Desequilibrio. El dengue, el paludismo y el mal de Chagas atacan a países pobres y no tienen mercado

Enfermedades "olvidadas" no generan interés entre los grandes laboratorios

Las llamadas enfermedades olvidadas, entre las que figuran el paludismo o malaria, el dengue y la esquistosomiasis, representan junto a la tuberculosis 11,4 por ciento del volumen mundial de afecciones, pero sólo 1,3 por ciento de los 1.556 nuevos medicamentos registrados entre 1975 y 2004 fue desarrollado específicamente para atacar esos males.

La prioridad que les dan los laboratorios a estas enfermedades «es cero», afirmó ante IPS Tania Araújo-Jorge, directiva de la estatal Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), anfitriona del foro internacional de expertos y gestores de salud que se realizó en Río de Janeiro.

El encuentro fue promovido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el fin de orientar recursos y formular estrategias con destino a los estudios y tratamientos para esas dolencias.

«No existe ningún desarrollo en inversiones privadas porque no dan dinero, no tienen mercado», explicó Araújo-Jorge. Los gobiernos de los países donde estas enfermedades son endémicas, que podrían configurar un eventual mercado, «no tienen políticas de compra aseguradas» y por lo tanto tampoco son atractivos, agregó.

Según la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDi, por sus siglas en inglés), de la no gubernamental Médicos Sin Fronteras, estos males matan y dejan discapacitadas a millones de personas y representan una necesidad médica importante que sigue sin ser atendida.

Precisamente uno de los objetivos de la reunión realizada en colaboración con el Instituto Oswaldo Cruz y la Organización Panamericana de la Salud fue discutir cómo compensar ese agujero en la salud pública.

«Actualmente hay más oportunidades de financiamiento de empresas y fundaciones, pero todavía no hay prioridades definidas. Hay dispersión de financiamiento en estudios», resumió Araújo-Jorge.

Los resultados de encuentros como este servirán de base para elaborar un informe global en 2011, que orientará a las agencias y países involucrados.

«El objetivo es armonizar y articular el esfuerzo de financiamiento determinando las prioridades», añadió la especialista.

El foro se centró en las dolencias más olvidadas dentro de las olvidadas: el mal de Chagas, la enfermedad del sueño y la leishmaniasis visceral, todas parasitarias y que afectan a más de 500 millones de personas en el mundo.

La coordinadora de proyectos para América Latina de la DNDi, Isabela Ribeiro, destacó que se trata de dolencias con una enorme carga socioeconómica en términos de salud pública.

Ribeiro mencionó el caso de la enfermedad de Chagas, causada por el parásito Trypanosoma cruzi y trasmitido generalmente por la chinche, un insecto conocido en algunas partes de América Latina como vinchuca.

El mal de Chagas, que afecta a alrededor de ocho millones de personas en el mundo y que es endémico en 21 países de América Latina, con frecuencia no se diagnostica y en casos extremos causa cardiopatías y problemas digestivos, discapacidades con alto impacto social y económico «a menudo no reconocido», dijo.

La DNDi menciona como consecuencias el desempleo y la «disminución de la capacidad productiva».

Otro estudio citado por esta entidad, realizado entre 1979 y 1981 en Brasil, determinó que en 15 años se perdieron más de 1.300 millones de dólares en sueldos y productividad industrial por trabajadores con esta dolencia en el gigante sudamericano.

Se estima que la enfermedad del sueño, causada por dos subespecies de protozoarios kinetoplástidos y trasmitida a los humanos por la mosca tsé-tsé, afecta actualmente a una población de entre 50.000 y 70.000 personas y provoca 48.000 muertes cada año.

Este mal azota especialmente a los países africanos y genera, según la DNDi, graves consecuencias sociales y económicas. A fines del siglo XX, las epidemias alcanzaron hasta 50 por ciento de la población de varias aldeas rurales africanas.

La leishmaniasis visceral también está vinculada a la pobreza. Se calcula que su forma más grave afecta actualmente a 500.000 personas en 88 países. Los más afectados son Bangladesh, Brasil, Etiopía, India, Kenia, Nepal y Sudán.

Se trata de enfermedades con «diferentes niveles de mortalidad y morbilidad», pero todas con «un impacto socioeconómico potencial importante», según Ribeiro.

Al estar asociadas a las «poblaciones más vulnerables» y «en general fuera del sistema», no generan mucho interés para el desarrollo de medicamentos y estudios, acotó.

Pese al panorama general, Ribeiro es optimista. Destacó el surgimiento de cada vez más «modelos de asociación» entre el sector público y el privado para desarrollar esos medicamentos, promovidos por organizaciones como la DNDi.

En Brasil, por ejemplo, el laboratorio público Farmanguinhos, de la Fiocruz, está desarrollando medicinas para enfermedades como la malaria y promoviendo estudios específicos sobre el mal de Chagas.

En el sector privado, Ribeiro también mencionó el caso de una asociación que promovió con el laboratorio multinacional Sanofi-Aventis para un medicamento contra la malaria con precio de costo para el sector público.

Otra luz en el camino, según Araújo-Jorge, es el hecho de que organizaciones internacionales hayan comenzado a darles «más voz y protagonismo» a los países donde estas enfermedades son endémicas.

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