LIBROS

Vivir adrede

En «Vivir adrede», el emblemático poeta, narrador y ensayista Mario Benedetti ensaya una aguda reflexión en torno al incierto destino del hombre del tercer milenio, que se debate entre la angustia de la violencia y la acelerada pérdida de su identidad.

A los 87 años de edad, Mario Benedetti, que presentó recientemente esta obra en el marco de la 30ª Feria Internacional del Libro, sigue siendo una de las plumas referentes de la literatura nacional y universal.

A su indudable versatilidad estilística y su profundo abordaje conceptual de los problemas que atañen al ser humano que afronta el siempre renovado desafío de vivir, Benedetti ha sumado su inclaudicable compromiso ético y social con el cambio y las causas populares.

Su permanente denuncia de la injusticia y el autoritarismo lo expuso a la persecución de la dictadura y le forzó a emprender la siempre dolorosa y traumática experiencia del exilio, durante los años más oscuros de nuestro pasado reciente.

Sin embargo, pese a la compulsiva ausencia física y la distancia geográfica, el monstruo autoritario no logró silenciar la potente voz de denuncia del poeta, cuya incansable pluma se transformó en demoledora espalda de combate a la ignominia.

Esa épica le ha permitido erigirse en un auténtico paradigma de más de una generación, cuya mayor cualidad es, sin dudas, la de retratar nuestra identidad con la fina sensibilidad de un atento testigo del devenir de la historia.

De su vasta producción poética, novelística y ensayística sobresalen títulos referentes: «Montevideanas», «Poemas de la oficina», «La tregua», «Viento del exilio», «Primavera con una esquina rota», «Gracias por el fuego», «El olvido está lleno de memoria», «Andamios», «Perplejidades de fin de siglo», «Buzón de tiempo», «La borra de café», «La vida ese paréntesis», «Insomnios y duermevelas» y «Existir todavía», entre otros.

Sus poesías están reunidas en tres voluminosos tomos de «Inventario», los cuales condensan las diversas inflexiones y estaciones creativas del célebre escritor compatriota.

En este nuevo libro, el autor interpela con acento crítico a la realidad, condenando a la guerra, el imperialismo, la globalización, el fanatismo, el odio y a la injusticia social, entre otros males no menos inquietantes de nuestra contemporaneidad.

Como es habitual, Benedetti no soslaya el humor y la ironía, para mofarse, con su fina mordacidad, de algunos mitos, hábitos y manías inherentes a la condición humana.

En el decurso de este periplo literario, el octogenario escritor emprende nuevamente un ejercicio profundamente introspectivo, que transita por diversos territorios de nuestro atribulado presente. Sin embargo, no soslaya el pasado, asumiendo que la memoria es siempre una herramienta indispensable para interpretar al hombre y su circunstancia.

El rumbo cardinal de su escritura está marcado por los desafíos que impone un momento histórico cargado de paradojas y contradicciones, el cual requiere de respuestas lúcidas y comprometidas.

Esta cualidad transforma a Benedetti siempre en un agudo interpelante, que hurga osadamente en dilemas propios y ajenos y en angustias compartidas que a todos nos atañen.

Aunque la obra está dividida en tres segmentos aparentemente independientes entre sí, la conjunción de esas reflexiones conforma un discurso de sólida elocuencia conceptual.

No es extraño que la primera parte de este libro se intitule «Vivir», lo que sugiere una aventura exploratoria de la a menudo tortuosa peripecia existencial del ser humano.

Mario Benedetti expone su escritura a la intemperie de la realidad, cuando visualiza los colores del mundo, que se debaten permanentemente entre las antípodas de los claros y oscuros.

En este primer texto, afloran las primeras críticas a las eternas contradicciones y a los absurdos institucionalizados, por esos «miles de niños que mueren de hambre civilizada».

La pluma del longevo narrador se desliza a través de los ominosos territorios del miedo, el radical antagonismo entre los escépticos y los optimistas, la incertidumbre, los artilugios y las identidades registradas en nuestras huellas digitales.

Esa apelación a lo propio y lo identitario está también presente en la imagen de una foto, que atesora amores y odios, afectos, lealtades, traiciones y nostalgias por lo definitivamente perdido.

El reflexivo creador recupera la esperanza cuando alude a la utopía, que contrasta con lo imposible, en una suerte de dicotomía que plantea otro de los supremos dilemas de siempre.

Sin embargo, la apelación al pasado aterriza nuevamente su prosa en un universo bastante más desencantado, recurrentemente habitado por los fantasmas del silencio y la soledad.

En ese contexto, irrumpe nuevamente una de las materias primas primordiales del discurso poético benedettiano: el tiempo. En «Ecos y ecos», su verso se transforma en sentencia elocuente: «…Los ecos del ayer y el anteayer quedaron solos, sin los sonidos opacos y las voces abiertas, luego amortajadas, que los colocaron en el aire limpio…»

Uno de los textos sin dudas más emotivos y removedores es «Sobre suicidas», que recrea la inenarrable angustia de la autodestrucción voluntaria o involuntaria.

Los «estupores» impregnan fuertemente la escritura de Mario Benedetti, en una suerte de ensayo sobre la perplejidad y el asombro, porque «las religiones toman las armas y los dioses aprietan los gatillos» y «los odios son monstruosas avalanchas que cruzan las fronteras y desmantelan vidas y viviendas».

El discurso del autor asume un sesgo aún más crítico, cuando denuncia el estado de alarma que lo conmueve y nos conmueve. En ese contexto, fustiga ácidamente a la globalización, que «es un gran basurero del poder» y a «las invasiones y su obligatoria colección de cadáveres».

Pese al recurrente empleo de la metáfora, el autor aumenta igualmente los decibeles de su alegato, que condena implacablemente a la violencia del los autoritarismos y al abusivo ejercicio del poder político y económico en la aldea global.

El esperable tema de la muerte aflora en el paisaje literario de trazo deliberadamente desencantado, en una eclosión poética que invoca nuevamente al incesante fluir del tiempo.

En tal sentido, Benedetti transita todos los escenarios de la perentoria humanidad que se escapa, «hasta que una noche inesperada, los párpados sucumben y ya no se levantan».

La muerte también se intuye en las permanentes alusiones al silencio, a ese ensordecedor silencio que no se conmueve ni ante la barbarie de la guerra ni ante el dolor ajeno.

Esa radicalidad del discurso poético también aflora en una tan recurrente como estremecedora confirmación: el tiempo es siempre el partero de lo inexorable.

El escritor ensaya un paralelismo entre la realidad y la poesía, para dar cuenta de la fragilidad de los mitos y de los grandes triunfos y las grandes derrotas.

Benedetti interpela a la ausencia de los que ya no están, que menudo está colmada de presencias, porque la memoria tiene la primordial cualidad de coagular el pasado. «…Por suerte, cuando soñamos, vuelven todos, los que todavía son y los que fueron. Y abrazamos fantasmas, almas en pena y almas en gloria. Ellos nos cuentan su impiadosa sobrevida, aunque, eso sí, marcando siempre su territorio, que es sólo invierno…»

El octogenario poeta se manifiesta hastiado de la violencia, de los misiles que surcan los cielos desolados del mundo, de la pasta base que «mata en apenas seis meses» y de la tristeza que «hace trizas el alma».

El autor evoca los exilios propios y ajenos, las patrias peregrinas, esquivas, distantes y redivivas y las soledades individuales o compartidas.

La segunda parte de este libro intitulada «Adrede», condena ácidamente a las religiones que bendicen las guerras, a los amos del mundo que manipulan el presente a su antojo y conveniencia, a los paranoicos fanatismos y a la droga que se está devorando a la
juventud.

Aunque no todos los textos incluidos en esta obra mantienen el mismo nivel de calidad creativa, la escritura de Benedetti conserva enhiesta su incisiva impronta crítica, que condena ácidamente las calamidades del mundo.

Mediante una prosa poética que conmueve por su radicalidad y su alto nivel de compromiso, Mario Benedetti denuncia a la violencia, la guerra, la injusticia, el imperialismo, la globalización, la mentira, el odio y la droga, en una suerte de alegato que apunta a recuperar la ética de la dignidad y la grandeza de lo cotidiano. *

(Edición de Seix Barral)

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