20 AÑOS DEL MERCOSUR

Al cumplirse 20 años de la creación del Mercosur se reitera una polémica sobre las ventajas y desventajas de este proceso de integración. La esencia de su creación es un acuerdo militar, político y económico entre Argentina y Brasil, que se inicia con los acuerdos de complementación productiva entre Alfonsín y Sarney y culmina con el Tratado de Asunción en 1991, con una ideología económica más liberal.

En el momento de su creación había corrientes de pensamiento económico que preferían una apertura unilateral con el resto del mundo. Consideraban que un proceso de integración generaba desvíos de comercio y que la intervención del Estado generaba distorsiones al libre juego del mercado y afectaba la mejor asignación de recursos. Pero para Uruguay quedar afuera del Mercosur significaba perder acuerdos ventajosos como el PEC y el Cauce. Por lo tanto, Uruguay adhirió a la conformación del proceso de integración, aunque no le dieron el estatus de país de menor desarrollo relativo. Seguramente aquellos que se oponían al Mercosur son en la actualidad los más críticos de su funcionamiento. Los que buscaban la apertura unilateral suponían la existencia de la libertad del comercio internacional. Hay discursos sobre libertad de comercio e ideología que lo sustenta. Pero la realidad muestra a los países desarrollados con subsidios y protecciones que niegan los principios básicos de la libertad de comercio. La apertura unilateral significa que estamos en igualdad de condiciones, pero la realidad muestra que en el mundo desarrollado se concentra el progreso técnico y nosotros exportamos recursos naturales con bajo valor agregado y bajo contenido tecnológico. Por ello, en las negociaciones comerciales los países de la periferia plantean la necesidad de obtener un trato especial y diferenciado para compensar esas diferencias en el punto de partida. Como no hay libertad de comercio, las negociaciones comerciales son muy relevantes. Para ello, los países de la periferia deben ir con propuestas comunes para enfrentar los grandes bloques económicos que surgen de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón. El Mercosur es una etapa de esa unidad. Pero se requieren más alianzas, porque el conjunto de América Latina apenas representa el 6% del comercio mundial. En los últimos años los países emergentes, como China e India, lideran el comercio mundial, lo que obligó a los países desarrollados a la creación del G20 que integran Brasil, Argentina y México. Se abren posibilidades de una mayor presencia de la región en las negociaciones internacionales. Por otro lado, Brasil ­que en los próximos años alcanzará la quinta economía mundial­ está logrando un alto grado de participación en el plano internacional a través de diversos mecanismos, entre ellos la creación del BRIC, que ayuda para algunos temas. La crisis financiera de 2008 desnudó los mitos del libre juego del mercado y obligó a la intervención del Estado para resolver la crítica situación. La existencia de subsidios a la agricultura, cuotas, contingentes, picos y progresividad arancelaria niegan la libertad de comercio que suponían quienes sostenían la apertura unilateral y siguen criticando el funcionamiento del Mercosur. Uruguay no podía quedar aislado en el mundo internacional y por su situación geográfica, política y cultural es absolutamente lógico que haya integrado el Mercosur y hoy se integre a la Unasur.

Las relaciones comerciales dentro del Mercosur alcanzaron su auge en el período 1994-1998. Su principal característica consistía en políticas cambiarias que priorizaban la estabilización de precios a costa de una muy fuerte pérdida de competitividad con el resto de los países. Es la etapa de la ley de convertibilidad en Argentina, el plan real de Brasil y el atraso cambiario de Uruguay. Se multiplicaron los intercambios comerciales entre los países del Mercosur, a tal punto que más del 50% de las exportaciones de Uruguay en 1998 tenían ese destino. En enero de 1999 Brasil devaluó y desnudó las inadecuadas políticas cambiarias de Argentina y Uruguay. Esto generó dificultades al proceso de integración por las ventajas que obtenía Brasil. Luego vinieron las crisis de Argentina en 2001 y de Uruguay en 2002, provocadas entre otras causas por dichas políticas cambiarias. Lógicamente estas crisis también afectaron el proceso de integración del Mercosur.

En la actualidad aparecen diversos indicadores de un resurgimiento del Mercosur. Se aprobó un código aduanero común, se resolvió el problema del doble arancel externo común y se destrabaron las dificultades para el uso de los fondos del Focem, entre otras medidas. Pero en el plano comercial el Mercosur es muy exitoso. En 1990 las exportaciones intrarregionales en el Mercosur significaban el 17,7 % del total de exportaciones de sus países integrantes y en el 2008 alcanzaron el 29,8%. Pero más significativo resulta que las exportaciones de bienes industrializados, en el mismo período, pasaron del 20,1% al 39,8%. Y aún mucho más importante es que dentro de esos bienes industrializados, los de media tecnología pasaron del 27,4% al 51,5 y los de alta tecnología de 25,8% al 41,8%. (1) El Mercosur ya es una realidad de exportaciones con más valor agregado y más contenido tecnológico. El Uruguay exporta más bienes manufacturados al Mercosur que al resto del mundo. Y dentro de éstos, el 38 % son de alta y media tecnología, mientras que al resto del mundo sólo el 14 %.

La cooperación e integración de América del Sur presenta enormes potencialidades. Produce y exporta alimentos que van a tener gran demanda por el crecimiento de países emergentes, especialmente China e India. Tiene fuentes de agua vitales para el futuro; tiene fuentes de energía como petróleo y gas a las que se sumarán las renovables; y tiene instituciones financieras como el Banco del Sur, la Corporación Andina de Fomento y el Fondo Latinoamericano de Reservas que en momentos de crisis pueden ayudar a no depender de las condicionalidades de organismos como el FMI. Hay potencialidades de acciones comunes en materia educativa y en investigación científica y tecnológica. Pero el gran desafío para el Mercosur y la región es la complementariedad productiva. Esta no se logra con el libre juego del mercado, donde predominan las grandes empresas transnacionales con sus casas matrices en los países desarrollados. Son indispensables negociaciones políticas con activa participación de los empresarios nacionales de cada país. Cuando Brasil solicita distintas formas de protección para bienes de capital, informática y automotriz, se requieren acuerdos para que Uruguay se especialice en algunos bienes o participe en su proceso de producción. Esto es vital para enfrentar las actuales asimetrías, para que los países más pequeños sean tan beneficiarios como los grandes en el proceso de integración.

(1) Luis Bértola y José Antonio Ocampo «Desarrollo, vaivenes y desigualdad. Una historia económica de América Latina desde la independencia. Ed. Secretaría General Iberoamericana.

|*| Senador por la 609-FA, economista

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