Itanú, los charrúas y el derecho al nombre

Resulta que el niño nació y sus padres, ejerciendo el derecho ­no sé por qué se llama patria potestad­ y también la obligación de identificarlo como ciudadano habitante del país Uruguay en este caso, fueron al Registro Civil.

Allí sufrieron obstáculos y trato discriminatorio de una funcionaria ignorante de los orígenes indígenas de nuestra patria y carente de sensibilidad hacia esta familia que disfrutaba la inmensa alegría de tener un hijo y llamarlo con nombre charrúa, orgullosos de ser parte del culto y la cultura de los valientes que entregaron su pellejo por la independencia junto al prócer de la libertad Gral. José Gervasio Artigas.

Este 11 de abril como cada año desde hace mucho aunque menos de lo que se debería, se rinde homenaje a los ancestros aborígenes concretamente a los charrúas. Tenemos la ley Nº 18.589 fresquita que declara al 11 de abril fecha de la matanza de Salsipuedes; «Día de la Nación Charrúa y de la Identidad Indígena», funciona el Conacha ­Consejo de la Nación Charrúa­ a nivel internacional, y hay excursiones multitudinarias al Memorial en el arroyo Salsipuedes Grande entre Paysandú y Tacuarembó, lugar emblemático de la emboscada trapera. Aún se pena por el Convenio 169 de la OIT sobre pueblos tribales en países independientes que es importante.

Al parecer se buscaría modificar la ley que deja a la valoración ­subjetiva inevitablemente­ del funcionario de turno, si los nombres propuestos por los responsables del niño o niña que se va a anotar, son «correctos o incorrectos».

De todas formas y para mal, el sentimiento racista no ha cambiado mucho en los corazones y en las mentes de cierta parte de la población. En tanto esto no suceda, es inútil legislar si no nace el respeto desde la barriga.

Si no sabemos en la primera infancia cultivar en las almas de nuestros gurises valores de convivencia y aceptación de la diversidad, podremos tener la constitución charrúa que no habrá caso.

Si dudas quedan de la complejidad de este tema, dejo unas perlas fronterizas y uruguayísimas de nombres típicos del departamento de Rivera que serían la delicia de antropólogos, sociólogos, investigadores de ciencias humanas y hasta psicólogos reunidos en ateneos. Y no retoquen ninguna letra porque es textual. Ahí van algunos ejemplos con apellidos cambiados, de cómo se llaman algunos de nuestros «bayanos» chicos y jóvenes: Jenrikisinguer González, Churchil Silvera, Ladiyane López, Maicol Veloso y así por el estilo. No me extrañaría que a estas alturas hubiera uno o muchos Baracobama Suárez o hasta Andrade qué se yo.

Transcribo parte de una carta de la madre de Itanú, más elocuente que todo porque viene de los protagonistas a los que agradecemos ponernos en estos bretes como sociedad para obligarnos a pensar, diagnosticar e intentar curar males colectivos que nos hacen retroceder como comunidad democrática y con justicia social real que aspira a serlo.

Decía la mamá charrúa: «Para los pueblos originarios, para nosotros como charrúas, la piedra tiene vida, «la piedra guarda la memoria de los pueblos», guarda la memoria de la gente originaria, porque la piedra estuvo desde siempre, «La piedra se acuerda que nació junto al universo, no es un cuerpo muerto, palpita por dentro». Así es la naturaleza de nuestro niño. Su espíritu está protegido por la piedra, es su espíritu hermano, su guardián. La memoria ancestral corre por sus pequeñas venas, revitalizando el legado de nuestros abuelos y abuelas. Pero a su vez es memoria de resistencia y de resistencias continuas de nuestros pueblos, tanto tiempo violentados por una lógica occidental que hoy en día continúa sin respetar culturas».

Como en nuestros ritos espirituales afroindígenas, hay muchas cosas que no me explico pero las entiendo cuando las siento. Eso es magia. Si diéramos más oportunidad al sentimiento sin censuras ni estereotipos, comprenderíamos mejor al otro y seríamos más nosotros mismos, como quiere ser Itanú.