estar 30 días sin consumir. «Proyectamos otra vida. Pero el día que pudo agarrar dinero volvió a lo mismo, se voló. Así vivís sucesivamente durante dos años. El problema es que llega un momento que la familia es cada vez más agredida y entonces se empieza a tener menos paciencia. Llega un momento en que uno tiene que tomar opciones. Yo opté por quedarme con mis otros hijos y mi esposo y luchar para poder sacarlo a él de la calle. Yo digo que mi hijo tiene otra familia que no somos nosotros. Mi familia se aburrió de aguantarlo. Hoy está en situación de calle», relata.

El problema es que «se consumen en 15 días y pierden todo». «Pueden pasar meses sin que los veamos. Ellos no tienen noción de alimentarse: es droga, dormir, droga, dormir y droga».

 

La lucha

Los familiares consideran que, además, deben luchar contra la «discriminación» a los adictos. «Los ponen junto a enfermos psiquiátricos y no entienden que son patologías diferentes», sostienen. «Solicitamos a las autoridades que busquen la forma de luchar en serio contra la pasta base y sus consecuencias».

Reclaman que se den «penas» más duras a los vendedores. «Muchas veces venden la pasta base a jóvenes que delinquen, y por eso van presos mientras los vendedores viven en impunidad», denuncian.

Desde hace un tiempo, el grupo de Las Madres de la Plaza comenzó a denunciar bocas de venta de pasta base. Sin embargo, el camino «es muy difícil, ya que siguen estando», expresa Serrana.

También exigen un «compromiso» de todos los políticos y la sociedad en su conjunto para tratar el tema. Además de un tratamiento gratuito, reclaman un proyecto de ley que permita que las incautaciones de droga, vehículos y otros bienes utilizados para la venta de pasta base se invierta en tratamientos.

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