Arte

Intensa y desigual actividad porteña

Como de costumbre, Buenos Aires es un hervidero de plurales exhibiciones artísticas.

Con la infaltable presencia diaria de las protestas piqueteras, sello de distinción de la capital porteña, el desplazamiento entre los diferentes barrios se vuelve, cada vez más, algo parecido a un via crucis urbano. El recorrido de los ómnibus (aunque grandes, se conocen por micros) entre Palermo y La Boca demora en plena mañana hora y media, con pasajeros apretujados durante el largo trayecto por la agitada avenida Santa Fe, recién liberados al llegar a Plaza San Martín. Entonces, el «micro», emprende una carrera enloquecida hacia su destino final. Allí, en el turístico barrio, la Fundación Proa, con su reciclado local, no recibe mucha gente. La lejanía y acaso las muestras poco atractivas para el gran público, previa oblación de 70 pesos, constituyen factores decisivos para el visitante. No obstante, vale la pena el largo viaje de ida y regreso.

 

Reflexión oportuna

El tiempo del arte es un proyecto del curador italiano Giacinto Di Pietrotonio en la tentativa de reflexionar sobre el arte de todos los tiempos quebrando el tradicional criterio cronológico aunque estableciendo la continuidad y el relacionamiento entre el pasado y el presente, con artistas de diferentes nacionalidades y geografías. La apuesta está centrada en ocho núcleos: poder, cotidiano, mente, cuerpo, vida, muerte, amor, odio, un cruzamiento de más de un centenar de obras que partiendo del siglo XVI italiano se confrontan con las actuales. El hilo conductor son los trabajos de Ben Vautier, con sus irónicas frases que iluminan los aspectos de cada núcleo. A la entrada, el poder recoge imágenes de embajadores y personajes influyentes con la estampa del Papa Inocencio X (copia discreta de Velázquez) y los «100 reyes que ríen» del contemporáneo Diego Perrone, con una edición en Photoshop al colocarles una sonrisa a cada protagonista, mientras otros aluden a los monumentos emblemáticos del poder (el Arco de Triunfo, el Parlamento de Berlín) aludidos en la escultura de Jimmy Durham, el estadounidense de origen cherokee (como Rauschenberg) de inefable humor neodadaista o las envolturas de Christo y el «Hongo nuclear» de León Ferrari, referencias disímiles sobre los poderosos. Cada sector continúa ese criterio confrontativo, con obras menores de artistas clásicos y más contundentes de los contemporáneos, aunque en algunos casos si bien ilustran adecuadamente la idea (Jiri Kolar), con la intervención de la maja desnuda goyesca (obrita menor) se opone a la mujer anoréxica de Margherita Manzelli y a las deformaciones faciales de Ana Mendieta. Los cánones de belleza son alterados, así como los referentes de vida y muerte, amor y odio, con obras importantes de Jeff Wall, Joel- Peter Witkin, Morandi, Gilbert&George, Francis Alÿs, Nicola de María, Clorindo Testa, Helio Oiticica, Katherina Fritsch, Kabakov, Victor Grippo, Gilliam Wearing o Joseph Beuys, obras más contundentes que las referidas al pasado. De cualquier manera, aún en sus desniveles selectivos, «El tiempo del arte», que se puede ver hasta el 3 de enero, posee suficientes elementos de gratificación y reflexión que la hacen ineludible. El catálogo tiene un texto incisivo de Georges Didi-Huberman.

 

El rey del Pop

El enorme éxito del público variopinto, incondicionales y curiosos, que concurre a la muestra «Andy Warhol, Mr America» (sin tilde, por favor) en el siempre concurrido Malba-Fundación Costantini, es demostrativo del atractivo que ejercen los íconos contemporáneos. Figura mayor del arte estadounidense de la segunda mitad del siglo XX, Warhol es considerado, justicieramente, el representante principal del Pop Art. La abundante literatura acerca de su personalidad y su producción (a favor y en contra) y la difusión de sus imágenes, dispensa un comentario específico. Lo que interesa en esta retrospectiva, en su mayoría integrada por grabados, fotografías y películas, conocidas hasta la saciedad, lejos de conformar una visión intensa, parece extremadamente superficial y complaciente. En 2005 el propio Malba presentó a Warhol con sus «Screen Tests» y un conjunto de films pertenecientes al MoMA de Nueva York, el aspecto más revelador y creativo de su obra.

Aquí las obras proceden del Museo Andy Warhol de Pittsburgh y no aportan nada nuevo, por lo menos para los especialistas que frecuentan circuitos internacionales. Al contrario de lo que sucedió en una de las bienales de San Pablo, donde una fantástica sala de sus trabajos eróticos iluminaron los recovecos de un temperamento elusivo. El catálogo es excelente, en especial el texto de Ana Longoni y las afinidades pops de otros artistas, en los que faltan un par de uruguayos. Las tres obras que posee la Fundación Klemm proporcionan una experiencia más provocativa con la cercanía a Joseph Beuys y su famoso traje, y Roy Lichtenstein. «Andy Warhol, Mr America» no es tampoco desechable. Simplemente faltó riesgo y osadía en la elección y presentación.

 

Maestro Madí

El uruguayo Carmelo Arden Quin, esa enorme personalidad ignorada en Uruguay y soslayada pérfidamente por las autoridades nacionales, cofundador de Arte Madí, reaparece en la Galería Laura Haber con un conjunto de trabajos en una línea suavemente retrospectiva. Pinturas históricas de los primeros años de la década del 40, significativas de la ruptura con las vanguardias abstractas de las que partió Madí (desde el constructivismo ruso a Mondrian y Torres García) al abolir el cuadro-ventana (que mantuvieron los movimientos citados) con la introducción del marco irregular, libera la composición de la rigidez geométrica (Malevich, Mondrian, Torres García) dividiéndola en planos de colores vibrantes, campos netos e impositivos de intencionalidad lúdica, sin representar el espacio ni en el espacio, sino operando en una espacialidad activa, campo perceptual de ilimitada expansión y participativo, disparado en múltiples direcciones, señales de un dislocamiento de la imagen (nunca representativa), siempre fragmentaria y fragmentada que obliga al espectador a recrearla de continuo. De ahí procede la sintonía con la sensibilidad actual y el hechizo de cada cuadro madí (Rhod Rothfuss, el otro uruguayo de nombre raro y también desconocido, está magistralmente representado en el Malba, así como Arden Quin) que se prolonga hasta nuestros días. Arden Quin utilizará variados procedimientos (esculturas móviles, coplanares, áreas articuladas o agujereadas, espejos, bandas de plástico) manteniendo siempre la adhesión al comportamiento ético y filosófico de la primera hora que adquiere una extraña vigencia en su imbatible productividad en sus lúcidos 96 años.

Lo acompañan en la muestra titulada «Madí internacional» otro uruguayo, Bolívar, y el francés Joël Froment, quien disgrega el cuadro en trozos separados de madera pintada en colores cálidos, libres y unidos, en una variante de gran interés.

La Galería Laura Haber tiene el inconveniente de una empinada y curva escalera, hay que tocar timbre para entrar, dos factores que desaniman al visitante, pero no se comprende el silencio de la crítica porteña que, como en todos lados, se inclina más hacia intereses particulares de insondables designios que atender responsablemente al ejercicio independiente de una actividad periodística.

 

Más de una agenda infinita

El indispensable Mapa de las artes, excelente guía de museos gratuita, conseguible en galerías y puestos turísticos de la ciudad, ofrece un preciso detalle por barrios de cada centro cultural. Evitando la calle Arroyo, concentración de buenas galerías comerciales donde abunda la pintura o las más vanguardistas de Palermo Soho o San Telmo, quedan la Fundación Telefónica siempre orientada a presentar las nuevas tecnologías. Esta vez Geografías celulares resultó un elegante fracaso por apostar a la complicación y no a la complejidad, por momentos de ingenuidad sorprendente, en sus juegos ópti
cos o propuestas interactivas muy frecuentadas. Mucho mejor, Martín Sastre, otro uruguayo nómada, Premio Fundación Faena, exhibió en el Hotel Faena, cerca del reconvertido Los Molinos Building, con su monumental entrada recubierta con dinámicos murales de Pablo Siquier, en la tristísima zona de Puerto Madero, más allá y más adentro de los restaurantes de lujo, el video «¿Qué pretende usted de mí?, ¿Es que no tienen madre?, ¿Cuántos son?, ¡Canallas!, ¡Dejenme!» donde la inefable Isabelita Sarli, en el film «Carne», de Armando Bo, interroga a sus violadores, y que Sastre, con leyendas en inglés, reorienta como Mensaje de la Argentina al Fondo Monetario Internacional que ese día se envió al FMI por correo certificado a Washington.

El tiempo del arte. Aspecto de la sala dedicada al poder, Fundación Proa.

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