Ah, las críticas

Otra vez el gordo y el flaco sentados en un banco de la plaza Libertad, hablando de política.

­Recibí un montón de críticas sobre la fórmula femenina que usted sugirió ayer para el Frente Amplio ­dice el flaco, con un contenido aire de revancha.

­¿Ah, sí? ­contesta el gordo, despreciativo. -¿Cuáles?

­Que se tomó a la chacota el asunto, que le faltó el respeto a los candidatos en carrera y hasta a las mujeres que nombró…

­¡Tonterías! Resabios paleontológicos del machismo decadente que no quiere dejar el poder… Mujica ya no sabe de qué habla, Astori no consigue votos ni en la feria de Tristán Narvaja y a Marquitos lo sacan de Canelones y le agarra vértigo… ¡Mujeres, querido, ellas, sólo ellas nos pueden salvar! ¡Esa es la gran renovación después del Tabaré, que cerró un ciclo!

Sí, pero…

­¿Pero qué?

­Las que propuso no son las únicas y además, eso de que «nos van a hacer felices», suerte de lema que usted creó para su fórmula, fue tomado como una gran irrespetuosidad.

El gordo miró al flaco desde un desprecio intelectual infinito y declamó: ­¡Hágame el favor! ¿Qué mejor que el país sea feliz? Para eso, hombres y mujeres ­las que postulé u otras­ tienen que estar de acuerdo…

­¿Entonces…?

­¡Sólo hay acuerdo si ellas quieren, so bruto! ­gritó el gordo, exaltado. ­Y la llave mágica no es el país productivo, ni la deuda externa, ni el plan de equidad, ni la sequía… ¡Es el erotismo, viejo! ¡Sin el erotismo los sexos no se entienden! Y si no se entienden no construyen nada estable socialmente… Está escrito en el principio de los tiempos…

­¡¿Un gobierno erótico?! ­el flaco se levantó, desencajado.

­¡Sí, loco, sí! ¡Hay que quererse más, hay que abrazarse más, hay que besarse más, hay que…!

­¿Pero no estábamos hablando de un erotismo simbólico? ­discrepó el flaco.

­XTa’ bien, si lo quiere simbólico, arreglamos… ¡Pero no me diga que si le dejan pasar la raya del simbolismo no tendríamos un gobierno divertidísimo y flor de país!