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Se ha perdido la costumbre de argumentar

­¿Contame sobre tus libros?

­El nombre de los libros es «Cómo hacer cosas con razones» y los escribí junto a Carlos Aloisio. Uno contiene ejercicios que sirven para que los estudiantes se adentren en el tema de la argumentación y, el otro, es para el docente y tiene las respuestas. La idea es que sea leído por alumnos de Secundaria de Filosofía, en que la lógica se ha sustituido por argumentación. Esto se hizo en el entendido de que es más fácil y más útil entender la lógica dentro del contexto de una argumentación. Hay que olvidarse de las tablas de verdad, ya que con ellas nadie resolvió nada en su vida cotidiana. Considero que la lógica sí tiene un interés práctico, que se ve dentro de una argumentación. Cuando tratás de convencer a alguien de algo o cuando tratás de demostrar un hecho.

 

­¿Por qué es importante aprender a argumentar?

­Siempre que intentamos demostrar un punto de vista argumentamos, pero no siempre lo hacemos bien, y eso se puede mejorar. A veces, uno tiene buenas razones pero no es capaz de manifestarlas de una buena manera. De esta forma, se pierden buenos argumentos por no saber cómo expresarlos. Por otra parte, malos argumentos triunfan porque carecemos de herramientas para evaluar cómo han sido presentados. Además estamos en un mundo de marketing, donde lo importante no es la verdad sino persuadir. En cambio, la argumentación lo que busca es clarificar y resolver un problema en conjunto, a través del intercambio de opiniones.

 

­¿Cómo argumentan nuestros hombres públicos?

­Muchas veces se apela más a la emoción que a la razón. Se dan argumentos efectistas que distraen la atención del foco principal. Requiere cierta maestría para que te hagan una pregunta, contestes otra y la gente crea que respondiste lo que te consultaron. El problema es que hay poca exigencia de la gente.

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