Arte

Instalación de Agueda Dicancro

Se trata de la recuperación y restauración de una obra firmada por Agueda Dicancro en 1985. Ese año, se realizó la XVIII Bienal de San Pablo y formó parte del primer envío por el restablecido gobierno democrático.

Fue un envío cargado de simbolismo e integrado por cinco figuras incorporadas definitivamente a la historia del arte nacional: Wifredo (muchos insisten en agregar una «l») Díaz Valdéz, maestro en construir y deconstruir serruchando objetos de madera, Enrique Silveira y Jorge Abbondanza, un binomio de ceramistas que logró una original narrativa de amplitud social en pequeñas figuras de bizcocho cerámico (llegaron a agrupar 365 piezas) con títulos por demás significativos ( Desarrollo del grito, Naufragio colectivo, Se hunde, Todo en orden, El cerco se cierra), Nelson Ramos y sus collages de cartón de raigambre popular y acentuado recorrido político que algunas denominaciones denuncian ( Urnario, Después del silencio, Invasión en Malvinas, Santuario) y Hugo Nantes (los dos últimos fallecidos) que en Jugadores de truco, Brujo y Figuras, construidas con chatarra y pintadas de negro, remitían a los oscuros años de la dictadura militar.

El quinto elemento, Agueda Dicancro. Con vidrio moldeado en proceso de arenado reunió numerosas piezas (hasta 42) para también narrar, con menos recursos iconográficos, con mayor sutileza referencial, los padecimientos de la subversión cívico-militar. Algunos títulos son sumamente expresivos ( Libertad – grupo escultórico, Atadura).

Nunca antes una representación colectiva uruguaya al exterior fue tan unitaria en la diversidad, tan densa en significación, tan inventiva en sus diversificadas formas y materiales. El barro, el vidrio, la madera, la chatarra, el collage, ligados por la mano artesanal de sus realizadores, consiguió conquistar el irrestricto aplauso del público y la crítica por el compromiso profundo de cada uno con la realidad inmediata elevada hacia el símbolo artístico perdurable.

Esas obras adquieren hoy una incomparable vigencia y sería bueno que se expusieran nuevamente, si no en totalidad, las existentes en el museo, para enseñar a las nuevas generaciones, ansiosas de exitismo rápido, el auténtico sentido de la creación.

El pretexto, la exhaustiva investigación llevada a cabo por Vladimir Muhvich, ese riguroso grabador uruguayo (y no solo) para un proyecto de ramificación internacional (apoyado por prestigiosos museos de Inglaterra, Bélgica, Alemania, España), para el arte de la restauración y conservación de instalaciones. Muhvich eligió, de acuerdo a las bases del protocolo, la instalación de Agueda Dicancro, envuelta y desarmada en uno oscuro lugar del depósito, con los soportes de hierro extraviados, vueltos a elaborar por un herrero, en un trabajo minucioso registrado en fotografías y videos hasta la presentación final de la obra reconstruida.

El día de presentación (no de inauguración ya que no era una muestra habitual como dice el comunicado a la prensa sino el registro final de un largo proceso restauracional) dio una charla Arianne Vanrell, experta en restauración del Museo Nacional Centro Reina Sofía de Madrid (en el colmo de la descortesía, a nadie se le ocurrió presentarla al público), fijando con claridad meridiana los aspectos fundamentales que hay que tener en cuenta en la restauración de obras y su mantenimiento durante la exhibición, enunciado pormenores que ni soñados existen en el país ni figuran en el vademécum de los institutos especializados (?) de la cultura nacional. Muchos debieron aprender, pero decidieron no asistir. Peor para ellos.

Tendedero se bautizó ahora a la pieza de Agueda Dicancro que en la Bienal de San Pablo se llamó Ataduras, compuesta de 18 piezas de vidrio moldeado en proceso de arenado de 60 x 95 centímetros, suspendidas de soportes de hierro. Es, claro está, una suerte de tendedero del que cuelgan diversas ropas de suave antropomorfismo, agitadas al viento, buscando desembarazarse de la prisión que los sujeta en un resplandeciente simbolismo de la búsqueda de la libertad individual y colectiva.

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