Astronomía. Tormentas solares, ovnis, horóscopos y otras yerbas

Desmitifican predicciones catastróficas

En el Planetario Municipal entrevistamos al docente Juan Carlos Tulic, licenciado en Física (opción Astronomía) de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, con la intención de recabar su punto de vista a propósito de la tormenta solar que se anuncia para 2012. La charla empezó por el abordaje de este tema, pero luego derivó a otros asuntos relativos a la astronomía y a los mitos y leyendas populares respecto del universo y los astros.

 

Apocalipsis

Una tormenta solar de fuerte intensidad que ocurrirá en el año 2012 parece confirmar una supuesta predicción maya según la cual ese año tendrá lugar el fin del mundo. ¿Qué hay de cierto en todo esto? ¿Hay motivos para alarmarse?

«Es una mera coincidencia», no vacila en afirmar Tulic. Las explosiones solares no tienen nada que ver con la manera en que se construyó el calendario maya. Como todo calendario, el maya tiene un ciclo determinado, marca fechas importantes para los cultivos, para los ritos religiosos, pero no predice nada. «Pienso que probablemente las famosas predicciones mayas obedecen a una interpretación caprichosa de esa cultura. Un poco como las predicciones de Nostradamus, que anuncian cosas diferentes según la interpretación que se haga de ellas».

La cosa es más bien así. Las tormentas solares se deben a la interacción del viento solar con las partículas de la atmósfera, y de acuerdo a la composición de ésta –mayormente nitrógeno y oxígeno–, esos átomos son excitados por esas partículas y emiten luz. El fenómeno que va a ocurrir en 2012 y 2013 está dentro de los habituales. Es un proceso en el cual las manchas solares aparecen, tendrán su punto cúlmine entre 2012 y 2013, y después van a decaer.

 

Efectos de las tormentas solares

La ionósfera –la capa más exterior de la atmósfera que se encuentra a 80 kilómetros de la corteza terrestre– se usa como medio transmisor de las ondas. Cuando la ionósfera se enrarece o cambian sus condiciones, las comunicaciones pueden verse afectadas.

En 1980, cuando hubo una tormenta solar intensa, ocurrió que el avión presidencial de Estados Unidos –el presidente Reagan iba a bordo– se quedó en silencio; hubo un «black-out» en las comunicaciones que generó una considerable alarma; pero fue un fenómeno natural.

Se ha comentado, también, que las explosiones solares pueden incidir en las cosechas. «Eso no está comprobado», sostiene Tulic, quien agrega: «Lo que sí puede haber son fenómenos electromagnéticos que tienen efectos sobre las centrales eléctricas que están hacia el Norte –donde se dan las auroras polares– porque el campo magnético terrestre es más débil, y ahí pueden penetrar con más facilidad las partículas provenientes del sol, y es entonces que se desarrolla toda la actividad geomagnética. Esos campos magnéticos son partículas que se desplazan a cierta velocidad y pueden inducir, en las líneas de transmisión, nuevas corrientes y quemar los generadores, como sucedió en Alaska».

Pero no hay que alarmarse, pues tormentas solares las ha habido a lo largo de toda la historia, alternándose con períodos de inactividad solar; ese ciclo de manchas solares es de once años. Actualmente hay un satélite, el Soho, que monitorea constantemente la actividad solar, y cuando detecta alguna fulguración en el Sol, envía los datos pertinentes para que en la Tierra se tomen los recaudos necesarios.

Esas explosiones del Sol son las responsables de las auroras polares, un fenómeno óptico fascinante. Las auroras son velos luminosos que cambian de aspecto y se mueven como una cortina de seda ondulante que varía en luminosidad y en color.

 

Ovnis y vida extraterrestre

Otra de las necesidades inherentes al ser humano es la de suponer que hay seres que habitan otros planetas. Selenitas, marcianos, pobladores de Ganímedes, han estado siempre presentes en las fantasías populares. Los avistamientos de objetos voladores no identificados sirvieron para abonar el mito, y aunque más del 90 por ciento de los objetos voladores que atribularon a los hombres ya han sido identificados (se trata de fenómenos meteorológicos y no de naves extraterrestres), la creencia pervive.

Veamos la realidad. Se han detectado cerca de 400 estrellas similares a nuestro sol y con planetas que giran a su alrededor con sistemas muy variados. En la búsqueda de vida extra planetaria o extragaláctica se analizan la atmósfera y los trazadores biológicos (ozono, anhídrido carbónico). Los resultados hasta ahora obligan a descartar la existencia de vida en el sistema solar, pero la posibilidad de vida en otros sistemas se mantiene.

Ahora bien, ¿cómo podemos llegar a ellos? Las posibilidades de viajar a otras galaxias son prácticamente nulas: «Apenas podemos salir de nuestro sistema», reflexiona Tulic.

Cuando se habla de sistemas extrasolares, hay que entender que se trata de estrellas de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Esta tiene la forma de un plato achatado que mide unos cien mil años luz de extremo a extremo. El Sistema Solar se halla en la periferia de la galaxia, a unos treinta mil años luz del centro, en lo que llamamos el «Brazo de Orión», que va girando, y cada 200 mil años da una vuelta completa.

Con la tecnología actual un viaje a otras galaxias es absolutamente inviable. Pero uno puede fantasear con los «agujeros de gusano», que son formaciones en el espacio-tiempo que comunican como túneles con otras regiones del universo. La teoría de la relatividad general permite ese tipo de estructuras, las cuales serán viables para viajar por el espacio, pero todo eso no es más que especulaciones.

Así que ya sabe, amigo lector: si usted abrigaba la esperanza de hacerse un viajecito a Andrómeda o a las Nubes de Magallanes, le sugerimos que deseche esa perspectiva. Por lo menos por ahora.

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