Proyectos. Diez ya tienen terreno y solicitaron préstamo al Mvotma

Cooperativas de viviendas reviven a la Ciudad Vieja

La Ciudad Vieja, un verdadero barrio fantasma pocos años atrás, ha intentado revitalizarse a través de diversos programas que fomentan que los montevideanos vuelvan a vivir en esta área central y abandonen la periferia, donde los servicios no abundan y, en cualquier caso, su instalación resulta sumamente onerosa para el Estado.

Entre esos proyectos, algunos son menos espectaculares, pero han logrado, poco a poco, que la gente decida retornar a la zona. Desde la década de los 90 comenzó la construcción de algunas cooperativas de viviendas, como Covicivi 1, donde se instalaron 34 familias, y Mujefa («Mujeres jefas de familia»), una solución habitacional para 12 jefas de hogar. Hoy en día, 10 grupos de familias aguardan ­con terrenos o fincas ya adjudicadas­ los préstamos del Ministerio de Vivienda que les permitan comenzar las obras. La cifra de cooperativas en proceso se ha acelerado notoriamente en los últimos meses, lo que cambiará la cara del barrio en poco tiempo.

 

La historia

Los planes piloto de rehabilitación de viviendas por ayuda mutua (que se sumaron a experiencias paralelas en Palermo, Goes y el Barrio Sur) de los años 90 fueron evaluados de forma positiva por la Intendencia de Montevideo (IMM), impulsora de la iniciativa con la colaboración técnica de Organizaciones No Gubernamentales. Entre otras cosas, se tomó en cuenta la recuperación de edificios valiosos ­pero sumamente deteriorados­, la creación de obras arquitectónicas nuevas y la mejora de un entorno urbano en muchos casos tugurizado.

La IMM continuó facilitando el acceso a la tierra, a través de licitaciones en las que se adquirieron terrenos y, en plazos más extensos, al recuperar bienes inmuebles municipales ocupados. «Las cooperativas de vivienda permiten que un mismo inmueble genere más unidades habitacionales. Están exoneradas de la contribución inmobiliaria. En cuanto a la tierra, no es que la regalemos, pero las vendemos a las cooperativas con subsidios altos y plazos largos, sin intereses, para facilitar el acceso. No puede ser que tengamos una ciudad formada, con todos los servicios, vacía», dijo la directora de Acondicionamiento Urbano de la comuna, Hyara Rodríguez.

Sin embargo, el proceso de concreción de estas propuestas habitacionales no fue todo lo rápido que los cooperativistas esperaban.

Meses atrás, algunos de ellos señalaban a LA REPUBLICA su preocupación porque los préstamos del Ministerio de Vivienda (que comenzó a financiar estos proyectos en la segunda mitad de la década de los 90) podían llegar a aguardarse por años. A pesar de ello, se otorgaron 8 préstamos que posibilitaron la creación de algunas cooperativas de vivienda emblemáticas, la mayoría de ellas por ayuda mutua (en acuerdo con Fucvam), y una de ahorro previo (a través de Fecovi).

Una vez que se les cede un terreno para construir una obra nueva, o un edificio para reciclar, son estas federaciones las que «se hacen cargo de mantener el terreno o finca en condiciones y libre de ocupantes», explicó la arquitecta Noemí Alonso, del Servicio de Tierras y Viviendas municipal.

 

Aceleración

En los últimos tiempos la IMM ha logrado liberar 18 fincas municipales ocupadas, indicó semanas atrás el director de Espacios Públicos, Daniel Espósito. Muchas de ellas han sido rematadas o demolidas, debido al mal estado en que se encontraban. Allí se construirán obras nuevas. En cuanto al producto de los remates, pasará a la Cartera de Tierras «para seguir con la operatoria» de concesión a las cooperativas, explicó Alonso. Una de estas viviendas, que se hallaba en buen estado, será reciclada para realojar a los antiguos ocupantes de las fincas (ver recuadro).

En tanto, son 10 las cooperativas que esperan los préstamos pero ya tienen su propio terreno. Tres están ubicadas en una misma manzana, en Piedras y Bartolomé Mitre.

Otra está en la diagonal Fabini, una zona sumamente deteriorada que comienza a cambiar su rostro gracias a estos proyectos.

El resto están, básicamente, situadas en Guruyú.

Entre los cooperativistas, mientras tanto, hay gran satisfacción. Alejandra Cabrera, que vive en Covicivi desde su apertura, recuerda con orgullo el proceso que llevó a que rescataran «un lugar destruido». Su conclusión es sencilla: «Nos quedó precioso».

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