Luisa Sosa Llanes. "Yo lo conocí a Carlos Gardel"

Recuerdos de una tacuaremboense de 91 años

Mientras me da un afectuoso abrazo y educadamente me invita a sentarme, Luisa Sosa Llanes expresa con voz segura: «todo lo que usted me pregunte yo le voy a contestar así como es, si es feo es feo y si es bueno, mejor».

Esta mujer de campo hace 6 años que trabaja en Patria Gaucha, primero con la Sociedad Tradicionalista de Batoví-Bonilla y ahora con Juan E. Gastelu. «Me han pagado divinamente y saqué premios por las manualidades en lanas, maquinarias, telares, pintura en tela que estuve presentando en la Aparcería», afirma quien todavía continúa realizando trabajos en lana cruda «por encargue».

 

Historia de vida

«Mi mamá, que se llamaba Luisa Llanes igual que yo, me dijo que yo nací en Valle Edén, el día 4 de julio de 1920, ahora mi padre me presentó junto con otro gurí que nació. En esos tiempos todo era atrasado, porque hoy en día tenemos toda la reacción que dan los estudios y todo lo demás, pero mi padre, Reino Sosa, era muy atrasado, y cuando tenía dos gurí nacidos medios juntos, recién ahí los presentaba, entonces me presentaron el 8 de agosto del otro año. Voy a cumplir ahora 91 años» recuerda con total lucidez.

«Cuando yo tenía 6 meses mis padres se fueron a trabajar a una chacra, y a tener más hijos después que yo. Eran muy preciosos los padres de antes, se tenían una confianza uno en otro. Hoy yo me veo media amargada porque noto que la vida está bastante cambiada, no es a mi gusto pero, en estos momentos yo ya me estoy convenciendo de que tiene que ser así. Yo perdono a toda la juventud, porque es la que va para adelante, nosotros ya nos vamos a terminar y la juventud es la vida que sigue y lo que hagan estará bien hecho» reflexiona doña Luisa sobre el hoy y el ayer.

«Dieciocho hermanos nacieron de mi madre, ahora nos criamos menos porque unos tres murieron. Yo veía a mi mamá llorando, y preguntaba qué le pasaba y era porque había muerto un hijo de ella, hermanito mío. Cuando eso, las otras hermanas mías eran todas señoritas y una de las mayores de ellas, Josefa Sosa, era la novia de Carlos Gardel» revela doña Luisa.

«En ese entonces la más mayor de todas ya se había casado con un capataz de una estancia y yo lloraba mucho cuando se casó porque era muy apegada a ella, entonces me dieron para que mi hermana me cuidara y me fui con ellos para la estancia que era de Ruperto Pienralesa y su señora que le decían «Chita» y se llamaba Elvira García Conde» continúa su historia, haciendo corto hincapié en el popular cantor de tango.

 

«Yo conocí a Carlos Gardel»

Según afirma Luisa Sosa Llanes, ella conoció durante su primera infancia al Zorzal Criollo, cuando recién comenzaba a desplegar toda su magia, por el Río de la Plata. «Yo tenía 4 años de edad cuando me di cuenta que vivía en los brazos de Carlos Gardel, porque él vivía en la casa de mi madre, cuando venía dos por tres de paseo de las andanzas de él en otros países. Se quedaba en la casa de mi madre porque un hermano mío, Jorge Sosa cantaba junto con él. A Jorge, le cambiaron el nombre cuando comenzó a viajar a otros países con Carlos Gardel, para poder hacerlo famoso también».

Sobre las visitas de Gardel a su hogar materno, recuerda: «yo tenía 3 o 4 años pero yo ya me daba cuenta de todo. Carlos Gardel venía a pasear y salía a los campos conmigo y me sacaba a andar a caballo y me enseñó a montar las vacas. Había una familia amiga de él o del padre de él; la verdad que no sé bien cómo era la cosa, la de Manuel Magariño, que era dueño del Diario Español, y que criaba a un hermano mío, llamado Andrés Sosa porque mi madre tenía a los hijos pero los empezaba a dar porque éramos muy pobres y ella quería que los hijos anduvieran con la barriga llena, que nunca pasáramos hambre y con ella íbamos a pasar hambre. Mi madre concebía todo eso, y bueno Carlos Gardel pasaba largas temporadas con ellos».

La memoria de doña Luisa narra que los encuentros se sucedieron hasta que ella entró en la adolescencia, alrededor de los 14 años, cuando escuchó los relatos del Mago por última vez entre las tristezas de un cuento trágico. «En esa época llegó un día con la noticia de que mi hermano Jorge había muerto de una enfermedad que se llamaba tuberculosis galopante y ahí ni mi madre ni nosotros pudimos ir al velorio, porque éramos todos muy pobres; para ese entonces mi madre trabajaba como lavandera y mi padre, que era milico civil, como chacrero en una estancia que le daban para vivir».

Sobre el nacimiento de Gardel, Luisa Sosa Llanes sostiene que estos eran «temas de adultos», que no se hablaban libremente, pero igual «yo alguna vez escuché decir a mi madre, además yo conocí con ella la estancia en Valle Edén donde él nació, en el repecho del cerro. La madre de mi madre se llamaba Placedes Llanes y mi abuelo, Juan Rossano y tenían su casa bien cerca de la casa de Carlos Gardel. Hasta ahora está la Estancia La Blanca tal cual estaba en aquel entonces, usted puede pasar y ver, bien en el repecho del cerro, me acuerdo que mi abuelita nos señalaba diciendo «allá es la casa de Carlitos Gardel».

 

Una historia de amor

La muchacha no dejó pasar el tiempo y a los 15 años contrajo matrimonio; «ya a los 16 andaba con un gurí en las caderas» sostiene doña Luisa pícaramente. «Tuve tres hijos, el primero falleció con 60 años, trabajaba en OSE y se llamaba Abel Idearte y me dio 9 nietos varones y 2 mujeres; 5 de ellos son comisarios y tienen altos cargos, la mayoría trabaja en Montevideo, Punta del Este, en otros lados» nos cuenta doña Luisa.

«Cuando conocí a mi esposo, yo era una gurisa guacha y él ya era un hombre mayor de 31 años, pero a mí no me importaba que fuera más viejo, yo estaba alborotada y no había nada que hacerle» expresa mientras se ríe alegremente, a la vez que agrega «por eso yo comprendo a la juventud, porque yo también la tuve y es muy linda».

«En fin, el tema es que él llegaba mucho a mi casa, porque era muy amigo de mi madre y yo me enamoré de él y enseguida le fue a hablar de casamiento a mi madre, porque le interesaba el matrimonio con una gurisa guacha como yo» recuerda al evocar los comienzos de su historia de amor. «Yo me encontré en ese momento muy emocionada porque me iba a casar, pero él tenía otra novia y yo era muy celosa, entonces cuando él pasaba por una calle por donde iba a la casa de ella, y yo lo veía venir siempre de a caballo, me ponía furiosa y le decía que me quería casar ya, porque en aquel entonces pensaba que casarse era así» afirma con inocencia. «Para que yo me conformase y no hiciera berrinches, él me regaló un juego de muebles; el juego de dormitorio que era una cama vieja sotreta, un colchón y tres sillas» vuelve a mencionar con travesura.

Algún otro muchacho mientras sostiene su relato, se acerca a saludarla, la invita con un refresco al que agradece nombrando como sus «nietos de la vida», y entre suspiros afirma «la felicidad que yo siento hoy en esta fiesta me hace comprender que hay que seguir el camino de la juventud, porque nosotros estamos pa’ ir pa’ la cafúa nomá. Quedan ustedes para hacer Patria y hacer luz en esta tierra».

Y así me despedí…con un testimonio en mano sobre la nacionalidad oriental del Zorzal Criollo y una lección de vida en una historia mínima.

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