Pintor argentino en el Museo Gurvich

El martes, a las 19.30 horas, el Museo Gurvich, Ituzaingó 1377, inaugurará la muestra del pintor argentino Leónidas Gambartes. Rosarino, como Lucio Fontana, Antonio Berni y el Ché Guevara, Leónidas Gambartes (1909 -1963), hijo de padres tucumanos de condición humilde campesina, escuchó en la niñez relatos familiares sobre supersticiones, lobizones, animales fantásticos, brujas y brujerías (no muy diferentes a los que oyeron el grabador uruguayo Luis A. Solari o las anécdotas de fiestas federales y costumbres de negros Pedro Figari) que tuvieron para él «tanta viviente y alucinada realidad».

En 1932, con unos amigos, tomó en serio la posibilidad de ser pintor leyendo revistas y libros, siendo un estímulo para la reflexión sobre realidades artísticas diferentes. Empezó a trabajar como dibujante cartógrafo, un oficio que afianzará sus recursos expresivos, cuando la miopía progresiva se manifiestó. Al fundarse en 1933 la Mutualidad de Estudiantes y Artistas Plásticos, el punto de arranque de la modernidad rosarina, Antonio Berni regresó de Europa con un caudal importante de experiencia y conocimientos, será el profesor de dibujo y pintura que divulga su experiencia con el surrealismo en París pero también Gambartes conoció al mexicano David Alfaro Siqueiros, visitante de la ciudad, en encendidas conferencias sobre el arte al servicio de la revolución, como lo hizo en Buenos Aires y Montevideo.

Gambartes se apartó de las enseñanzas de Berni y del realismo social mexicano y, con un bagaje cultural apreciable, surgido de lecturas y reproducciones ejecutó, entre 1937 y 1942, una serie de cartones humorísticos de talante surrealista-expresionista a veces incorporando el collage de diarios de la época de sarcásticas connotaciones socio-políticas, impregnados de fuerte cromatismo.

En 1940, leyó el Universalismo constructivo de Torres García, lectura que hizo con entusiasmo pero, a excepción de la adopción de la medida áurea, no ejerció influencia inmediata para quizá, incorporar más tarde, a su manera, la problemática sobre arte americano que ya Pedro Figari había planteado en 1912 en su teoría del regionalismo artístico. El óleo también lo atrapó, registrando protagonistas populares, de rasgos étnicos, donde se advierte un ordenamiento geométrico de la composición, contrapuesto a la riqueza matérica de gran movilidad en la pincelada y finas variaciones tonales. Fue el comienzo del camino hacia un estilo inconfundible que logrará sin prisa y sin pausa. Pintor provinciano que jamás viajó a Europa, Gambartes elaboró una iconografía que hace balbucear los códigos aceptados, hasta encontrar un timbre personal, viajero que no necesitó salir del terruño natal, sino que se atuvo a una experiencia intensiva y no exterior. No hizo un recorrido por el espacio geográfico sino cruzando los umbrales de interioridad, el movimiento ocurre sin que sea necesario desplazarse, creando dentro del lenguaje europeo su lengua original. Con minucia de investigador, con voracidad por conocer y comprender ciertos procesos mágicos elaborados en el pasado indígena aún vigente en varias comunidades cercanas que frecuentó, se sintió atraído por el payé, vocablo de origen tupí-guaraní, que puede designar tanto el chamán o curandero como el amuleto o talismán indígena, más tarde mestizo. El payé puede ser el hombre capaz de transformarse en animal como el lobizón o un dios protector de la agricultura pero también referirse a elementos del ritual, establecer una articulación entre el hechicero y las entidades mágicas por él creadas o trasmite.ecífica. Pero esas ideas son plasmadas en soportes, formas y referentes temáticos de inédita concepción. Gambartes, además de la miopía, tenía una herida en la retina que le impedía ver sin deformación una superficie no mayor de los treinta centímetros. Su visión era, pues, fragmentaria, pedazos agregados de realidad, al igual que construía sus cuadros, agregando un trozo a otro trozo, como teselas aumentadas de mosaico tradicional, algo evidente en algunas composiciones. Esa limitación y enorme esfuerzo visual, se convirtieron en sus mejores recursos de creador de formas. No se circunscribió a los habituales de la pintura. Inventó la técnica del cromo yeso, variante de la técnica mural, cubriendo la superficie del hardboard de ambos lados con yeso y cola y una vez seco y lijado, pasaba una mano de acuarela para luego rayar con finamente con el buril o el cabo del pincel a diferentes distancias hasta dejar el fondo como si fuera un palimpsesto.

La muestra antológica seleccionada para el Museo Gurvich recoge múltiples aspectos de una obra más extensa pero que, en su sintética exhibición, da cuenta de un talento, para ver y estimar, fuera de serie a nivel continental que los uruguayos sabrán apreciar y descubrir, no sin cierto asombro.

El martes también, se efectuará la preinauguración, a las 17.00 horas, con un diálogo con la familia del pintor y la proyección de un filme sobre la vida de Gambartes.

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