Benedetti se escondió en una isla para no festejar los 80

Feliz cumpleaños Mario

En entrevista con la Agencia Alemana de Prensa (DPA) en Madrid, dijo que «cada vez que surge el tema (de una celebración de cumpleaños) le temo, me escapo, no quiero saber nada más de estruendos».

Cortésmente, el escritor uruguayo más conocido en el mundo había declinado una invitación de LA REPUBLICA para celebrar la fecha en Montevideo con un simposio.

«No pretendo ser antipático, es solamente que necesito más tranquilidad. La gente –y especialmente la prensa– tiene que entender que no puedo estar siempre disponible para todo el mundo», puntualiza. «Cuando celebré los 75 años, de tanta fiesta y festejo tuve después que pasar casi dos meses en la cama para recuperarme, así que no me van a agarrar ahora para lo mismo».

Según Reuters, la jefa de comunicaciones de Alfaguara México, Miriam Baca, declaró ayer que el autor «va a estar en una isla, de algún lugar. Nadie sabe cuál».

Benedetti escribe desde la escuela primaria y editó su primer libro de cuentos —Esta mañana— en 1949. Su popularidad nacional data de 1959 —Montevideanos— y la internacional de 1974, con la postulación al Oscar de la película basada en La Tregua de Sergio Renán.

Sin embargo los reconocimientos se hicieron esperar. La Universidad no llegó a aprobar un doctorado Honoris Causa propuesto hace pocos años. Sin embargo, en 1999 le llegó el Premio Reina Sofía en España, tras lo cual los homenajes arreciaron. Entre ellos, la integración a la Academia Uruguaya de Letras y, el más reciente, entregado por José Saramago el pasado 25 de agosto en el festival Son Latino de las Islas Canarias.

Benedetti es autor de más de 70 títulos, es el prototipo del polígrafo, autor de casi todos los géneros incluyendo el periodismo, la crítica, el ensayo, la narrativa, el teatro y la poesía.

El autor gusta considerarse poeta en primer lugar, y en esta materia, pese a las diversidades, ha mantenido un estilo accesible, que suele rescatar un lenguaje cotidiano. Esto lo ha hecho a su inmensa popularidad –quizá sea el último poeta verdaderamente popular– y ha contribuido a las múltiples adaptaciones musicales, desde las de Nacha Guevara a las de Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti y Tania Libertad, con los que montó sendos espectáculos en dúo.

Pero esta misma accesibilidad lo hizo sospechoso a la crítica; sobre todo a la de los 60, cuando primaba la idea de vanguardia y se valoraba más la experimentación formal.

Similares críticas recibió su narrativa que, sin embargo constituye casi el único caso de best seller nacional: La Tregua lleva un centenar de ediciones y fue adaptada para teatro, radio, televisión y cine. La película de Renán fue la primera argentina en competir por el Oscar a mejor película extranjera y perdió honrosamente con Amarcord de Federico Fellini.

Un hombre de izquierda

En materia ensayística Benedetti logró un éxito similar con El país de la cola de paja, un éxito con pocos precedentes a comienzos de los 60, si bien el autor profundizaría su pensamiento virando hacia la izquierda. En aquella obra continuaba la crítica a la mediocridad nacional que mostraba en su narrativa y poesía (Poemas de la oficina), señalando desde el título que todos éramos funcionales al sistema.

El año 1971 luego de la fundación del Frente Amplio y de su mega acto del 26 de marzo, encuentra a Benedetti como uno de los tres directivos del Movimiento de Independientes 26 de Marzo, fachada política del Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros).

Ese antecedente hizo obvia su necesidad de exiliarse luego del golpe de estado de 1973. Argentina, Perú, Cuba y España lo acogieron. Con el desexilio volvimos a oír hablar públicamente de él, que había forjado la palabra «insilio» para describir la situación de quienes quedamos en el país. En sus primeras declaraciones publicadas por el diario «La Hora» en 1984, realizó una honda autocrítica a sus posiciones radicales. Antes creía que «cuanto peor mejor» ahora –dijo– «sé que cuanto peor peor».

Sin embargo, sus posiciones de principios no han variado, lo que choca en la España posmoderna, donde vive la mitad del año para evitar los ataques de asma.

En su última entrevista, ya citada, a DPA, declaró, sobre el estado del mundo, que «el pobre mundo va por mal camino bajo la dirección de Estados Unidos y si sigue así vamos a ver el suicidio de la humanidad. Pero ninguna potencia puede derrotar a Estados Unidos. Es un país de maldad. La única esperanza es que ellos se derroten a sí mismos».

Sobre Cuba: «Reconozco defectos de la revolución. Siempre que he ido a Cuba he predicado contra la pena de muerte. Yo soy contrario a eso con cualquier ideología. Yo les digo siempre a los cubanos: si ustedes eliminaran la pena de muerte sería fantástico, porque dejarían solos en América a Estados Unidos. Se lo dije un día incluso a Fidel (Castro), pero no lo convencí».

Sobre los efectos de la dictadura: «Dejó unas secuelas muy importantes. Por ejemplo dejó una herencia de mezquindad en la relación de la gente que antes no existía. Incluso los militares de antes de la dictadura tenían un estilo más civil y democrático. Los que convirtieron a los militares en ejecutores y torturadores fueron los norteamericanos que los adiestraron en la zona del Canal de Panamá para ser verdugos de su propia población».

El lado positivo: los países latinoamericanos han creado una especie de «antídoto» contra las dictaduras. «Lo más probable es que no habrá más dictaduras porque Estados Unidos no las va a apoyar. Washington, independientemente de que gane Gore o Bush, ha llegado a la conclusión de que las dictaduras no le convienen como imagen internacional y ahora prefiere la invasión económica. Le conviene mucho más presionar económicamente y cobrar intereses leoninos. Es otro tipo de invasión o tortura».

La forma de saludar Benedetti nació un 14 de setiembre de 1920 en Paso de los Toros, en una familia originaria de Foligno, Umbria, Italia. Sin embargo, se considera montevideano.

Hizo la primaria en el colegio Alemán, de donde los padres lo sacaron cuando en 1933 comenzaron a exigir que los niños hicieran el saludo nazi.

Fue taquígrafo, vendedor, cajero, periodista, traductor y funcionario público antes de ingresar al periodismo. Benedetti decidió convertirse en escritor durante su estadía en Buenos Aires, donde vivió entre los 18 y 20 años.

Ferviente lector de Ernest Hemingway, Henry James, Proust, Chejov, Maupassant, Virginia Woolf y Horacio Quiroga, entre otros, publicó Esta mañana (sus primeros cuentos) en el 49; Sólo mientras tanto (primeros poemas) al año siguiente y, ya casado con Luz López Alegría, Quién de nosotros (primera novela) en 1953.

Como crítico, luego de haber participado en las revistas literarias «Marginalia» y «Número» era conocido por sus columnas en «Marcha», donde en varias ocasiones dirigió la página literaria. Pero la popularidad masiva esperó a los Poemas de la oficina (1956) los cuentos de Montevideanos (1959) y La tregua (1960).

Desde entonces fue una figura central del ambiente intelectual. Algunas de sus críticas se recopilaron en Escritores del medio siglo. Sus poemas en Inventario Uno e Inventario Dos. Gracias por el fuego (novela del 65, también llevada al cine), se destaca entre las obras del período. Seguirían, por mencionar algunas, El escritor latinoamericano y la revolución imposible (1974), Con y sin nostalgias (cuentos, 1977), Primavera con una esquina rota (novela que le valió el premio Ll
ama de oro de Amnistía Internacional en 1987), La borra del café (1992), Perplejidades de fin de siglo (1993), El olvido está lleno de memoria (1995), Andamios (novela, 1997), Buzón de tiempos (cuentos, 1998) y, el último, Haikús (1999).

Benedetti se hizo tiempo y se armó de buen humor para aparecer en la película El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela, recitando versos suyos en alemán, y para posar en Montevideo para un fotógrafo argentino que publicó un libro con extractos de sus escritos.

Pero ahora se queja de «la falta de tiempo para escribir. A veces llego media hora antes a una cita y en ese ínterin intento pensar y reflexionar sobre posibles textos, la verdad es que a mí siempre me ha gustado eso de la puntualidad alemana», aprendida antes de que intentaran inútilmente hacerlo saludar con la mano estirada.

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