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LA GRAN TIENDA INTROZZI

Es que esa antigua expresión se refiere a la época dorada de las grandes tiendas de Montevideo. Introzzi fue de las más grandes e integró esa legendaria estirpe de comercios que tuvieron su auge por la mitad del viejo siglo. La Madrileña, cuyo primer local fundado por el inmigrante Largero estuvo en Florida y Soriano. La Aliverti, que popularizó su eslóogan «Cuando Aliverti liquida, hay que comprar enseguida». La sofisticada Caubarrere, que instaló la primera escalera mecánica entre sus múltiples secciones. La cadena Soler, que llegó a muchos departamentos del Interior. El Cabezón, que desde el Cordón vendía «a precio de costo», como decían los carteles de los hombres sandwiches que se paseaban por todo 18. También integraron esa tradición comercial La Opera, Faggi, que decían era «única», Yaffé, que «vendía millones ganando vintenes», y la ropa fina de Angenscheidt. En esa senda estuvo la Gran Tienda Introzzi, como le decían en la publicidad que se emitía en las noches de CX32, Radio El Aguila. Su gran competidor fue el London-París de 18 y Río Negro, aunque Introzzi manejaba un público más popular, principalmente por su cercanía a la estación del ferrocarril. Su enorme edificio abarcaba la media manzana delimitada por Galicia en esquina con Rondeau, llegando a Paraguay. Vendía de todo para todos. Trajes de confección y también se realizaban medidas en base a su gran registro de telas. Un gran taller de pantaloneras, sastres, modistas y cosedoras que abarcaba más de 200 personas. Las prendas de fajina y gauchescas eran un enorme atractivo para los paisanos que llegaban a la estación de trenes que estaba a una cuadra. Con gran novelería, entraban por la puerta principal de Rondeau y subían a la sección que vendía botas de potro, pañuelos nativistas y pantalones bombacha que aguantaban las domas más bravías. Uno de los rubros más fuertes de Introzzi fue su sección dedicada a los uniformes de importantes centros educativos como el José Pedro Varela, el Liceo Francés y el Elbio Fernández. Por los fines de febrero, sus instalaciones se llenaban de padres con sus inquietos adolescentes que eran atendidos con la proverbial paciencia de los uniformados vendedores de ambos sexos. Los hombres de la casa aprovechaban para tomar un cafecito en el pequeño bar que tenía la tienda en su planta baja, exclusivo para sus clientes. En su vitrina estaban las ricas tortuguitas de jamón y las exquisitas plantillas de vainilla. En su sección calzado, los padres compraban para esos chicos los interminables zapatos Incalcuer e Incalflex. Introzzi, al igual que el London-París, editaba para sus ventas un lujoso catálogo en el que aparecían todos sus variados productos. Esa fina encuadernación era enviada a las principales capitales del Interior. La gente compraba «por catálogo» y recibía los pedidos en sus hogares por más lejanos que fueran. Esa tienda apoyó mucho las actividades culturales como el teatro donando telas para los vestuarios de muchas compañías independientes como la de Julio Alassio y Aurorita Rodríguez, dos estrellas de los radioteatros. También colaboraron mucho con el carnaval de antaño y en especial las troupes del señor Salvador Granata. Los cines de la Aguada, como El Uruguayo, el Lux y el Astor, siempre tenían en sus programas la publicidad de la Gran Tienda Introzzi. Sus dueños y gerentes no olvidaron la filantropía y donaban mucha ropa a los hospitales y asilos, en especial al Piñeyro del Campo. Con más recuerdos y música, los esperamos todos los domingos a las 18.00 hs en CX40 Radio Fénix.

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