Un estímulo: vivir en positivo

Ante un estímulo cada individuo responde de una manera diferente. Actualmente, estamos atravesando una época en la que muchas personas están recibiendo la mala noticia de que se quedan sin trabajo, lo que es algo tremendo y nos puede llegar a hundir. Pero al mismo tiempo, aunque puede ser paradójico y sin pretender hacer la más mínima demagogia, también podemos  aceptarlo, tocar fondo, reflexionar y dar un paso al frente. Podemos convertir la situación en un estímulo de verdad; un punto de inflexión para crecer. 
 
Los estímulos positivos son placer puro, de ellos no se aprende. Solamente se viven y se disfrutan. Los estímulos negativos, en cambio, son los que hacen crecer a las personas, los que pueden obligarnos a buscar lo que posiblemente nunca antes nos habíamos planteado encontrar: a nosotros mismos. 
 
Diariamente, todos estamos sujetos a decenas de estímulos, que con el paso del tiempo aumentan debido en gran medida al avance tecnológico. La barrera de la distancia, por ejemplo en zonas rurales, ha sido históricamente un freno, la menor interacción con terceros reducía el número de estímulos a los que responder. Pero hoy en día la ubicación física deja de ser ya relevante gracias a la tecnología y a las diferentes opciones de comunicación. Todos podemos hoy responder a muchos más estímulos que hace 10 años, y aun así, responderemos a muchísimos menos que la generación que nos releve, especialmente los llamados nativos digitales, los hijos que nacieron en los años 90. 
 
“Hombre sin sonrisa no abre tienda”. Es lo que dice un proverbio chino que creo que hay que intentar aplicar en el día a día. Ante la mayor adversidad, uno puede tomar la vía de la autocomplacencia y sufrimiento o encarar la vida con arresto y dignidad. Conocer a gente con problemas, pero problemas de verdad, y ver la dignidad y alegría, e incluso frialdad, con que muchas veces se enfrentan a ellos, vale la pena. Así, personas como Randy Pausch nos pueden servir de ejemplo como respuesta positiva a estímulos y alegría de vivir. Su trayectoria sirve para reflexionar si uno debe hundirse, deprimirse, o simplemente enfrentarse a un determinado problema. 
 
El 18 de septiembre de 2007, el profesor y científico Randy Pausch tenía que dar una charla a más de 400 estudiantes y colegas en la Universidad Carnegie Mellon, cumpliendo con una tradición académica denominada ‘Última lección’ (Last Lecture). Lo que nadie esperaba era que iniciara su ponencia con un terrible anuncio: padecía cáncer de páncreas, se estaba extendiendo por todo su cuerpo y los médicos solo le daban entre tres y seis meses de vida. Este arranque dejó mudo a todos los asistentes. Era una noticia que, por desgracia, muchos compartían dentro y fuera de la sala con amigos y familiares que están atravesando un calvario similar, pero que muy pocos eran capaces de encarar directamente. «Es lo que es y no podemos cambiarlo», aseguró Pausch, y continuó la charla con total naturalidad, con una sencillez que a muchos marcó para siempre y que le convirtió en una celebridad en la red. 
 
El título de la ponencia, “Cómo cumplir verdaderamente los sueños de tu infancia”, dejaba claro lo que iba a ser un alegato al esfuerzo, la perseverancia y el amor a la vida. La enseñanza, que ya muchos hemos podido compartir gracias a Internet, cuenta con cerca de 12 millones de reproducciones en Youtube y se ha vendido más de 7 millones de ejemplares de su libro ”The Last Lecture”.   
 
Durante su ponencia no quiso hablar de cáncer, sino de la vida y cómo vivirla, cómo alcanzar los sueños infantiles. Se trataba de un mensaje para todos y especialmente para sus hijos. En su caso, eran seis los sueños: poder sentir la gravedad cero, jugar un partido en la NFL, publicar un artículo en la enciclopedia ‘World Book’, emular al capitán Kirk de la serie Stark Trek, ganar un peluche y ser un creativo de Disney por un día. Randy no consiguió cumplirlos todos en su totalidad, pero sí disfrutó en pequeñas dosis de cada uno de sus sueños de infancia. 
 
Para intentar frenar el cáncer y disfrutar de sus hijos, este profesor se sometió a agresivas cirugías y quimioterapia experimental. Pero la enfermedad siguió su curso y casi 10 meses después de anunciarlo, Pausch falleció en su casa de Chesapeake, un 25 de julio, a los 47 años. Lo hizo enfrentándose siempre a la adversidad y convirtiéndose en un ejemplo a seguir. 

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