Parlamento. Homenajearon al profesor Ernesto Iraola, experto en medicina natural

"El individualismo es una de las mayores enfermedades de nuestro planeta"

El profesor Ernesto Iraola es presidente de la Asociación Uruguaya de Digitopuntores, con diez años de existencia y con personería jurídica; es director del Instituto de Educación Centro Dei de Medicina Natural, es sensei de aikido (un arte marcial) con el grado de 3er. dan (reconocido por la Asociación Internacional de aikido con su sede central en Tokio, Japón), entre otras cosas.

Hace 31 años que el profesor Iraola comenzó con la medicina natural, haciendo digitopuntura, «la cual era considerada como una cosa rara y vista como un actividad medio loca en el país», como lo define él mismo. «Una de las cosas que no me dejó parar fueron los resultados, las respuestas que había. Yo estudiaba con libros en aquel entonces porque en el país no había nada», recuerda Iraola. Mandaba cartas en inglés a Japón, porque no había fax ni correo electrónico. Así fue profundizando sus técnicas, con muchos pacientes que iban atrayéndose unos a otros, los amigos, los vecinos, se iba corriendo la voz sobre los buenos resultados que se obtenían con las técnicas que este profesor aplicaba. Con el tiempo llegó a vivir en Japón, el año pasado estuvo en China, viajó a muchos países para dar conferencias. Hoy su instituto lleva 29 años brindando cursos de formación para terapeutas, aparte de la atención personalizada en consultorio. Con él habló LA REPUBLICA para conocer más sobre sus actividades.

­¿Cómo está considerada la medicina natural en nuestro país actualmente?

­Hay una apertura cada vez más amplia en la Medicina Natural.

­¿A nivel de la gente o de la academia también?

­De ambos lados. Yo tengo varios médicos que son alumnos míos, que están fascinados con estas técnicas, pero debo reconocer que aún no existe una apertura total de parte de la academia. No hay todavía un reconocimiento hacia esta medicina que tiene más de 5.000 años. Se habla de medicina tradicional y medicina milenaria. No sé cuál es más tradicional, si la que tiene más de 5.000 años o la que no llega a 200 años. Pero los resultados se ven cada día más en nuestra sociedad y la gente tiende cada vez más a una atención sin apuro, más globalizada, teniendo en cuenta no sólo el dolor, las quejas, sino también las emociones, que juegan un papel muy importante, que es cómo encara la medicina natural al ser humano.

­¿Estas técnicas, muy aplicadas en Oriente, sobre todo, qué aportan y en qué se basan?

­Se basan en el primer principio, fundamental, en el cual yo insisto mucho con los alumnos: que no existe una buena medicina si no existe una buena anamnesis, es decir una buena interacción con el paciente. No puede haber un tiempo, tiene que haber el tiempo necesario para cada paciente. Muy importante como base, como raíz de esta medicina es que si nos especificamos solamente en el síntoma y en el dolor, nos estamos perdiendo toda la globalidad. Yo siempre pongo el mismo ejemplo: puede haber tres personas con estreñimiento. El 60% de las mujeres de nuestro país sufre de estreñimiento. Una de la causas puede ser que se tenga un problema muy grande en su vida, mirando bien su proceso digestivo. Otra persona puede tener una oclusión intestinal y la tercera puede estar comiendo dos kilos de queso por día. El síntoma es parecido, pero si no tomamos la globalidad de ese paciente, es imposible llegar a la causa. La medicina natural, esta medicina de Oriente, lo que aporta es atender al ser humano con una especialidad pero sin perder la globalidad, sino es imposible llegar a la causa, para que esa persona pueda estar sana y gozar de buena salud.

­¿Esa globalidad que suele utilizarse en Oriente, no sólo en la medicina natural, choca con los principios cartesianos de Occidente?

­Claro. El principio número uno es atender al ser humano como un ser independiente, único e irrepetible, que no sólo tiene un cuerpo y una química, sino que tiene un pensamiento y emociones que mueven esa química también.

­¿No son separables?

­Es imposible separarlos. La medicina de Oriente tiene opiniones que hoy en día las está tomando la física moderna, como por ejemplo el principio de la solidez, que es falso. Yo tomo mi mano, la miro y veo que está quieta, pero sin embargo no está quieta porque con los cinco sentidos que tenemos no llegamos a captar la realidad de las cosas. El ser humano está acostumbrado a recibir los estímulos del mundo exterior y el conocimiento que de él proviene, a través de los cinco sentidos, y más en nuestro planeta Tierra, que la mayoría de los centros educativos están basados y enmarcados en estudiar y profundizar en el lado izquierdo del cerebro y no en el lado derecho. Si vamos más allá de nuestros sentidos, hay sonidos que no podemos escuchar. El perro, que tienen un oído más agudo, sí los puede escuchar y hay ciertos espectros que no alcanzamos a ver. Por eso es que el hombre mejora sus ojos con el telescopio y así llega a ver más allá de la realidad de lo que está pasando. Y esa realidad es que toda materia está en un continuo movimiento. Por eso es que el sentido de solidez es falso. Es muy difícil entender cómo yo estoy formado por varias realidades. Una realidad macro, que es la que se puede ver, mi carne, la sangre, los huesos. Otra realidad más micro, como el átomo. Yo me miro la yema del dedo y no veo la cantidad de átomos que existen y que se están moviendo. Así es también el pensamiento, que forma parte de mí mismo. Es muy difícil entender cómo todo eso está unido en una sola cosa. Indefectiblemente hay un hilo que une todo eso y ese hilo es esa energía universal, que en Japón se le llama ki, en China se le llama chi, en la India se le llama prana, y tiene otros nombres. Es el entendimiento que somos todo una sola cosa. El individualismo, que es una de las mayores enfermedades de nuestro planeta Tierra hoy en día, es lo que nos aleja de esta concepción de formar una globalidad.

En mi caso yo tengo lo mismo que tú, pensamientos, emociones, cuerpo, sangre, pero mi ki, mi chi, mi energía universal está con una fuente y por eso está separada, pero todos somos una sola cosa. Como el niño cuando va a la playa y con un baldecito lo llena de agua y dice «esta agua es mía». Sí, es de él esa agua pero en realidad forma parte del mar y de todo lo que somos.

­¿La medicina natural utiliza medicamentos?

­No. La idea es que el mejor medicamento, que tiene el ser humano, es su energía, que está en defensa continua de todas las agresiones que nos alejan de la salud. En última instancia el ser humano está vivo por la energía que liberan las células a los tejidos.

Lo que utiliza este tipo de medicina es esa energía que nos mantiene vivos, potenciando aquellas energías del cuerpo que están enfermas, que están desequilibradas y ellas mismas, con el máximo caudal e energía, logran subsanar el desequilibrio que puede ser emocional, psicológico o físico.

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