Contraseña

LA HISTORIA RECIENTE

Acerca de este tema, hubo y hay un «boom» editorial bienvenido. En nuestra opinión todavía escaso.

Es más: el gran acto del Obelisco en 1983 (por poner un ejemplo) sucedió hace más de un cuarto de siglo. La población de esa edad no había nacido.

Estábamos presos por ese entonces y, hasta hoy, no hemos podido averiguar detalles, avatares, desafíos, audacias y sacrificios que permitieron llegar a ese histórico Acto. No tenemos a disposición ni tan siquiera el testimonio de quiénes lo protagonizaron. Deben escribirlo antes de que sea tarde.

Es también un tema apasionante saber cómo hicieron quienes lo hicieron para ganar el plebiscito de 1980 (vamos para los treinta años de aquella epopeya). Nos gustaría conocer las peripecias de menor tono que edificaron desde el llano, la persecución y el riesgo, tan portentosa hazaña. No está debidamente escrita. Ni tampoco lo referido al Acto del PIT el Primero de Mayo de 1983.

Tampoco las proezas que la «Oposición» debió realizar para ganarle las decisivas «Internas» de 1982 a los sendos oficialismos dictatoriales predominantes dentro de los respectivos Partidos Tradicionales. ¡Menos mal que les ganaron! Deben escribirlo y entrar en detalles (aunque les duela denunciar a sus «compañeros oficialistas derrotados»).

Y de la otra «Historia», la de mucho más atrás en el tiempo, los blancos tampoco han escrito, comparativamente, lo suficiente. Para mal de quienes nos tuvimos y tenemos que tragar (incluso en la escuela) la «Historia Oficial» generalizadamente colorada.

Acerca de estos asuntos nos acaba de aludir públicamente Don Antonio Mercader (El País Digital; 18-2-09: «la Década Terrible»).

Don Antonio que, en oportunidad de recordarse en el Senado la decisiva interpelación de Haedo a Guani en noviembre de 1940 (legendaria «paliza» parlamentaria también inédita gracias a la que no tenemos hoy una Base Militar estadounidense como la de Guantánamo pero en Laguna del Sauce), nos reconociera sin necesidad de apremio alguno, nuestro carácter de «nacionalista histórico» (de lo que guardamos honroso testimonio material firmado), por nuestra intervención de homenaje.

Comentando ahora el reciente libro de Don Julio María Sanguinetti («La Agonía de la Democracia»), Don Antonio nos vuelve a condecorar pero esta vez sin darse cuenta. Con cándida inocencia.

Extralimitado de sorprendentes halagos innecesarios, supérstites y onerosamente gratuitos a Sanguinetti (por no decir cosa inesperable por indecorosa), postula que el citado libro viene a equilibrar la versión tendenciosa que muchos otros han instalado hasta el momento. En especial los tupamaros ­ dice Mercader – y, muy en especial, Fernández Huidobro: he ahí la alusión personal que, por nuestros libros, importa una condecoración que nos inflama viniendo de quien viene.

Vamos a retribuir en la pobre medida de nuestras posibilidades, tamaña «medalla»: omite decir Don Antonio (tal vez por excesiva modestia) que quien iniciara la «saga» acusada y condenada por Don Antonio Mercader fue Antonio Mercader.

El primer libro escrito en Uruguay (y creemos que en el mundo) sobre los Tupamaros (y esto tiene altísimo valor histórico) lo hizo, contemporáneamente a los acontecimientos, un joven periodista de veinticinco años llamado Antonio Mercader (que debe ser él) junto con otro periodista llamado Jorge de Vera. Editado en marzo de 1969, se vendió como «pan caliente» (quince mil ejemplares en pocas semanas: aquellos sí que eran «booms»). Hoy no está disponible (diríamos que sigue oculto) pero, a pesar de todo, lo tenemos en nuestros archivos porque los tupamaros, siempre tan desprovistos de pluma, lo agradecimos y agradecemos hasta hoy.

Dicho libro provocó al salir (en 1969: lo repetimos) el fulminante arresto a rigor por tres días nada menos que del por entonces jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia y Enlace de la Policía, comisario Alejandro Otero; una de las autoridades máximas (y a nuestro juicio la más eficiente y por tanto peligrosa para nosotros) en la represión contra los Tupamaros.

A su vez, el citado comisario así arrestado endilgó (tal vez por apremiante orden superior) una también relampagueante denuncia penal contra Don Antonio por haber sostenido en el libro que al extinto comisario Silvera Regalado lo había matado por error otro policía y no los tupamaros (como la Policía y la gran prensa venían y vienen mintiéndole a la gente hasta hoy). Fue, como se ve, un libro peleador el de Don Antonio…

Tanto que su edición por fin terminó secuestrada y prohibida en octubre de 1969 por decreto del gobierno de Pacheco (cuyo ministro de Industria desde el 15 de setiembre fue el doctor Julio María Sanguinetti).

Dicho decreto pachequista prohibió a los periodistas no sólo dar información, sino también el uso de ciertas palabras del Diccionario para referirse a nosotros (caso único en el mundo: fueron proscriptas por el Partido Colorado y de ello hubo, como es fácil imaginar, desopilantes comentarios internacionales hasta hoy legibles para vergüenza nacional). Por el otro lado, el insuperable decreto obligaba (a los periodistas) a usar ciertas palabras que el Superior Gobierno mandó (insultos oficiales enlistados alfabéticamente), a todos los medios de prensa. La única solución encontrada por el periodismo no adocenado (cada día más perseguido, exiliado, torturado, y escaso) fue usar para referirse a nosotros, la muletilla: «los innombrables». ¿Se acuerdan?

Todo ello transcurriendo en medio de la más grande y mejor organizada huelga que un sindicato haya hecho contra el despotismo: la de los bancarios privados que (para derrotarlos), fueron militarizados por el gobierno de Pacheco violando en forma groserísima la Constitución y desacatando al Poder Legislativo a extremos tales de que al juicio inmediato de muchísimas personalidades insospechables de todos los partidos y sectores sociales (incluso militares) ese fue el primer paso hacia el golpe de Estado. Se pueden leer. Por suerte están escritas…

Tanto fue así que la CNT protagonizará entonces el mejor debate que se haya hecho hasta la fecha en Uruguay acerca de «estrategia» en el movimiento obrero: por un lado quienes afirmaron que había llegado la hora de la Huelga General (prevista en 1964, porque se venían venir, contra «Golpes de Estado o situaciones similares») y por el otro, quienes a la postre victoriosos creían que «todavía no». La Historia dio amargamente la razón a los primeros: cuatro años después, en 1973, y a pesar del heroísmo, ya era tarde.

Todos estos tantísimos datos y muchos más, incluido el del secuestro del libro de Don Antonio Mercader, escaparon a Sanguinetti para tratar de explicar mejor la agonía de la democracia.

Lo preocupante (por su estado de salud) es que Don Antonio también haya olvidado, nada menos que a su libro secuestrado por Pacheco y Sanguinetti (al que tanto alaba hoy). La obra fue secuestrada por la incipiente dictadura. Pero lo más triste es que tantos años después sigue ahí. Secuestrada. Oculta hasta por la memoria de su autor.

Comprendemos que la provecta edad actual de quien nos aludiera (ella viene siempre con deplorables achaques) haya producido tanto cambio y olvido. Problemas con la memoria…

|*| Escritor, senador de la República.

Publicá tu comentario

Compartí tu opinión con toda la comunidad

chat_bubble
Si no puedes comentar, envianos un mensaje