OBAMA, GALEANO Y AMERICA LATINA

La V Cumbre de las Américas mereció esta semana una atención especial por parte de los medios. Mientras algunos le dedicaron especial atención a sus fracasos (como la imposibilidad de acordar un documento común), los más llamaron la atención sobre los gestos que simbolizaban un cambio de época en la relación entre Estados Unidos y lo que otrora se llamaba su «patio trasero». En particular, «Brecha» dedica dos páginas y una contratapa a lo que significó el regalo de Chávez a Obama: «Las venas abiertas de América Latina», de Eduardo Galeano.

Las expectativas con relación a Obama son muchas, y muchas las desconfianzas. Para buena parte de los latinoamericanos, las diferencias entre administraciones demócratas o republicanas son imperceptibles. Después de todo, ambos partidos apoyaron la guerra contra Irak, impusieron el bloqueo a Cuba y, en nombre de la lucha contra el comunismo, intervinieron directamente en la política latinoamericana. ¿Es Obama más de lo mismo?

Algunos de sus gestos lo diferencian de cualquier administración anterior; en especial, su actitud haca Cuba. Puede pensarse que su tipo de liderazgo es propio de la situación de un Estados Unidos fragilizado por la guerra y debilitado por la crisis financiera. Pero los intentos de cambio de rumbo de su agenda, tanto doméstica como internacional, deben ser tomados en cuenta. Y sin duda estos confrontan a las izquierdas latinoamericanas, cuyas reacciones frente al fenómeno «Obama» dicen mucho sobre sus propias realidades internas.

Los países donde gobiernan partidos, coaliciones o presidentes de izquierda hoy, son muchos, y de muy distintas características. En algunos de ellos se registra un avance importante en la implementación de una agenda que llamaríamos «de izquierda».

En otros, el logro está más vinculado a la forma en que se articulan partidos de izquierda y movimientos sociales, más allá de los alcances de sus agendas.

Existe una diferencia entre la profundidad de las metas, desde una perspectiva de izquierda, y la herramienta política utilizada para llevarlas a cabo. A menudo la propia izquierda subraya su apoyo a una política, pero rechaza la herramienta política utilizada. En otros casos, existe un partido y un movimiento de sustento, pero los logros de agenda son mínimos.

Si observamos los diferentes gobiernos de izquierda en la región hoy, tendremos ejemplos de uno u otro tipo. Comencemos por Chile. Efectivamente hay una coalición que incorpora varios partidos, que es de centroizquierda, que está en el gobierno desde hace mucho tiempo y que enfrenta a una de las derechas más conservadoras de América Latina, con éxito, desde hace ya dos décadas. Sin embargo, sus logros de agenda desde una perspectiva de izquierda no cuentan precisamente entre sus éxitos. A menudo, ni siquiera la propia izquierda latinoamericana se identifica con la Concertación y el ejemplo «chileno» es usado como un ejemplo de éxito de una política «de centro».

Luego, miremos a Argentina. El bloque justicialista en el poder no puede ser identificado como de izquierda, puesto que en su interior hay legisladores de izquierda, de centro y de derecha. De hecho, los propios partidos de la izquierda argentina miran con gran desconfianza al justicialismo. Como herramienta política, dicen, el proyecto de los Kirchner se ha debido apoyar en lo más tradicional del peronismo y del sindicalismo, y fuera de la llamada «transversalidad progresista» que se intentó construir en el primer período de gobierno, en el segundo se ha debido echar mano a todos los recursos, incluyendo las fuerzas de centro y centro-derecha del movimiento. Sin embargo, desde el punto de vista de los logros de agenda, es mucho lo que los gobiernos de Kirchner y Fernández nos han legado. La progresividad de la carga tributaria, especialmente al gran capital, las políticas de incremento salarial y la práctica cuasi «neodesarrollista» de control de la política monetaria para el impulso de la producción nacional, figuran entre las «mejores prácticas» de los gobiernos de izquierda en estos años. A la izquierda no le gusta el proyecto político­partidario de las fuerzas de los Kirchner, pero no tiene más remedio que reconocer sus logros.

Los logros de Venezuela desde el punto de vista, ya no de su agenda interna, sino y sobre todo de su agenda externa (la integración latinoamericana) son los más destacados, y es por esta dedicación a un proyecto de integración latinoamericana que Chávez ingresa a la historia de la izquierda del siglo XX, en la misma o mayor medida que por sus logros nacionales desde el punto de vista de la implementación de un «socialismo del siglo XXI» (y es por esta razón por la que sólo Chávez, y ningún otro, podría entregarle ese libro a Obama). Sin embargo, se discute mucho en la izquierda sobre el proyecto partidario de Chávez, sobre la personalización del poder en Venezuela, sobre la presencia militar en la política doméstica o sobre el mecanismo de reelección indefinida.

Brasil y Uruguay son dos casos donde los partidos en el gobierno, el Partido de los Trabajadores y el Frente Amplio, son citados como ejemplos de una «herramienta política» propiamente de izquierda. Y los méritos no son sólo para el FA y el PT, sino también para los movimientos sociales con los que estos partidos se articulan: el sindicalismo uruguayo y brasileño, y el Movimiento Sin Tierra, entre otros. Sin embargo, son muy discutidos los proyectos llevados a cabo en ambos países y, para una parte de la izquierda, la «tibieza» de sus políticas. En el caso de Brasil, se discute la política económica, se reclama el «debe» de la reforma agraria, se critican las concesiones del PT a sus socios (entre los cuales figuran algunos de los partidos más reaccionarios de Brasil) o su política hacia el sector público. A Uruguay se le cobra la misma forma «atenuada» de su agenda: la no derogación de la Ley de Caducidad, la imposibilidad de parar con el proceso de «extranjerización» no sólo de la tierra sino de sus principales cadenas productivas, la tentación de firmar un TLC con Estados Unidos o la forma ambigua en que se movió en relación al Mercosur.

Correa en Ecuador ha logrado en poco tiempo muchas cosas, incluyendo la introducción en la agenda latinoamericana de la «revisión» de la deuda externa. Sin embargo, su proyecto político-partidario no está resultando muy exitoso y la debilidad del Acuerdo País se muestra en la intención de voto de parlamentarios y jefes provinciales para la próxima elección.

En síntesis: no hay uno, sino varios proyectos de izquierda en América Latina: en algunos es admirable la construcción política que los sustenta y, en otros, la audacia de su proyecto. Cada uno, sin embargo, tiene un legado para dejar en esta historia de la izquierda latinoamericana que se está construyendo. E inevitablemente esta historia incluye, como un espejo, a Estados Unidos.

En «La estructura contemporánea del despojo» (el último capítulo de «Las venas abiertas…») Galeano advierte sobre las presiones de nuestros acreedores para que «los países latinoamericanos remodelen su economía y sus finanzas en función del pago de la deuda externa». Esta advertencia sigue vigente hoy ya que será nuevamente el FMI quien estará destinado al «rescate» de las economías que entren en crisis como resultado de la recesión mundial augurada para 2009. Obama está en el centro de esta crisis, y es uno de quienes apelan a los organismos multilaterales de crédito a «armarse» para poder tener créditos disponibles para los países más pobres. Pero, ¿cuáles serán las condiciones de estos créditos, si estos préstamos se condicionan a paquetes de políticas que tienen, como principal objetivo, que los préstamos se devuelvan?

Galeano advierte también sobre «el desarme arancelario, que va librando gradualmente la circulación de mercancías dentro del área de la Alalc, destinado a reorganizar, en beneficio de las grandes corporaciones multinacionales, la distribución de
los centros de producción y los mercados de América Latina». No en balde es el inventor del ALBA y principal detractor del ALCA, Chávez, quien le regala este libro a Obama.

Obama, mientras tanto, recibe libros, escucha, enfrenta críticas desde adentro y abre la posibilidad de un diálogo con esa América Latina cuya integración hoy trata de no ser, al decir de Galeano, «bajo la bandera de las barras y las estrellas».

|*| Politóloga. Universidad de la República

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