DESDE LA FLORESTA Y TRAS 7 AÑOS DE AUSENCIA LOS "PAJAROS" DE ENRIQUE BROGLIA VUELAN OTRA VEZ A MADRID

Exponen obras de escultor uruguayo

 

«El de los pájaros es para mí un tema recurrente», nos señaló el escultor uruguayo, cuando lo entrevistamos en la galería rodeado por sus obras. «Hago otro tipo de escultura y –de repente– siento la necesidad de volver a mis ‘pájaros’. No sé por qué. Tal vez porque siempre me atrajo, como forma geométrica, la esfera e inconscientemente hago la relación esfera-huevo-nido-pájaro».

«Pero –a pesar de esta recurrencia– no soy un artista monotemático. He hecho otro tipo de esculturas y tengo mucha obra –sobre todo las monumentales– en la que no aparecen los pájaros, aunque sí puede hacerlo la esfera», agregó.

Esculturas monumentales tiene Broglia muchas; en Francia y en la española isla de Mallorca, en Montevideo y en sitios tan lejanos como Nueva Celedonia, Corea y Japón.

En Francia las hay en Reims (en una plaza por él diseñada en 1971), en Saint Clud (1971), Trappes (1974), Viry Chatillon (1976), Longjumeau (1977) y Nantes (1984). En la isla de Mallorca están en el Parc de la Mar y el Pont D’Inca (1984), Plaza de Son Oliva, en Palma de Mallorca (1985), el «Homenaje a los emigrantes» en Soller (1987), en el Centro Comercial de Alcudia (1989) y en el Club Náutico de Sa Rapita (1995).

Más lejanas son las que se alzan en la japonesa Universidad de Osaka (1974), en Numea, en la isla oceánica de Nueva Celedonia (1980) y en el Museo Olímpico de Seúl, Corea. Todas ellas sin contar las que se pueden admirar en Montevideo: en el Montevideo Shopping Center (1989), la escultura-fuente del laboratorio Rusch (1996) y el alto relieve del Paseo Rincón de las Artes, Edificio Artigas (2001).

Laureado el año pasado con el Premio Pedro Figari en mérito a su trayectoria artística, Broglia vivió varios años en Madrid antes de regresar a Uruguay en 1996. Su periplo artístico y vital, desde que partió de su Montevideo natal en 1969, incluye largas estadías en París y en la balear isla de Mallorca. Su vuelta a Madrid la hizo ahora acompañado de diecisiete de sus «pájaros de bronce», esculturas de combinación de estilo abstracto y figurativo, en las que maneja el verdoso color del basto bronce fundido y el amarillo brillante del bronce pulido. Los «pájaros» se alzan sobre tenues soportes o cuelgan de un hilo. Las más recientes creaciones –en bronce pulido– marcan un acercamiento a la desestructuralización de la figura, con quebraduras y planos de corte en las siluetas de los pájaros.

Por primera vez en España, esta exposición presenta los colages de pájaros que Broglia inició hace dos años. Se trata de colages sobre cartón, hechos con recortes de papeles de color que representan siluetas de pájaros sobre o en medio de fondos multicolores y de mayor o menor enmarañamiento.

«Siempre he hecho colages –nos expresó el artista– pero es la primera vez que los hago monotemáticos y tan cromáticos. Mis colages anteriores tendían más al blanco y negro».

A las creaciones «avícolas» y los colages se suman otras siete obras, fijadas en los muros de la sala de la Galería Dionis Bannassar: son relieves, placas de figuras geométricas de bronce y acero, a los que su autor denomina «figuras de geometría sensible».

La vuelta de un «viejo conocido»

La vuelta a Madrid –tras siete años de ausencia– resulta «muy satisfactoria» para Broglia. La galería, cuya sede principal está en Pollensa (Mallorca) –no por casualidad lleva el nombre de un importante pintor mallorquín moderno–, ha estado en contacto con nuestro compatriota durante veinte años, durante los veintiocho que vivió en Europa. «Para ellos soy un viejo conocido», asegura Broglia. «Ellos se pusieron en contacto conmigo y a mí me pareció una buena oportunidad para volver y exponer en Madrid».

En los pocos días que lleva en Madrid ha establecido contactos que han derivado en un encargo de una pieza de cinco metros para el Museo de Arte Contemporáneo de Mallorca, «donde mis obras estarán con las de Pablo Serrano, Chillida, Calatrava, Oteyza», subraya. Aunque se declara feliz de vivir en La Floresta, «en plena naturaleza y lejos del agobio de las grandes ciudades», Broglia considera «muy conveniente» volver de vez en cuando a Europa y –sobre todo– a Madrid, donde pasó muchos años.

«El mercado uruguayo para el arte –nos dijo– es muy pequeño y muy localista. El español es más amplio y sobre todo es internacional. Viviendo en España, hice trabajos para Francia y Bélgica y llegué a hacer obras para Corea y Japón. Eso no sería posible en Uruguay». *

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