Arte uruguayo sólo en subastas

Durante dos meses y hasta ayer, el arte nacional desapareció de las dos principales pinacotecas del país. Un escándalo que no mereció la atención de los medios que, como de costumbre, ignoran lo fundamental y abundan en lo superfluo. El Museo Blanes y el Museo Nacional de Artes Visuales hospedaron la casi totalidad de sus salas el proyecto internacional Encuentro Regional de Arte (ERA) y expulsaron a los respectivos depósitos el patrimonio artístico que ahora, se supone, volverá en el día (o los dos días) destinado a recordarlo, con más sensacionalismo populista que calma reflexiva, de conocimiento y estimación, que supone esa fecha anual originada en Francia.

Para contrarrestar las deficiencias culturales locales y estar en contacto con el arte nacional, están las subastas comerciales. No se proponen, desde luego, ni siquiera una exhibición ordenada o coherente del variado material. El observador atento, sin embargo, podrá descubrir aspectos que debiera movilizar a las autoridades competentes ya no para adquirir alguna pieza, una circunstancia impensable para los escasos rubros destinados a las artes visuales, por lo menos, para agregar un elemento más a su currículo visual que implica, el interés real y gratificante hacia los artistas uruguayos.

El lunes 8 de octubre Juan E. Gomensoro (Torre 1 del World Trade Center), en un catálogo de actividad internacional extendida a Buenos Aires y Puerto Rico, rematará obras de singular importancia. Un valioso antecedente del arte nacional, el francés Raymond Monvoisin (1790-1870), estuvo pocas semanas en Montevideo pero su influencia fue decisiva y Retrato de María Antuña y Jacinta Galarza, 1842, evidencia la proyección que tuvo en el italiano Cayetano Gallino, también residente montevideano en ese año. Bueyes y carretas de Horacio Espondaburu (1885-1902) procedente de la que fuera una sólida colección del Banco Comercial, es una composición que recuerda, de inmediato, las acuarelas del campo de José Cuneo en la circularidad del trazado, la luminosidad de los azules diluidos, un color característico del pintor.

De la media docena de cuadros que se conocen de Espondaburu, es un hallazgo a tener en cuenta. Playa Pocitos, de Alberto Dura (1888-1971), fechado en 1962, actualiza su época mejor, planista, y sigue revelando la solidez técnica. Carmelo de Arzadun (1888-1968) hay varias telas obedientes a diferentes instancias expresivas, del impresionismo, planismo y constructivismo torresgarciano. Zoma Baitler (1908-94), excelente Paisaje de Francia, 1957, óleo de talante expresionista de rica factura. José Gamarra (1934) tiene un óleo sobre madera, De caza, 1996, uno de esos deliciosos paisajes utópicos ejecutado con la minuciosidad de relojero. Un par de esculturas de Eduardo Díaz Yepes (1909-79), denuncia la afinidad con su amigo español Alberto Sánchez. Hermenegildo Sábat (1933), un elocuente retrato, Aníbal Troilo, 1975, sintético, de fuerza emotiva.

Cinco obras de Barradas (1890-1929 ), Estampón de Bahía, acuarela, Paisaje vibracionista, tinta sobre papel, Naturaleza muerta vibracionista, lápiz sobre papel y Hospitalet de Llobregat, dibujo a lápiz, compensan la ausencia de su obra de los museos. José Cuneo (1887-1977), dos óleos, uno sobre tela , Rancho, y otro sobre cartón, Amanecer en la estancia, documentan fehacientemente su estilo neoexpresionista.

Joaquín Torres García (1874-1949), dos dibujos de principios de siglo en la línea del modernismo catalán, y La misa del encuentro, de Pedro Figari (1861-1938), completan el círculo histórico fundamental del siglo XX, que se extiende con cuadros de Carlos M. de Santiago (1875-1951), Juan Storm (1927-95), Hilda López (1922-96), Javier Gil (1961), Julio Alpuy (1919), Diego Píriz (1966), Andrés Montani (1918-2000) Juan Cavo (1932-94), Germán Cabrera (1903-90), Bruno Widman (1930), Carlos Páez Vilaró (1923), Juan Pierre Caubios (1944). Ignacio Iturria (1949) y Enrique Broglia (1942).

Un panorama inusual y bienvenido para ver algunos artistas uruguayos, bien representados, ausentes sin aviso en los museos montevideanos. Se puede visitar en un amplio horario, lunes a viernes de 10.00 a 19.00 horas. *

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