UN NUEVO ESTADO

Todas las propuestas referidas a la Reforma del Estado transitan trabajosamente por meandros institucionales del propio Estado.

Con habitual mala suerte. Esto ya es experiencia vieja. Consolida una «cultura»: «todo lo debemos esperar del Estado». (Ultracentralizado): incluso supropio suicidio. Imposible. Ese cuento del tío solo se puede creer si se cree y predica que Estado y Gobierno son la misma cosa (y deben serlo).

La gente, allá, lejos, abajo, debe esperar con las bocas abiertas, y quitetita, como pichón de gorrión, el maná que lloverá. Y también tragarse lo que venga.

No poca de esta enfermedad aqueja también al Frente Amplio: al fin de cuentas se trata de un pedazo del país a imagen y semejanza.

Pero todo eso; ese conjunto abigarrado que asciende a la categoría de «civilización», está condenado por la Historia y con acceso prohibido al presente y al futuro.

Se trata de un cachivache que resiste ir al galpón del fondo.

La acérrima centralización está muerta y permanecer en ella contamina y hiede.

La crisis que asola el Planeta y que amenaza con mayores desastres no es solamente económica y financiera sino que también lo es ambiental, de alimentos, de energía, de agua potable y de población…

Y ya todo el mundo sabe (casi nadie lo discute salvo en Uruguay donde no conviene en las alturas), que una de las principales herramientas y respuestas a ese desafío, tal vez de las más importantes, es la descentralización y su correlato: la emigración en masa hacia lo local. En especial lejos de las inviables macrociudades.

Exagerando pero nada más que un poco puede decirse que la Institución básica del presente y del futuro es, para Uruguay, la tan denostada y marginalizada Alcaldía.

Más temprano que tarde, la inmensa mayoría de los habitantes verá que si no resuelve sus problemas desde el barrio, la zona o la comunidad, no los resolverá en ningún lado. Eso ya está pasando. Y «sus» problemas, son «los» problemas.

«Nada debemos esperar sino de nosotros mismos» será consigna de aplicación neta: sin tanto intermediario.

Los pudientes lo hacen desde tiempo atrás instalándose en sus barrios «Country» (en forma creciente). Y, en el otro extremo de la sociedad, los pobres de solemnidad también. Pero como nada de ello es racional sino producto de oprimentes circunstancias, asume respuestas extemporáneas y sin puntería final. Son manifestación de lo que vendrá. Pero monstruosas porque lo que vendrá, así como viene, es monstruoso.

Hay incluso urbanistas que a falta de una poderosa clase media (según dicen) pugnan igualmente, con tesoneros ladrillos, de romper la desintegración social proponiendo barrios artificiales en los que, por arte de magia constructiva, volveremos a ser la sociedad integrada que alegan fuimos. Como que basta con cambiar los Estatutos del FA, o a su Presidente, para resolverse por sí solos los problemas… Porque en el FA también hay Countrys y Asentamientos.

Y el poderoso Estado uruguayo es la más primorosa y a la vez portentosa organización de Countrys y Cantegriles debidamente legalizada, zurcida y bordada.

La inmensa mayoría de la población, a partir de vecindades (nada donde la gente no se conozca), pero entrelazadas, construirá un nuevo Estado. No se trata de un anti Estado sino de otro Estado. Las semillas, los brotes, y algunos desarrollos más robustos de eso ya están entre nosotros desde hace mucho tiempo, pero entre rejas.

Poco debe esperar de discusiones entre cuatro paredes y menos de que los olmos por fin den manzanas. No debe esperar casi nada del actual Estado.

He ahí la tarea que espera a los militantes del Frente Amplio y a todos cuantos quieran incorparse a ella: no se trata de informar o informarse sino de realizar. Y convocando.

No hay decisión del Gobierno, sea del Ministerio que sea; ni hay norma aprobada por nuestros legisladores nacionales o departamentales, que no ofrezca y exija ancho campo para la acción concreta de la gente.

Muy especialmente en los ámbitos territoriales. Sin descartar los funcionales. A título solamente de ejemplo:

Las normas y la política vigentes en cuanto a energías alternativas y a generación domiciliaria abren un anchísimo campo para el trabajo

barrial y zonal. Ni qué hablar: municipal. Por más que el Ministerio, la UTE, ANCAP y el Parlamento ofrezcan enormes posibilidades, si ellas no se hacen carne en la población (que ni las sabe), su «producto» será escaso y generalmente aprovechado por grandes empresas y no por los vecinos. La burocracia de la centralización saboteará de mil modos esa pérdida de su poder. Esa unión entre gobierno y ciudadanía.

Una toma de conciencia «barrial» en torno a estos temas no sólo ahorraría consumo para cada familia (aumentando sus ingresos), sino también consumo para el país de algo que nos sale carísimo (y, también, contaminación), sino que crearía cantidad de puestos de trabajo en la producción de los insumos necesarios (que también pueden encararse a nivel cooperativo o de pequeñas y medianas empresas de raíz zonal).

Obviamente que, además, recogería experiencia concreta que se transformaría en tecnología adquirida.

El tratamiento de la basura es un caso paradigmático: hoy por hoy todo lo esperamos de las Intendencias. En forma pasiva. Y cuando hay conflictos o dificultades las comentamos como quien mira el partido por la televisión.

En Canelones, por ejemplo, la basura pasea por el Departamento desde todos sus confines hasta Cañada Grande (en Empalme Olmos): unos cien quilómetros por camión desde San Ramón (ida y vuelta) con tripulación a bordo por viaje; otros noventa desde Tala y Míguez; más de 140 desde Santa Lucía…

Ese despilfarro ni siquiera propio de ultramillonarios, es de dinero, gasoil, personal y contaminación. Se gasta mucho más en pasear la basura que en recogerla y tratarla.

En Montevideo pasa algo parecido: toda va al gran basural de Felipe Cardozo venga de donde venga.

No hay nada más barrial y «de la gente» que este asunto. Muy mal tratado en el país tanto a nivel departamental como nacional.

En muchos países que son «normales» (no delirantes) en la materia (además de ser una obviedad), la «clasificación» comienza en cada casa para lo que se debe crear una gran conciencia del asunto. Sólo eso resuelve una grandísima parte del problema. Y, la verdad, es muy sencillo en la práctica pero muy difícil en la cabeza. Otros pueblos ya están acostumbrados y forma parte de su «rutina».

Sin olvidar que dichos preclasificados dan ingresos a cada «alcaldía» y fuentes de trabajo a su gente.

Es muy fácil ver qué intereses dominantes y capitalistas son favorecidos por tamaño disparate. Hay muchos más ejemplos concretos.

|*| Senador del FA, CAP-L

Publicá tu comentario

Compartí tu opinión con toda la comunidad

chat_bubble
Si no puedes comentar, envianos un mensaje