Un premio, una instalación

El Premio Paul Cézanne 2006, en su 17ª edición, coincidió con el centenario de la muerte del maestro de Aix-en-Provence, recordado en muchos países. El legado del genial pintor es complejo y difícil de abordar, en especial para quienes no conocen los originales y no han visitado su taller al pie de la montaña Sainte-Victoire, un paisaje deslumbrante, indispensable para descubrir la esencia íntima de sus telas y acuarelas, su interpretación de la naturaleza y el sistema relacional de su estructura formal. No es tarea fácil para jóvenes que han accedido a Cézanne a través de reproducciones, videos, teorías ajenas y confesiones propias.

Proponer Las miradas a la obra de Cézanne como tema central del Premio, era todo un desafío e inevitable que su autorretrato, retratos y paisajes fueran la imagen referencial, el punto de partida de los concursantes. Los códigos pictóricos se imponían.

Martín Verges Rilla (Montevideo, 1975) está familiarizado con la técnica pictórica y la historia del arte. Fue su obsesión desde adolescente. Aquí se aparta de las propuestas presentadas en el Premio Nacional de Artes Visuales. Con mayor felicidad e imaginación, seguro en el dominio del dibujo, dialoga con empinado sentido del humor, disparado en diversas direcciones, incluso la propia, con Cézanne y su obra. Eligió un acertado título, Cézzzzanne, figura durmiente y despierta del pintor ejecutada al pastel con sutiles tonalidades que no desmienten la enseñanza de Clever Lara. En el tránsito del sueño a la vigilia, estructura una narrativa en forma de historietas o papeles sueltos en una minuciosa elaboración reflexiva de finísimos hallazgos conceptuales donde la famosa manzana ocupa un lugar preponderante y en divertidas situaciones diferentes. Un impecable Primer Premio.

No quedó atrás Cecilia Vignolo, montevideana del 71, con lustrosos antecedentes, personalidad que se impuso en el arte uruguayo por arriesgarse en ríspidos caminos. Su instalación y performance (los viernes y sábados a las 19.00) sintetiza las búsquedas anteriores hasta lograr una obra contundente, sin fallas. Domina, como en parte sucedió en la Unión Latina, el espacio (el pequeño le conviene más) y los diferentes elementos (fotografías, reproducciones, el ya clásico hilo rojo adquiere mayor relevancia) se imbrican y refuerzan los significados, en el intercambio sobrepuesto de miradas detenidas de ayer y las vitales de hoy, en un ceremonial minimalista, despojado y envolvente.

Agustín Sabella (Montevideo, 1977) demuestra el olfato para auscultar la sociedad y los nuevos medios agregando el sentido lúdico y participativo del stencil como soporte, con una respuesta rápida del visitante.

Vladimir Muhvich (Montevideo, 1975), de trayectoria de grabador fecundo y transgresor, agrega el de pintor y videasta, de alta calidad. Visiones interiores de Paul Cézanne se vincula con Geometría íntima, la unipersonal que realiza en el Cabildo. Una mirada subjetiva que se confunde con la del Otro, en una navegación espacial siempre escurridiza, que aparece y desaparece, se transforma, oscila entre el micro y el macrocosmos, penetra endoscópicamente en el interior de la obra para revelar barrocos pliegues espaciales que recuerdan las utopías de Constant, Kosice, Gordon Matta-Clark. El video del Premio Cézanne es perfecto en su seductor desplazamiento, el del Cabildo adolece de inseguridad en el temblor de la cámara. En cambio, las pinturas del Cabildo poseen una persuasiva elocuencia que desaparece en las superposiciones del Subte. Hay un talento con ideas que, erráticamente, hasta ahora, busca manifestarlas.

El catálogo del Premio Paul Cézanne es convencional, con erratas, textos de circunstancia, aunque Joël Capella-Lardeux, el jurado que vino de Francia, confirma la permanencia del surrealismo. Ni comparar con el del anterior certamen. *

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