Arte

Carmelo Arden Quin, maestro madí

Sucede con los audaces, los intrépidos creadores fuera de serie: permanecen largo tiempo desconocidos en su propio país. Le pasó a Barradas. Hubo que esperar varias décadas para incorporarlo a la historia oficial y al dominio patrimonial nacional. Algo similar se vuelve a reproducir con Carmelo Arden Quin, pero a diferencia del anterior (ambos vivieron gran parte de su vida en el exterior), ningún museo municipal o nacional posee una sola obra suya. Los coleccionistas tampoco.

Sin embargo, es el artista uruguayo de mayor prestigio en Europa y América, que impuso y expandió el Arte Madí, corriente de la cual fue el principal fundador, en numerosos países con un centenar de adeptos.

Ningún otro movimiento de las vanguardias históricas del siglo veinte logró perdurar y extenderse durante 60 años y mantener su vigencia aún hoy, cuando se celebran, en la actualidad, dos exposiciones en Buenos Aires (Centro Cultural Borges, Galería Laura Haber). Tardíamente, la próxima edición, número 54, del Premio Nacional de Artes Visuales, llevará su nombre.

Es que sobre Carmelo Arden Quin se proyectaron, con pérfida intención, dos grandes equívocos. Uno, el de su nacionalidad, basada en una partida fechada en Sant´Ana do Livramento, lo que es cierto, pero sin averiguar cómo sucedió. Otro, que no fue el fundador principal de Madí ni el autor de los manifiestos. El tiempo, que todo lo cuida, se encargó de desmentir ambas afirmaciones (repetidas por superficiales historiadores, críticos nacionales y extranjeros), luego de pacientes investigaciones y testimonios de ilustres personalidades. Shelley Goodman, amiga del artista, casada con Volf Roitman, integrante del grupo Madí, publicó un libro excelente, minuciosa y extensa biografía (Carmelo Arden Quin, when art jumped out of its cage, con prólogo de Jorge Glusberg, Estados Unidos, 2006, 403 páginas) y La autoría del manifiesto madí, La Balanza, Barcelona, 2000. Son dos investigaciones exhaustivas, como los testimonios directos recogidos por

María Luisa Borrás en conversaciones con Tomás Maldonado, Salvador Presta y Martín Blaszko en Arte Madí, exposición que realizara en el Museo Reina Sofía de Madrid. Pero además, publicaciones recientes refuerzan los hechos verdaderos. No obstante, la casi totalidad de los críticos argentinos, no lo reconocen y se obstinan, en un nacionalismo desproporcionado, en aceptar como verdad revelada la versión engañosa de Gyula Kosice, sin jamás cuestionar sus afirmaciones, quien durante décadas, luego de abandonar el movimiento en Buenos Aires y crear otro modo operativo, todos preñados de ingenio e imaginación, deliró y persiguió a críticos, artistas, galeristas, coleccionistas e historiadores con su egolatría fundadora y exclusivista de manifiestos del movimiento Madí. Toda una elaboradísima y persuasiva, por cierto, patraña de enredos y mentiras.

Arden Quin nació el 16 de marzo de 1913 en Rivera, calle Asamblea 684, casi Florencio Sánchez, casa todavía existente, aunque modificada en parte su fachada. Nació seis meses después que falleciera su padre, en circunstancias de ribetes policiales nunca aclarados. Un tío paterno, de origen brasileño, que no tenía simpatía por los «castellanos», lo llevó secretamente a inscribirlo a Sant´Ana do Livramento sin el consentimiento de la madre que mucho tiempo después corrigió la travesura, agregando el nombre de Arden Quin. De ahí, la existencia de dos partidas de nacimiento. El testimonio fue recogido por Osmar Santos, ex director del Museo Departamental de Rivera, de confesiones de Luisa Sturla, prima mucho mayor de Arden Quin.

En cuanto al editor responsable de la revista Arturo, hay recibos firmados que demuestran su compromiso pecuniario con la publicación.

En lo referente a la parte de los manifiestos sobre Madí, quedaron fotografías de Arden Quin en el acto de su lectura, confirmado por la presencia de Martín Blaszko, entre otros. Enio Iommi, en reciente entrevista realizada por quien escribe, no recuerda haber visto nunca a Kosice. Blaszko, en otra entrevista similar, como antes lo había publicado, reconoció que Kosice le presentó a Arden Quin como «nuestro maestro y teórico», que se agregan a las declaraciones de Maldonado y Presta, ya citadas.

Queda, pues, desbaratada la delirante teoría autoadjudicativa de los manifiestos por parte del artista húngaro-argentino, que tiene su propia estelaridad sin necesidad de actuar en histéricas deformaciones históricas en una manía persecutoria indigna de su talento.

Arden Quin, comenzó en el ejercicio del cubismo, para luego de conocer a Torres García en 1935, y deslumbrado por el maestro del constructivismo y la información sobre las vanguardias europeas que tenía, amistó con él, sin llegar a tener una relación discipular. Pasó a Buenos Aires en 1939, donde siguió sus búsquedas de cuadros recortados irregularmente, siguiendo algunos ejemplos torresgarcianos, y ya en 1942 su estética premadí estaba definida.

En 1944 funda la mítica revista Arturo, en colaboración de otro uruguayo, Rhod Rothfuss y el húngaro-argentino Gyula Kosice y el poeta Edgard Bayle, la primera publicación sobre arte abstracto. En 1946, fue el principal propulsor del movimiento madí, que revolucionó las artes visuales, el teatro, la música, el diseño (son extraordinarios los catálogos ), la danza y la arquitectura, en una aspiración a las artes totales. La pintura y la escultura, rompiendo los cánones tradicionales,

fueron las que perduraron. A fines de 1947 se marchó a París donde creó el grupo Madí Internacional que no cesó de crecer hasta nuestros días, siendo el único movimiento de vanguardia perdurable tan largo tiempo.

Con obras en museos monográficos madistas en Sobral, Ceará, Brasil, La Plata, Argentina, salas especiales en los de Dallas, Texas, y en los franceses de Saint Etienne y Grenoble, en el Malba de Buenos Aires, entre otros muchos, Arden Quin es la personalidad uruguaya más descollante de la histórica vanguardia típicamente rioplatense. Como ninguna otra.

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