HOMENAJE EN LA BIBLIOTECA NACIONAL

La inextinguible y extraña luz de Levrero

Si en la encuesta llamada ‘El canon oriental’ realizada por la desaparecida revista ‘Tres’ a fines de los ’90 salió Felisberto Hernández como uno de los autores nacionales más leídos e inspiradores por sus pares, los escritores uruguayos inquiridos por una encuesta así hoy probablemente consignarían a Mario Levrero como el más respetado, leído y referencial de la literatura uruguaya. Ayer y hoy viernes la Biblioteca Nacional y el programa literario Sopa de Letras de Radio Nacional realizan un homenaje a su memoria, al cumplirse tres años de su muerte.

LA REPUBLICA pidió una reflexión sobre la figura de Levrero a la profesora Helena Corbellini, escritora, y coordinadora de este homenaje quien explicó: «Al cumplirse tres años de su muerte, el programa Radial Sopa de Letras y la Biblioteca Nacional, hemos propuesto rendirle homenaje al increíble escritor que fue Mario Levrero. ‘Mi rol social es el del loco’, escribió en la póstuma ‘Novela luminosa’, y como loco generoso y lúcido se rodeó de un vasto círculo de relaciones. ‘La gente te quiere’ le dijo Felipe Polleri y él no entendía como eso era posible dada su manía paranoica.

Ese sentido del amor que nosotros experimentamos por Levrero, está vinculado a la experiencia de su literatura, pero también a la experiencia que era conocerlo y entrar en su mundo ­aparentemente absurdo- de manías, adicciones y que su escritura transfiere en un registro minucioso de trivialidades obsesivas. Su manera de percibir el mundo es la extrañeza, un mundo enlazado por casualidades que él interpreta como causalidades, y donde el protagonista espera una señal. La señal que le devuelva su espíritu y desde allí emitir su discurso del alma. Levrero se autoimpuso un imperativo para su escritura, desde que enfrentado en su existencia empírica a una operación de vesícula, escribió ‘Diario de un canalla’. Desde entonces, el deseo de ‘ser honesto’, de decir la ‘verdad’, de romper pedazo a pedazo cualquier asomo de ficción, será la estrategia del autor. Cree entonces estar en situación de revelar sus experiencias luminosas y compartirlas con los lectores, lectores que están siempre presentes en su escritura, ya que los nombra, los adjetiva con benevolencia y hasta termina por asignarles la tarea de ‘prestar la luz’ a la novela. Porque al escribir descubre que las experiencias luminosas son intransferibles, y al autor sólo le queda ­una vez más en el caso de Levrero- documentar su fracaso.

La decisión de ser escritor llegó tras varias de esas experiencias que él finalmente narró como ‘luminosas': unos ojos verdes inolvidables, la inteligencia de las hormigas, un racimo de uvas en pleno invierno y en la época final, cuando ‘el diario de la beca’, aparecen las palomas en la azotea vecina. Lo demás ha sido el frío, el hambre, el viento, la incomprensión».

 

Vuelo y tributo

A las seis de la tarde de hoy, como parte del homenaje, se hará una suelta de palomas desde la escalera de la Biblioteca (nota de la r: no se sabe si quedarán libres o volverán, son proporcionadas por la Brigada de Comunicaciones del Ejército. De ser aves entrenadas como mensajeras, es de presumir que volverán a sus jaulas. También es de presumir que este tema preocuparía a Levrero). La suelta de aves, explicó la organización, corresponderá a un acto de evocación de Levrero con «150 palomas mensajeras de su espíritu luminoso».

A continuación se inaugurará la exposición ‘El lugar de Levrero’, que reúne pertenencias del escritor y de fotos sacadas por él mismo. A las 19 el escritor Elvio Gandolfo dará una charla sobre el homenajeado, y a las 20 se abrirá una mesa redonda con la participación de algunos de los discípulos de los diversos talleres literarios, presenciales y virtuales, que dirigió Levrero en los últimos años de su vida. Entre esos alumnos están algunos de los autores y autoras más interesantes, prometedores y cumplidores (pues han editado y ganado premios) de la nueva generación literaria nacional: Inés Bortagaray, Pablo Casacuberta, Patricia Turnes son algunos de ellos. Seguramente muchos de ellos estarán allí, para recordarlo juntos.

El doble homenaje apunta a las diversas facetas de Levrero: su obra fue interpretada desde la lectura de cinco escritores en la audición radial abierta de ‘Sopa de letras’ de ayer jueves, en la Sala de la Asociación de la Prensa, donde también tocó el músico Leo Maslíah, quien fuera amigo personal de Levrero.

La exposición en la Biblioteca Nacional que se inaugura hoy, estará acompañada por la obra ‘Irrupciones’, edición de la última obra de Levrero editada por Santillana que estará a disposición del público.

Esta reúne sus maravillosas columnas publicadas en ‘Posdata’, incluso con correcciones y apócopes que subsiguieron a las incorrectas ‘correcciones’ de redacción tomadas como afrentas a la prosa por Levrero en su momento.

Cabe recordar aquella célebre expresión «fue nada menos que un sueño» que utilizó en una columna, y que algún obtuso trabajador de la prensa invirtió/anuló transformándola en «fue nada más que un sueño». Todo un estatuto sobre el lugar que ocupan los universos oníricos para los poetas, y por contraste…para quienes no lo son.

«Varlotta», como los llamaban sus amigos y alumnos, adoraba soñar. Daba a sus sueños importancia superlativa. Abrazaba la ambigüedad del umbral del sueño y la vigilia, ese que se ‘desenredaba como telarañas’ al levantarse, y aturdía el entendimiento, tal como alguna vez lo describió.

Trama fantástica la de la ensoñación, a la que afortunadamente se aferró siempre. *

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