El producto natural cuenta con el certificado de la Comunidad Económica Europea

Bodega uruguaya fabricó el primer vino para diabéticos del mundo

MARCELO BUSTAMANTE

 

Desde Uruguay surgió una gran noticia que gratificará a millones de diabéticos en el mundo. Se creó un vino cuya ingestión no provoca alteraciones en el organismo de individuos con alto porcentaje de azúcar en sangre.

Las escenas donde estos enfermos se sienten excluidos de las reuniones familiares o de las comidas por no poder brindar con una copa de vino, podrán quedar en el pasado.

Este nuevo producto que evita la discriminación con los diabéticos provino de la bodega floridense De la Cruz. Sin embargo, esta bebida que fue concebida en un principio como ecológica por elaborarse en forma natural, terminó siendo una verdadera revelación.

Según explicó a LA REPUBLICA el director del establecimiento, Juan José Arocena, un diabético compró una botella de la variedad ecológica creyendo que dañaría su organismo. La bebió y no sufrió ningún efecto. Incluso, tras ingerir tres botellas del vino en un período de 35 días, percibió que no aumentó su curva de glicemia.

Esta historia comenzó en 1997, cuando los directivos de Vinos de La Cruz recibieron desde Dinamarca la solicitud de una bebida ecológica u orgánica. Desde ese entonces en el viejo continente hay tendencia a consumir productos de origen natural.

En Uruguay, quien certificaba ese tipo de vinos era la Asociación Rural. No sólo obtuvieron el aval a nivel nacional, sino que también fueron certificados por la Comunidad Económica Europea.

La intención del establecimiento uruguayo era obtener una uva ecológica que permitiera elaborar un vino orgánico. Durante cuatro años se hizo el tratamiento de un cultivo natural en un predio con extensión de 16,5 hectáreas.

Fue así que en marzo del año 2001 lograron certificar la uva ecológica y elaboraron cinco variedades de vinos ecológicos (Pinot Noir, Malbec, Muscat D’Hamburg, Merlot y Arriloba). En setiembre del mismo año lograron la certificación del producto. Este emprendimiento demandó una reconversión que implicó una inversión de quinientos mil dólares.

Para la fabricación de la bebida no utilizan fertilizantes químicos ni herbicidas. Tampoco fungicidas ni insecticidas. Por el contrario, volvieron a las fuentes, recurriendo a los fertilizantes naturales, tanto sea de origen animal como vegetal.

Arocena indicó que las etiquetas (españolas), las tintas, los adhesivos (ambos alemanes), el corcho (portugués) y el vidrio (argentino) utilizados en el producto final tienen certificado ecológico.

Existen vinos ecológicos en Estados Unidos, Chile y Argentina. Sin embargo, la Comunidad Europea no reconoce a estos productos debido a sus mayores requerimientos para su certificación, ya que las bebidas certificados por la norma estadounidense permiten la utilización de matayuyos, por ejemplo.

En cambio, el primer certificado liberado por la CEE a una industria vitivinícola americana fue para la bodega De la Cruz, que es reconocida en todo el mundo.

A partir de setiembre de 2001, una persona diabética, tras consumir una tercera botella del vino ecológico fue a consultar a los propietarios de la bodega para saber por qué no le hacía daño. «No le aumentaba la curva de los niveles de glicemia, sino que más bien se los bajaba. Se decidió realizar estudios médicos, en colaboración con la Asociación de Diabéticos Uruguaya (ADU) y ejecutados por el Latu. Esta experiencia se repitió en otros enfermos y se obtuvo similares resultados», indicó Arocena.

El pasado 12 de abril, la bodega obtuvo para su producto la certificación de la ADU. Ocho días después, el producto uruguayo fue presentado en el Congreso Mundial de Diabetología realizado en Dinamarca, obteniendo la aprobación. La bebida también fue certificada por la asociación de diabéticos brasileños, logrando un importante respaldo regional.

La ADU recomienda la ingestión de un máximo de dos copas al día para el hombre y una para la mujer, ya que un consumo excesivo puede provocar hipoglicemia.

Según el director del establecimiento, estos vinos no hacen daño porque tienen cero grado de azúcar, un bajo valor glicémico así como escasa dosis de carbohidratos.

La fabricación de vinos para diabéticos o ecológicos implica un costo superior del sesenta por ciento en comparación con la bebida tradicional, debido a la baja producción de las plantas –casi la mitad– motivada por la utilización de fertilizantes naturales que poseen menor potencia que los químicos.

El precio final de la bebida se encarece también por los gastos derivados de las inspecciones y controles efectuados por la Comunidad Europea, ya que debe pagarse los viáticos de los funcionarios a cargo de los controles y otras erogaciones originadas por el relevamiento internacional.

La bodega tiene una baja producción, estimada en unas 180 mil botellas al año, y participan de la producción 68 empleados. Este producto para diabéticos se vende en todas las grandes cadenas de supermercados a $ 160 la botella y contiene 750 centímetros cúbicos.

En Uruguay existen unos 230.000 enfermos de diabetes.

A nivel internacional, el producto es demandado desde Brasil –donde hay un mercado potencial de aproximadamente ocho millones de personas–, Estados Unidos, Ecuador y México.

A partir de este importante descubrimiento, se abre un nuevo mercado para la industria vitivinícola, ya que a nivel nacional –según explicó Arocena– la producción de vino está en crisis. La única solución, según su opinión, es abrir mercados rápidamente.

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