Mirada. Visión a la trayectoria de varias desafiantes mujeres

Las mujeres del jazz, en un estupendo libro

De ellas se habla en este emocionante y revelador libro que está en venta en nuestro país.

Disfruta de mí si te atreves recorre la vida de una decena de vocalistas femeninas que tuvieron una trascendencia mayúscula en el arte afroamericano relacionado con el jazz y el blues. Esa narración no se limita a la parte biográfica de cada una, sino que el autor Buzzy Jackson acompaña sus investigaciones con la descripción de la compleja sociedad de los Estados Unidos y las profundas injusticias económicas y contradicciones y violencia raciales que soporta.

Comienza con la marginada figura de Mamie Desdoumes abriéndose camino por las tabernas de baja estofa de Nueva Orleans, tocando el piano y cantando para una clientela formada por tahures, prostitutas, marineros, malvivientes y borrachos pendencieros.

Jackson aprovecha para pintar un vívido cuadro de la cuna del jazz, de la importancia del blues en esos primeros años del siglo veinte y sus características musicales y sociales. Elige como primera gran artista de ese género musical a Gertrude «Ma» Rainey, quien viajaba de pueblo en pueblo en espectáculos ambulantes y se hizo conocida como actriz, bailarina, humorista y cantante.

Con la aparición de los primeros discos, el autor menciona a Mamie Smith, Sophie Tucker y Alberta Hunter, para desembocar naturalmente en la más grande de aquella época: Bessie Smith. Su imponente presencia física, la formidable proyección de su voz y su perfecta dicción, lograron que sus grabaciones de blues en los años veinte se vendieran en número jamás imaginado, al punto que se convirtió en la artista mimada del sello Columbia.

Bessie murió en 1937 y en ese año la nueva estrella del jazz era Billie Holiday. Víctima del racismo más despiadado, Billie tuvo la fortuna de encontrar el apoyo del productor John Hammond y realizó magistrales grabaciones junto con los grandes jazzistas de entonces, como Teddy Wilson y Lester Young. Sus tribulaciones con la droga fueron una de las causas principales de su declinación.

Con Etta James, Jackson ingresa en el terreno del rhythm and blues y el rock and roll. Describe la creciente sexualidad de las letras de las canciones, la pacatería de la sociedad estadounidense y los gritos y luchas de la cantante contra el maltrato y la negligencia de la industria del espectáculo. En cambio, la «niña buena» fue Aretha Franklin, crecida en un ambiente religioso y orientada hacia el gospel. Sus notables registros para el sello Atlantic la convirtieron en la indiscutible «reina del soul». Su sentido de la justicia la llevó a la defensa de los derechos civiles de la mujer.

Otras dos cantantes imbuidas del espíritu del blues fueron Tina Turner y Janis Joplin, a quienes Jackson dedica un conmovedor estudio. En el último capítulo reseña las trayectorias de Joni Mitchell, Patti Smith, Lucinda Williams, Whitney Houston, Mariah Carey y Courtney Love. «Todas aprendieron de todas, cada una de ellas captando la fuerza que provenía del hecho de que otra mujer cantase sus alegrías y sus penas y de que eso fuera válido, que la gente lo necesitara y, por tanto, que había que seguir cantando».

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