Concurso. Un resultado justo como broche final de una fiesta inolvidable

Belleza, elegancia y glamour en Miss Atlántico 2011

Eran casi las doce de la noche. El certamen llegaba al final y, después de seguir atentamente las alternativas y hacer mis propias evaluaciones, me esperaba lo peor: un final largo y fastidioso, de esos que intentan aumentar las expectativas de las chicas y solo logran aburrir al público, para dar luego la mala noticia: ganó la menos esperada.

Me estaba maldiciendo por haberme tomado en serio el asunto y haber hecho mi propia selección, por haber perdido tiempo y neuronas en esa y otras elucubraciones, como sacar ­a ojo de buen cubero­ el promedio de edad (20 años), el de altura (1,72) y el de medidas : 90­60­90, cuando en brevísimos instantes dieron todos los resultados. Y para mi sorpresa, fueron los esperados.

El premio al mejor traje típico fue para la representante de Costa Rica, Karol Quirós, cuyo traje esta realizado imitando las plumas del pavo real, con lentejuelas, y su tocado, altísimo y muy elegante, estaba hecho con estas mismas plumas. Lo más emocionante fue la forma en que desfiló y la música que la acompañó. No hubo dudas con respecto a la elección.

Esta parte del certamen, el desfile de trajes típicos, es la más interesante, y seguramente la que le ha dado permanencia como para cumplir, esta vez, 25 años. Casi todos los trajes fueron de fuerte impacto. Algunos más previsibles, como un vestido negro con una liga roja, para el tango argentino acompañado por «La Cumparsita», del uruguayo Matos Rodríguez ­salvaron las papas diciendo que era un homenaje a la unidad rioplatense­ o la representante española con música flamenca, traje rojo, con flor en la oreja incluida (una imagen de España demasiado estereotipada) o el atuendo propio del carnaval, en blanco, para representar a Brasil.

Pero los hubo sorprendentes y maravillosos, que deben haberle dado trabajo al jurado, como el de Ana María Gordon, de Panamá, que expresaba la Danza del Diablo con un tema titulado «El diablito» y que simbolizaba la lucha entre el bien y el mal, la humildad y la soberbia, la generosidad y la avaricia. O el bellísimo traje de la representante de Bolivia en homenaje a un dios guerrero de su tradición, o el sutil vestido imitando la piel de leopardo que envolvió a la embajadora de Sudáfrica o la curiosa caparazón que daba protección a la «sardina ciega» de México, por fin, el ave Quetzal, en vías de extinción, que está lleno de simbologías libertarias de los Altos de Chiapas y es el ave nacional de Guatemala.

El otro premio a trajes típicos fue también merecido. Se lo otorgaron a la representante de Perú, por la relación con las características del país. Este traje tomaba toda la geometría de las guardas incas y las reprodujo en un manto cuadrado, de fondo rojo, transparente en el centro, que enmarcaba a la representante que repetía los motivos en su corto y ajustado traje, diferente a los muy escenográficos de los que hablamos antes pero bellísimo en su colorido y concepción.

Uruguay no se quedó atrás con un modelo en celeste que representaba mares y algunas notas de color con piedras que hablaban de la riqueza en piedras semipreciosas de nuestro país. Abstracto y bellísimo, sin ser despampanante.

 

Hasta allí, con los trajes, íbamos bien.

Ahora llegaba la tragedia. Como la pasada en traje de baño fue con el mismo modelo para todas, lo único que se evaluaba era el cuerpo y la manera de caminar, pero con los trajes largos entraban en juego otras cosas, como el buen gusto, la elegancia…en fin: una prueba de fuego.

En un momento parecían todos iguales, en distintos colores, hasta que apareció la representante de Sudáfrica con un delicado vestido en rosa con nervadura en plateado que partía de una estrella en su cadera. Un vestido que rompía las reglas de la supuesta modernidad, para instalarse en la elegancia, sin efectos llamativos ni toques «rococó». Era la más linda. Sin duda. Y, además, trasmitía serenidad y entereza.

Pero como en el certamen además de la belleza entraban en juego la preparación, la cultura, las respuestas que dieron en el interrogatorio del jurado el día anterior, y hasta un trabajo que tuvieron que hacer sobre el medio ambiente, el resultado podía ser cualquier otro.

Algunas respuesta del interrogatorio las iba repitiendo durante las diversas pasadas: fulanita quiere para su vida «ser feliz», menganita desea «tener éxito en sus emprendimientos y formar una familia…» En fin. Solo dos dijeron que les gustaba leer. A la ganadora le gusta escribir y para nuestra sorpresa la representante de México, Alejandra Balderas, que estudia comercio exterior, ¡toca el piano!

Mejor no seguir con el tema porque hubo respuestas que no deberían ni computarse.

 

«¿Qué le gusta hacer?» 

«Divertirme.»

Pero también hay que tomar en cuenta que muchas de las participantes eran casi niñas, de 18 o 19 años, alguna todavía terminando sus estudios secundarios y seguramente con objetivos muy poco claros que no pueden competir con la formación y enfoque de vida de una mujer de 25.

Cuando por fin llegaron los resultados y las elegidas coincidían con algunos parámetros que habíamos tomado en cuenta, fue como un alivio.

Los premios fueron entregados por la madrina del evento, la princesa Laetitia D’Arenberg, y el director de Turismo de la Intendencia Departamental de Maldonado, Horacio Díaz, y salvo las pausas a las que obliga la televisión, y algunos gritos que se escucharon desde atrás del escenario, pero no llegaron a mayores, todo transcurrió en orden.

El «vamos a la pausa» que impone la tele hace un desfile con recreos que podrían aprovecharse para convidar una copa, o al menos pasar un aviso. Lo mismo cuando el locutor anunciaba que se estaban viendo imágenes de la llegada de las chicas o de sus paseos por todo el país: podrían repetirlo en las pantallas donde el público presente se sintiera algo más que relleno.

La dirección de arte de Nelson Mancebo fue impecable, con enormes columnas iluminadas imitando olas, que cambiaban de posición en cada escena y que le dieron un marco adecuado a las pantallas, donde las olas del Atlántico rompían casi salpicando al público.

Este evento es organizado por Heber Barrios, con apoyo de Conrad, Ancap y champagne Freixenet, además de varias intendencias y hoteles que recibieron a las chicas en distintos lugares del país y varias marcas que las vistieron, maquillaron, peinaron y premiaron.

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