Arte

Carlos A. Castellanos, un precursor

Nació el 28 de enero de 1881, hace 125 años. Comienza su formación artística en el taller montevideano de Carlos María Herrera y de inmediato despliega su irresistible vocación viajera recorriendo varios países europeos (1904). Vuelve a Montevideo para incorporarse al núcleo fundador del Círculo Fomento de Bellas Artes (1905), institución rectora de la formación artística nacional durante numerosas décadas, se instala en Madrid y asiste a los cursos de Joaquín Sorolla (1908). Aprovecha para volver a Francia, Suiza e Italia y regresa al país por poco tiempo y orienta su derrotero geográfico hacia Paraguay, Brasil y Bolivia (1910-12), convirtiéndose en un adelantado pintor del descubrimiento de una América inédita proyectada en enormes paisajes de insólita intensidad cromática que marcaría para siempre su producción. No le interesó el pasado precolombino como a generaciones posteriores, sino la inmediatez del registro de una experiencia personal de contagiante vitalidad expresiva. Al mismo tiempo, en 1914, ejecuta aguafuertes, funda la Asociación Nacional de Artistas Plásticos y parte de nuevo hacia Europa donde permanece varios años, vinculándose a los medios artísticos europeos, con incursiones, al igual que otros artistas coetáneos (Macke, Klee, Matisse) por el norte africano, particularmente Argelia, deslumbrado por la intensidad de la luz.

Esa infatigable voluntad viajera, ese activismo cultural, le suministró un bagaje de experiencias que incorporó formalmente a su extensa producción, no limitada al cuadro de caballete sino que también se entretuvo en la decoración mural, el tapiz, el grabado, la cerámica, el diseño de muebles además de realizar copias de Goya y de los frescos pompeyanos.

Luego, y hasta su muerte en 1945, Castellanos, con largas residencias europeas, realiza numerosas exposiciones, recibe premios y distinciones honoríficas, adquiere nombradía entre la crítica especializada fuera y dentro del país.

Heredero de Maurice Denis y Puvis de Chavannes (como Torres García), de Anglada Camarasa (como Figari), de León Bakst, el ballet ruso y las artes primitivas (como Picasso), Castellanos codificó un vocabulario plástico caracterizado por un suntuoso hedonismo atravesado, por momentos, de ráfagas de moderado expresionismo y aislados estallidos de colores eléctricos y salvajes. Hombre culto, refinado, inteligente, abierto al mundo y a los movimientos estéticos (y estetizantes) para reformularlos de acuerdo a los de una amortiguada vanguardia, transitó por Gauguin y su ímpetus decorativos, la síntesis geométrica de Cézanne, el orientalismo de Delacroix, Gustave Moreau y Mariano Fortuny, la violencia cromática de los fauves y expresionistas, la serena composición Art- Nouveau y Art-Déco, los signos enérgicos del arte primitivo y esa multiplicidad de apropiaciones lo acercan al posmodernismo, tangencialmente a la transvanguardia italiana, acentuando el interés por su personalidad y confirma el poderoso atractivo que ejerce su obra (ecléctica, monumental, decorativa, intimista, en una sucesiva y alternada gama de intereses expresivos) que, a pesar de varias revisiones, no tiene la resonancia cultural que merece. El 125º aniversario de su nacimiento es un buen momento para reinstalar la importancia de Carlos A. Castellanos en la historia del arte nacional. *

Te recomendamos

Publicá tu comentario

Compartí tu opinión con toda la comunidad

chat_bubble
Si no puedes comentar, envianos un mensaje