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PELIGROSA CRISIS DE REPARTO EN EUROPA

«Cuando la economía está en profunda depresión, uno tiene que dejar de lado las habituales preocupaciones acerca de déficits presupuestarios; FDR nunca logró hacerlo. Como resultado, fue demasiado precavido: el impulso que le dio a la economía entre 1933 y 1936 fue suficiente como para bajar el desempleo, pero no a los niveles pre Depresión.

Y en 1937 dejó que los guerreros del déficit lo afecten: aunque la economía todavía estaba débil, dejó que lo convenzan de recortar el gasto al mismo tiempo que subía los impuestos.

Esto llevó a una severa recesión que deshizo mucho del progreso que la economía había logrado hasta ese punto.

Tuvo que venir el enorme proyecto público conocido como Segunda Guerra Mundial ­un proyecto que silenció al fin a los tacaños­ para que la Depresión llegue a su fin».

Economista Paul Krugman al presidente Obama (19/01/09)

Esta larga cita al economista asesor del presidente Obama adquiere otra dimensión a la luz de lo que se está planteando en una Europa a las puertas de una recesión que parece ir camino a una crisis de reparto social tal como la estuvo encarando la derecha en el poder en todos los países de la comunidad.

Este proceso queda claro cuando leemos, en este mismo diario, las expresiones del presidente de la Comunidad, José Durao Barroso, amenazando a los sindicalistas europeos con el fin de la convivencia pacífica entre el Estado y la sociedad.

Leíamos en la columna de Hanz Dietrerich del 4/07/2010 la advertencia a los dirigentes sindicales en estos términos: «Su mensaje fue tajante: si no se implantan los paquetes de medidas de austeridad, en esos países podría desaparecer la democracia como la conocemos actualmente. No hay otra alternativa.»

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, establecido el equilibrio atómico, los conflictos llamados de «baja intensidad» han tenido como escenario el denominado «tercer mundo», tras la descolonización directa de Asia y Africa.

En América Latina los focos abiertos por la eterna alianza entre liberales y militares, que en el marco de la Segunda Guerra, primero, y de la «guerra fría» luego, derribando gobiernos nacionalistas, inoculándonos la anarquía económica y civil crónica, de la cual perduran aún algunos focos.

Pero, si no son posibles ya las «cruzadas libertadoras» que den de baja a millones de desocupados, dinamizando la industria, generando empleo abundante fabricando armas, indumentaria, municiones, y transportes… Hoy las guerras a distancia generan menos bajas entre los soldados imperiales que la industria de la construcción en el tercer mundo.

Han desarrollado las ciencias de la automatización, sólo les faltan los guerreros robóticos para hacer de la guerra un videojuego confortable e higiénico.

Generan sí verdaderas hecatombes entre las poblaciones civiles del tercer mundo en donde se disputan los recursos naturales, petróleo en Irak u opio en Afganistán.

Pero, como le enrostraban los sindicalistas de la industria automotriz norteamericana a sus patrones hace sesenta años, cuando planteaban rebajas salariales y automatizaciones para aumentar la competitividad, «los robots no compran autos».

En medio de este panorama la vieja aristocracia europea, por la boca de sus burócratas, plantea el achique hacia adentro, la guerra social, la dictadura militar, como alternativa a las guerras imperialistas de otrora.

Antes no costaba nada mandar a los díscolos e indeseables a la Legión Extrajera, como lo hizo Francia. O campos de exterminio, con pretextos raciales, para hacer lugar a «los nacionales» en la economía, como lo hizo Alemania.

Hoy Europa, envejecida en su fuerza de trabajo, está llena de extranjeros, en las fábricas y campos, la xenofobia ya se está manifestando a lo largo y ancho de esas sociedades amenazadas en su tranquilidad. Las amenazas de la clase política no harán más que aumentar la histeria colectiva en medio de las presiones sociales.

Y ya lo probamos los rioplatenses llevados por la oligarquía vacuna, a partir de los sesenta, a achicar el país a palos, con su saldo de emigraciones masivas, crímenes políticos y miseria sin fin.

A no dudar que estas actitudes ante la crisis que se esbozan en Europa, no sólo ponen en peligro la unidad europea, ya se habla de la salida de Grecia e Irlanda, sino la propia integración social de los estados, que no podrán volcar la agresividad social en conflictos bélicos con los vecinos como otrora, pero ésta se expresará en la guerra social, larvada forma de guerra civil encubierta.

América Latina viene recuperando su iniciativa política y su autonomía económica, pero en su seno subsisten los agentes de la dependencia que nos ataron al carro del coloniaje durante dos siglos, multiplicando los efectos de las crisis universales y minimizando las prosperidades, cuando las había. Pero no faltan entre nosotros los agoreros del desastre, los médicos que todo lo curan con laxativas pócimas sociales, que piensan como las elites europeas, más aún, son su prolongación en suelo americano, al sur y al norte del río Bravo.

|*| Analista

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