UNA IGLESIA POBRE, UNA POBRE IGLESIA

En las montañas del sur de Perú hay, en estas últimas semanas, conmoción y también indignación por la forma desvergonzada en que la jerarquía eclesiástica se pone cada vez más del lado de los ricos y los poderosos.

Hace pocos días, unas hermanas de Ilave, allá en las alturas inefables del Ande peruano, denunciaron públicamente la persecución y el acoso al que se han visto sometidos en Puno los curas misioneros de Maryknoll, una sociedad religiosa que desde hace más de sesenta años se encuentra trabajando y ayudando a los campesinos quechuas y aimaras de la zona puneña, que son los más pobres entre los pobres y los más olvidados entre los olvidados.

Esta confrontación, como tantas otras en América Latina, proviene de la lucha implacable que El Vaticano le tiene declarada a la llamada Teología de la Liberación o a lo que de ella va quedando. En este caso, un obispo del Opus Dei, nombrado hace menos de dos años por el Papa Ratzinger, ha resuelto poner en marcha la topadora institucional de la Iglesia para arrasar con un trabajo de promoción social que, durante décadas, contribuyó a la organización de los hombres y las mujeres de aquella zona. Como tantas otras veces, la iglesia pobre del pueblo se enfrenta a la pobre iglesia de los poderosos. Para ello, según se ha denunciado, se emplean las presiones, la marginación y el maltrato. La misión del obispo está clara: eliminar todos los focos de acción social entre los pueblos indígenas del sur andino. Lo que sigue es el texto de una carta abierta que un grupo de católicos de Puno ha enviado al mundo, para que oigan los que quieran oír y vean los que quieran ver:

«Corría el año 1943 y llegaron a Puno, invitados por el entonces Obispo de Puno, monseñor Salvador Herrera, algunos jóvenes y entusiastas misioneros de Estados Unidos, de la Sociedad de Maryknoll. Desde el inicio ellos amaron las culturas quechua y aymara y a su gente, muchos aprendieron sus idiomas y llegaron a vivir en las mismas comunidades campesinas.

No vinieron a juzgar a la gente, sino a acompañarla en su proceso de conocimiento y seguimiento de Jesús. Su labor fue intensa y progresiva. Construyeron innumerables complejos parroquiales. Crearon igualmente Cooperativas de Ahorro y Crédito. Fundaron Escuelas parroquiales como ‘San Juan Bautista’ en Puno, donde acogían como internos a los niños del campo.

Preocupados por las vocaciones autóctonas contribuyeron a la fundación del Seminario Menor ‘San Ambrosio’ y fueron sus formadores. Promovieron también Bibliotecas Comunales que entregaban al Consejo Administrativo de cada comunidad. Asimismo establecieron Botiquines Comunales y formaron a los promotores de salud. Apoyaron decididamente la Alfabetización masiva a través de las Escuelas Radiofónicas en Onda Azul, radio de la Diócesis de Puno que ellos mismos crearon. Fomentaron vivamente con una adecuada catequesis la recepción de sacramentos en las parroquias del campo y de la ciudad, en las escuelas y colegios a su cargo, cuidando especialmente de que los indígenas no fueran marginados. En su labor pastoral tuvieron como un eje fundamental la promoción de los laicos y las laicas.

En 1957 les fue confiada la Prelatura de Juli con el nombramiento de monseñor Eduardo Fedders como su primer obispo. Frente a ese desafío supieron continuar y fortalecer la pastoral emprendida y, junto a ello, coordinaron acciones pastorales con las jurisdicciones vecinas como la Diócesis de Puno y la Prelatura de Ayaviri. Juntas crearon y dirigieron el Seminario de ‘San Martín’ en Puno. Fundaron la Escuela de Catequistas en Puno, cuyo programa sirvió como modelo para otras zonas en nuestro país y en el extranjero.

Asimismo, siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II, del Celam y de la Conferencia Episcopal Peruana, supieron unir el anuncio de la Buena Nueva y la vida sacramental con la promoción humana y el compromiso con los más pobres. Así crearon en 1964 el Instituto de Educación Rural (IER) para promover técnicas agropecuarias, concientización de realidades sociales y económicas y liderazgo, el cual en 1981 fue atacado por Sendero Luminoso y otros enemigos del progreso del campesinado. En su afán de promover la cultura del pueblo al que servían crearon el Instituto de Estudios Aymaras (IDEA) en 1974.

La identificación con el hombre y mujer aymaras los llevó a apoyar a los campesinos en su derecho a recuperar sus tierras. Así, monseñor Alberto Koenigsknecht, junto con los otros obispos de la región, presentaron una carta al presidente de entonces, Sr. Alan García, argumentando la urgencia de un tal decreto, que finalmente fue dado por el gobierno en 1986.

Durante todo este tiempo los padres de Maryknoll se solidarizaron desde su fe cristiana con la población pobre y marginada que sufría unas veces la sequía, otras la inundación, siempre el olvido de sus gobernantes y, a partir de los años 80, la invasión de la violencia política protagonizada por Sendero Luminoso y respondida por las Fuerzas Armadas, en la que las víctimas eran principalmente los campesinos. Para reflexionar mejor sobre esta delicada situación los padres Maryknoll crearon el círculo ‘Justicia y Paz’.

Y en 1988, junto con los otros agentes pastorales de la Prelatura, dieron vida a la Vicaría de Solidaridad de la Prelatura de Juli, que desde esa fecha hasta su ‘desconocimiento’ como entidad eclesial en 2007, defendió la vida de los más pobres y contribuyó eficazmente para el goce de sus derechos y el fortalecimiento de la paz. En 1997 iniciaron además en la Universidad Nacional del Altiplano (UNA) de Puno, la Pastoral Universitaria, que ha permitido reavivar la fe y el compromiso cristiano en muchos jóvenes profesionales.

Estos hechos relevantes de la acción misionera de los padres de Maryknoll muestran su servicio a toda nuestra región, por lo que la población está profundamente agradecida. Gratitud que se hizo patente el 4 de noviembre de 2007 cuando el Sr. Luis Butrón Castillo, Alcalde de Puno, les concedió la Orden ‘Comunidad Andina en grado de los Uros’ como público agradecimiento a su labor. Y posteriormente la Federación Campesina de Puno les otorgó el reconocimiento ‘Tupac Amaru’ como máxima distinción.

Por eso nos extraña sobremanera, nos preocupa y hasta nos escandaliza como ciudadanos y como creyentes, que el actual Obispo de Juli, monseñor José María Ortega Trinidad, miembro de la Sociedad de la Santa Cruz, afiliada al Opus Dei, ya no quiera que sigan en la Prelatura los padres de Maryknoll Jaime Madden, Miguel Briggs, Roberto Hoffmann y Edmundo Cookson. Ellos han regalado generosamente su vida y su juventud en la Prelatura; asimismo la Sociedad de Maryknoll ha apoyado moral y económicamente durante décadas al sostenimiento y desarrollo de la misión. Su despido es parte de otras acciones contra instituciones eclesiales y contra laicos de la misma Prelatura, a quienes se les retira abruptamente. Igualmente a otros laicos se los presiona y a muchos otros se los margina y maltrata.

Cuando la población esperaba un agradecimiento por parte de la jerarquía católica por la proficua labor apostólica durante 65 años de estos hermanos misioneros, se les ordena que se retiren de la Prelatura sin darles ninguna explicación.

Los padres de Maryknoll nunca saldrán de nuestros corazones ni de nuestro recuerdo y esto queremos expresarlo públicamente al mundo y a toda la Iglesia porque no nos mueve el temor ni la mezquindad, tampoco nos mueve el acomodo ni la palabra farisaica. Nos mueve el amor y el reconocimiento a misioneros auténticos como los padres de Maryknoll. Nos mueve el amor a los pueblos aymara y quechua. Nos mueve, en suma, el amor a Cristo y a su Iglesia andina y universal. Y nos duele que se ignore o se tergiverse la historia.

Puno, agosto de 2008″. |*| Periodista y escritor

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