Neuronas y neurosis

SUSANA GIMENEZ, LA DIVA INTOCABLE

En pocos minutos otro montón de opositoras se cruzó en ese camino y dedicó su tiempo a cánticos contra «el choluleo» y contra la conocida conductora argentina. Todo por un tema o dos, pequeñitos. Uno de ellos porque, al mejor estilo de las grandes figuras del espectáculo, «SU » tiene sus fieles seguidores y ya cree que puede estar dirigiendo orientar los pensamientos ajenos. El otro, porque hay que tener memoria y no dedicarse a suponer que se es inocente atacando al periodismo uruguayo cuando detrás hay algunas cosas no muy limpias.

 

El primero de los cuestionamientos excede las posibilidades de opinión de la conductora, que puede pensar como quiera pero que no debe disparatear a la ligera sobre temas que escapan a su dominio. No parece, mejor no es afortunado, decir: «Termínenla con la estupidez de los derechos humanos. El que mata debe morir». Los jurisconsultos y los hacedores del derecho hace muchos años que tienen una polémica dura sobre si es bueno o malo condenar a muerte a alguien. Todo indica que son ganadores los contrarios a la pena de muerte.

La «Su» además agravó su error al sostener que hay que terminar «con la estupidez de los derechos humanos». Bueno, señora. Es hora que sepa que en su país como en el nuestro, está vigente el Pacto de San José de Costa Rica, desde hace más de 30 años, referidos a la defensa del derecho y la libertad, y eso no tiene nada de estúpido y lo suyo puede confundirse con convalidación de la violencia, como lo fue en épocas de dictaduras, aquí, allá y más allá.

Esto nos lleva a rescatar del pasado algunas afirmaciones que un consejero de Estado, Antonio Gabito Barrios, propusiese como solución para delitos violentos. No solo reclamaba la vuelta de la pena de muerte sino que exigía medidas que dolieran y marcasen físicamente para toda la vida, como por ejemplo esterilizar a los violadores, castrarlos a sangre fría para evitar la procreación de esa especie tan dañina y abominable, y además que si había pena de muerte fuera materializada por los propios familiares de la víctima y en el mismo lugar del hecho, para que sirva de escarnio aleccionador.

El segundo problema llega con la problemática del olvido y la desmemoria que en los hechos supone «has lo que yo digo y no lo que yo hago» como forma de salvar su divismo y su impolutez.

Se puede recordar que «SU» en 1991 compró un auto Mercedes Benz, último modelo, utilizando para ello el nombre de un discapacitado, por lo que le bajó el precio en miles de dólares y no pagó esos debidos impuestos en clara evasión impositiva.

También que en 1997 anduvo en feas acusaciones sobre su programa y los llamados telefónicos que iban, en una parte a beneficiar a la fundación «Felices los niños». Aquí habría habido ocultamiento de ingresos ya que, si bien había un acuerdo con Canal 5 de Montevideo para enviar llamadas, hubo 800.000 de ellas que le llegaron desde nuestro país, con 500.000 pesos recaudados que nunca aparecieron en las liquidaciones.

Vale precisar que «SU» dijo que ella no recibía ningún dinero por esas llamadas pero que, sin embargo, donó 680.000 pesos argentinos a la fundación de pura bondad, sin duda.

Ahora llega el escandalete de la negociación por su compañero Jorge Rama y otros que se aseguraron la futura venta de cuatro jugadores de Nacional en un pago de un millón de dólares.

Pero más allá de todo, debe saber que la libertad de informar está muy aceptada en Uruguay y que de poco sirve tratar a una revista de «pasquín inmundo».

La altura del divismo no puede perderse cayendo al vacío de la grosería y de esa supuesta merecida impunidad con la que contarían los «famosos».

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