Online. Hay personas dependientes de Internet

Cómo desconectarse de la vida virtual

Desde el anuncio de un nacimiento, pasando por las fotos de la niñez hasta el paso por las redes sociales, todo la vida de una persona puede rastrearse en Internet. Muchos se sienten satisfechos con las garantías de privacidad que existen, pero otros están reconsiderándolas e incluso han decidido que sus vidas están demasiado expuestas.

Daniel Sieberg, periodista de un canal de televisión estadounidense, es uno de estos últimos. Al llegar a la conclusión de que las redes sociales habían tomado el control de su vida decidió desconectarse. «Mi ego y yo quedamos atrapados (en las redes) y mis relaciones interpersonales comenzaron a sufrir», dijo en su «Declaración de Desconexión» publicada en el periódico electrónico The Huffington Post.

Sieberg reconoce que reemplazó su relación con allegados y seres queridos por una interacción con personas desconocidas pertenecientes al mundo de la red, y que llegó a estar demasiado pendiente de, por ejemplo, los mensajes escrito en su «muro» virtual.

 

Eliminando avatares

Gordan Savicic, convencido de que muchas personas sentían que habían perdido el control de sus vidas virtuales, creó un servicio para ayudarlas a desconectarse de las redes sociales.

Con sede en Holanda, la Web 2.0 Suicide Machine es un sitio que entra en las cuentas de sus usuarios y borra toda la información acumulada sobre ellos en Internet.

El servicio ha tenido mucha demanda: unas 90.000 solicitudes, y hay un período de espera de un mes.

«Algunas personas han creado avatares en Internet tan publicitados que hablan de ‘eliminarlos’ como si se tratara de seres vivientes», explicó Savicic. Se trata de mucho más que de privacidad, según él. Mientras más tiempo pasamos creando nuestros perfiles y redes virtuales menos tiempo dedicamos a cultivar nuestras relaciones en el mundo real.

 

Peligrosa desconexión

Sin embargo, según el psiquiatra Jerald Block, de Oregon, EE.UU., «la desconexión tiene sus riegos». El doctor Block trata a pacientes que usan Internet de manera excesiva: más de 30 ó 40 horas semanales. El servicio ha tenido unas 90.000 solicitudes.

«Si eres muy activo en la red, al desconectarte pierdes una parte significativa de tus relaciones y tienes que llenar 30 ó 40 horas con vida real», manifestó. Block aseguró que para muchos es gratificante desconectarse, pero que otros sienten que no son capaz de mantenerse alejados de la computadora.

Para Giorgio Pagoria, de 23 años de edad, ingresar a una red social es algo que ha descartado de plano. Orgulloso de no tener perfil en Facebook, el cree que las redes son demasiado adictivas.

«En un principio uno se conecta para mantener contactos, hacer amistades o planificar eventos pero puedes quedar muy atrapado y volverte adicto de una manera que no es sana», remarcó.

Sin embargo, Pagoria reconoció que es muy difícil permanecer alejado de las redes, sobre todo para él que está integrado al programa de intercambio estudiantil Erasmus, que lo llevó a Holanda.

«Aquí en Erasmus todo el mundo usa las redes para organizar eventos y si no fuera porque mi compañero de cuarto está en Facebook me perdería muchas oportunidades o tendría que usar más mi teléfono».

 

Vidas amplificadas

Hay también muchas personas que se sienten engañadas por el mundo virtual de status actualizados y pocos caracteres que explican qué hace cada quién.

Pero ¿si no podemos vivir sin twittear o publicar lo que pensamos para que lo vean nuestros 2.000 amigos virtuales, nos arriesgamos a perder la identidad?

Clay Shirky, autor del libro Cognitive Surplus, manifestó que puede que Internet no esté cambiando quiénes somos pero sí la manera en que nos percibimos los unos a los otros. «Somos una especie social; siempre nos hemos moldeado mutuamente la identidad», expresó.

«Lo que ha pasado ahora es el carácter explícito, permanente, global, investigable; todas esas cosas han amplificado esos efectos» añadió.

Y la clave, dijo, es estar en «el justo medio» para navegar con éxito en el ambiente magnificado en el que nos movemos, donde cada uno de nuestros movimientos pueden quedar expuestos.

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