LA HISTORIA DE UNA CIUDAD CONDENADA

La historia de la humanidad es a menudo un itinerario temporal poblado de tragedias, que registra minuciosamente las diversas inflexiones de la ambición y la lucha por el poder.

En su recurrente actividad de decodificar circunstancias y acontecimientos, los investigadores suelen examinar las conductas humanas frecuentemente sometidas a situaciones límite.

La disputa por la posesión del territorio, las riquezas y la supremacía política y religiosa es, casi siempre, la génesis de todos esos conflictos que han enlutado a la humanidad.

No en vano, desde sus albores, el mundo ha vivido casi permanentemente en guerra, como si ese fuera el trágico destino del homo sapiens.

Esa cuasi patológica tendencia a la eliminación y la autoeliminación parece ser una suerte de irrefrenable instinto, que ha transformado al hombre en lobo del hombre.

Los imperios de turno, que en el decurso del tiempo han detentado el poder, conocieron ciclos de nacimiento, crecimiento, auge, decadencia y muerte.

Ese fenómeno responde siempre a una lógica causal y en cierta medida hasta determinista, lo cual corrobora que también en materia histórica nada es absoluto y todo es relativo.

El inexorable ocaso de esplendorosos modelos civilizatorios de otrora debiera convocar a la reflexión a las potencias dominantes contemporáneas, que se ufanan recurrentemente de su presunta invulnerabilidad.

Sin embargo, la propia experiencia histórica confirma que la génesis de su decadencia reside en sus propias contradicciones, conflictos y disfuncionalidades.

En «El ocaso de Bizancio», el escritor Salvador Felip narra la caída del imperio romano de Oriente, una de las civilizaciones más poderosas de todos los tiempos.

La obra condensa la historia en el formato novelesco, trasuntando el terrible drama de una ciudad sitiada, asediada, destruida y saqueada por los turcos.

Actualmente, la antigua Constantinopla es la hermosa Estambul, una de las urbes más fascinantes del mundo que mixtura la cultura occidental con la oriental.

La trama está naturalmente ambientada en 1453, cuando el joven sultán turco Mahomet II, que recién había ascendido al trono, proyectó la conquista de Constantinopla.

Informado por sus espías de la lenta agonía de la capital imperial, el monarca necesitaba de un resonante triunfo militar que afianzara su precario liderazgo.

Exhibiendo una singular sabiduría para la construcción narrativa, el debutante novelista elabora un relato de fuerte potencia descriptiva, que no se agota naturalmente en la mera recreación.

Aunque la obra está naturalmente poblada de personajes reales bien reconocibles, los verdaderos protagonistas son un aventurero y una joven, quienes se enamoran y padecen múltiples vicisitudes.

El libro reconstruye minuciosamente los conflictos intestinos en los dos bandos en guerra, los cuales devienen en un complejo entramado de traiciones, odio, celos y locura.

«El ocaso de Bizancio» es una novela ambiciosa y escrita con singular esmero, que restituye la memoria de un acontecimiento real a partir de la peripecia de personajes mínimos.

(Ediciones B)

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