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Muertos de amor

En «Muertos de amor», el periodista y escritor argentino Jorge Lanata recupera la memoria de la frustrada experiencia revolucionaria del Ejército Guerrillero del Pueblo, que operó fugazmente en Salta, entre 1963 y 1964.

Durante su extensa carrera profesional en medios gráficos, radiales y televisivos, el controvertido comunicador ha logrado construir una imagen de investigador independiente, osado e incisivo, que ha cosechado tanto diatribas como lisonjas.

Sin embargo, el aporte de Lanata no se limita al mero ejercicio del periodismo, sino que también ha incursionado con buen suceso en la escena literaria.

En 1990, publicó «Polaroids», su primer libro de relatos. Apenas un año después, apareció «Historia de Teller», que marcó su debut en el género novelesco.

Además, Jorge Lanata es autor de «Argentinos I y II» y de «ADN, mapa genético de los defectos argentinos», dos provocadores ensayos políticos en torno a la historia de su país.

También tuvo una recordada incursión en el arte del celuloide como guionista y director del polémico documental «Deuda», que fue estrenado en el circuito cinematográfico montevideano.

En este conmovedor relato que mixtura la realidad con la ficción, el autor se adentra en los territorios del tiempo, remontándose a la génesis de los grandes conflictos que sacudieron las estructuras políticas y sociales de la Argentina contemporánea.

Pese a las particularidades que atañen a la identidad del vecino país, esas turbulencias guardan importantes analogías con nuestra propia peripecia de nación periférica y dependiente.

Este discurrir temporal impregnado de abundantes referencias históricas, le permite a Lanata situarse en la escenografía de una época pautada por radicales antagonismos y una aguda polarización de las diferencias de clase, en medio de la crisis regional de los paternalismos estatales y el descaecimiento de la prosperidad de la post-guerra.

Esos puntos de inflexión que se articularon en función de las diversas contingencias de los países americanos, desembocaron en severas confrontaciones y episodios de violencia fratricida, alimentados, a su vez, por la guerra fría y la contienda ideológica entre las potencias hegemónicas.

Las turbulencias históricas de ese tiempo de fermentales debates y sueños de liberación, tuvieron naturalmente su reacción más grotesca en la instalación de gobiernos autoritarios cipayos, que aplicaron la praxis del terrorismo de Estado para asfixiar a los movimientos populares.

Simultáneamente, la proliferación de organizaciones guerrilleras internacionalistas nacidas al calor de la revolución cubana, promovió un vasto frente anti-imperialista y anti-oligárquico.

Son soslayar indispensables alusiones a la coyuntura de la confrontación bipolar de la segunda mitad del siglo pasado, el periodista reconstruye pacientemente el embrión de la rebelión que tuvo como escenario a Salta, en los primeros tramos de la turbulenta década del sesenta.

Apelando a una doble escritura que alterna el relato con la introspección reflexiva, Lanata recrea los paisajes geográficos, políticos y sociales de la época y la génesis del luego fallido estallidos revolucionario.

El escritor ensaya un elocuente retrato del neocolonialismo contemporáneo que saqueó las riquezas de su país, evocando el origen de la extranjerización de la tierra, el latifundio y la apropiación de los medios de producción, con la complicidad de los patriciados vernáculos y la clase política.

De algún modo, más allá de eventuales influencias exógenas, el autor sugiere que la rebeldía de ese puñado de argentinos fue parida como reacción a la despiadada explotación de los obreros y campesinos, condenados a trabajar en los ingenios en condiciones infrahumanas.

Jorge Lanata evoca el proceso de nacimiento del Ejército Guerrillero del Pueblo, que fue auspiciado, desde La Habana, por el propio Ernesto «Che» Guevara y liderado por el periodista Jorge Ricardo Masetti, bautizado como «Comandante Segundo».

Los integrantes del reducido grupo insurgente recibieron adiestramiento militar en Cuba y Argelia, antes de retornar a su país y sumergirse en la tórrida y desolada selva salteña.

El autor construye un desencantado ensayo sobre una revolución imposible, nutriéndose de la materia prima de las utopías que amasaron pacientemente en sus corazones los pasionales guerrilleros.

Esa compulsión revolucionaria que se encendió también en otros territorios de nuestra América, fue parida ­naturalmente- por la inconmensurable figura del comandante Ernesto «Che» Guevara.

El autor recupera la imagen del guerrillero heroico más allá del mito, para decodificar el origen del Ejército Guerrillero del Pueblo, luego devenido en fracaso y en olvido.

Para acercarse a la verdad de la historia, el periodista nutre su obra de testimonios, diálogos, cartas y múltiples anécdotas que atesora el imaginario colectivo.

Esa proliferación de voces le permite restaurar la memoria de un grupo de rebeldes enamorados de la libertad y la justicia social, que soñaron con un mundo diferente sin explotados ni explotadores.

Jorge Lanata escribe una suerte de diario de la expedición revolucionaria, que relata las vicisitudes de ese puñado de combatientes diseminado en plena selva salteña.

El autor otorga voz propia a cada guerrillero, trasuntando los sentimientos de temor, desencanto e impotencia de los protagonistas de esta experiencia insurreccional sin futuro.

Los testimonios de los integrantes de este ejército irregular que jamás entró realmente en combate, corroboran que, en medio de tanta indiferencia y resignación, la revolución se transformó en un sueño inconcluso.

Queda claro que la actitud prescindente e indolente de los lugareños tornó imposible encender un fuego combatiente que pudiera propagarse a todo el país.

Jorge Lanata construye la crónica de una batalla perdida y de un fracaso inexorable. En ese marco, el escritor dramatiza los padecimientos de esos guerrilleros errantes, solos, hambrientos, traicionados por la ignorancia y huérfanos de todo eventual apoyo militar y logístico.

El periplo literario transita por paisajes inclementes, desolados, vacíos y deshabitados, donde sobrevivir y conservar la cordura era una suerte de suprema proeza.

Aunque naturalmente no está exento de admiración, todo el relato trasunta un sentimiento de amarga derrota, de desigual lucha contra la hostilidad de una naturaleza inhóspita y de cruel desamparo.

En medio de esa escenografía de devastación, la pluma del conmovido escritor rescata los pequeños actos de heroísmo y la solidaridad en situaciones límite.

Sin embargo, Lanata no soslaya referencias a la férrea disciplina militar imperante en el grupo guerrillero, que no duda en castigar el pecado de la debilidad mediante el fusilamiento.

El periodista humaniza a la totalidad de los actores de la escena histórica y literaria, incluso a los gendarmes del gobierno cuya misión es desarticular y aplastar implacablemente a la embrionaria sublevación.

De algún modo, todos ­guerrilleros y militares- son protagonistas de una peripecia existencial azarosa, que a menudo los confronta a una experiencia que no llegan cabalmente a comprender.

Mediante una escritura de trazo descarnado y sin concesiones, el autor restituye la memoria de un episodio deliberadamente olvidado de la épica guerrillera argentina y latinoamericana.

Su pluma condensa la indomeñable pasión de esos insurrectos soñadores, cuyo amor por la libertad los transformó en partícipes de un proyecto revolucionario que de antemano estaba condenado al fracaso.

La obra contiene la intransferible impronta que identifica a su autor, quien trabajó el relato a partir de la materia prima de la investigación y la indagación histórica.

Sin embargo, la narración no se agota en la mera reconstrucción del episodio, sino que se adentra pro
fundamente en la psicología de cada uno de los personajes.

Aunque naturalmente nace del vientre del pasado reciente de la Argentina y de nuestra convulsionada América, «Muertos de amor» es también un dramático relato de vida.

Más allá de la mera crónica, Jorge Lanata consuma el parto esencial de la restitución de la verdad histórica, en torno a la épica de un grupo de hombres que amasaron un sueño de cambio radical en la arcilla de la ética, la convicción y el compromiso.

Al margen de su indudable valor literario, esta obra comporta un inapreciable material de debate que coadyuva a la reflexión en torno a las grandes utopías contemporáneas. *

(Editorial Alfaguara)

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