Las cartas que no llegaron. De los campos de concentración nazis a las cárceles de la dictadura

Memoria de héroes sobrevivientes que lucharon contra la ignominia

En «Las cartas que no llegaron», libro reeditado diez años después de su primera publicación, el dramaturgo y novelista uruguayo Mauricio Rosencof propone una autobiográfica a corazón abierto, que reconstruye parte de su historia personal, la de su familia y las aún supurantes heridas de la conciencia nacional.

El autor, que es hijo de inmigrantes y nació en 1933 en el departamento de Florida, es escritor y periodista y fue dirigente del Movimiento de Liberación Nacional ­ Tupamaros.

Su participación en la guerrilla le valió una larga reclusión en condiciones infrahumanas, que se extendió entre 1972, año en el cual fue detenido por las fuerzas represivas, hasta marzo de 1985, cuando recuperó la ansiada libertad.

Sin embargo, el período más crítico de su experiencia como preso político de la dictadura comenzó en setiembre de 1973, cuando fue incomunicado y aislado, en su carácter de rehén.

Su producción literaria abarca un amplio espectro temático, que incluye libros de fuerte acento testimonial, crónicas, relatos y narraciones autobiográficas.

Sus títulos más destacados son: «El regreso del Gran Tuleque» (teatro), «La rebelión de los cañeros» (crónica), «El bataraz» (1999), «Piedritas bajo la almohada» (2002), «El enviado del fuego» (2004), «El barrio era una fiesta» (2005), «Una góndola ancló en la esquina» (2007) y «Medio mundo» (2009).

Tanto en su vida como en su trabajo literario, Mauricio Rosencof ha trasuntado una superlativa coherencia con sus ideales libertarios y humanistas y su inclaudicable entereza ética.

La reedición de «Las cartas que no llegaron» comporta un relevante acontecimiento editorial, por tratarse de un clásico que fue incluso adaptado al teatro, en una recordada versión de El Galpón.

En la primera parte de este conmovedor libro, titulada «Días de barrio y guerra», el autor inicia un prolongado itinerario retrospectivo a través de los sinuosos senderos del tiempo.

El escritor acude a los anaqueles de su memoria, para desempolvar el arcón donde reposa su infancia, cargada de alegrías y mágicas perplejidades.

Su pluma regresa a la casa paterna, ese espacio físico y afectivo en el cual creció rodeado de una pobreza dura pero digna, que le permitió sobrevivir a los contrastes y adversidades.

En esta oportunidad, el relato se aleja de los habituales territorios de la ficción literaria, para internarse en una realidad de carne y hueso, de lágrimas y sonrisas.

En su emotivo soliloquio, Mauricio Rosencof evoca su niñez, su casa natal, el taller donde su padre trabajaba y luchaba para asegurar el sustento, las cotidianas privaciones, la cocina de su madre, los pucheros de gallina de los domingos y las prolongadas tertulias familiares.

Empero, el dramaturgo también reconstruye una historia paralela y por muchos ignorada: la de los queridos judíos que, a miles de kilómetros de distancia en la Polonia de sus ascendientes, padecieron el pesadillesco horror de la ignominia y de la barbarie en los campos de concentración y de exterminio nazis.

La historia personal del autor, como la de tantos uruguayos, es una historia de inmigrantes, de deportados por la violencia, el odio racial, la xenofobia y la alienación. El relato traslada al lector toda la crudeza de la marginación, la vejación y la muerte.

En este primer capítulo, el discurso del narrador es el de un niño agobiado por la angustia que llega desde lejos, en esos retazos de papel que parecen gemir de dolor. Hasta el lenguaje es el de un pequeño que no siempre entiende lo qué sucede, pero igualmente siente que su propia matriz identitaria está seriamente amenazada.

Rosencof alterna recuerdos con cartas, en una dinámica emocional que traslada al lector a dos realidades radicalmente diferentes y a la vez contrastantes: la felicidad de una familia que lucha contra el flagelo de la pobreza pero se mantiene erguida y la esperanza de quienes, a la distancia, desfallecen en el infierno del odio.

En la segunda parte de esta obra de explícito sesgo autobiográfico, titulada precisamente «La carta», Mauricio Rosencof reúne pacientemente los dispersos fragmentos de su memoria.

Ensayando un vibrante monólogo impregnado de singular emotividad, el escritor recupera cada una de sus vivencias. En ese contexto, asume la impostergable emergencia de hurgar en sus raíces, sus orígenes y en la íntima historia de los suyos.

El entrañable «Ruso» reflexiona en voz alta, para superar las dolorosas fracturas de la memoria, con la íntima convicción que esa es la única estrategia para restañar heridas propias y ajenas.

Sus héroes, que nada tienen que ver con los de ficción, son tan reales como cotidianos: trabajan, sufren, aman, sienten, sobreviven y, naturalmente, sueñan.

En su relato, la nostalgia muta en vivencia y el pasado se torna presente, como sugiriendo que todo es parte de una misma secuencia temporal y emocional.

Empero, no todas son lágrima porque la vida es, en definitiva, una armónica ecuación de claros y oscuros, de radicales contrastes y, a menudo, de amargas paradojas.

Cada palabra representa una imagen, una emoción capturada por la memoria y confinada a perpetuidad. Todo es, en cierta medida, parte de esa identidad jaqueada por la barbarie y desgarrada por la pérdida irreparable.

Mauricio Rosencof abre sin prejuicios su corazón, asumiendo que este es un mensajero que atesora muchos sentimientos y utopías compartidas por todos los uruguayos.

Visiblemente conmovido, el escritor recuerda su visita a la Polonia de sus ancestros, cuando recorrió los fantasmagóricos esqueletos del gueto de Varsovia y los campos de concentración.

Allí, entre los mudos testimonios de la barbarie del pasado, se impregna ­en cuerpo y alma- del memorable heroísmo de quienes resistieron al despotismo hasta las últimas consecuencias.

En la tercera parte de este libro, el narrador retorna imaginariamente al tormento de su claustrofóbica celda de confinamiento, convocando a todos los fantasmas de los años de cárcel como rehén durante la dictadura, en condiciones infrahumanas.

Allí, vuelve a «dialogar» intensamente con su padre y ningún muro lo detiene, porque el amor es una fuerza indomeñable que se rebela y resiste hasta lo irresistible.

Mauricio Rosencof recuerda todos los padecimientos: la ilegal privación de libertad, las aberrantes torturas, el patético aislamiento, la oscuridad, el silencio, la humillación, la degradación y la violación de sus derechos más elementales. Sin embargo, mantiene intacta toda su humanidad.

El autor evoca su calvario sin odio, describiendo nuevamente las inhumanas condiciones de reclusión que debió padecer durante su prolongada experiencia de aislamiento.

Confiesa que, en parte, fue el recuerdo de sus seres queridos el que le permitió mantener la lucidez y no precipitarse al abismo de la demencia, como tantas otras víctimas del gobierno autoritario.

En la pluma de Mauricio Rosencof las realidades empalidecen a la ficción, reproduciendo los peores cuadros de la injusticia e inenarrable degradación humana.

«Las cartas que no llegaron» es bastante más que una autobiografía personal. Es el conmovedor testimonio de un luchador social, que se jugó por sus ideas y sus más acendradas convicciones éticas.

La obra es una aguda reflexión acerca de la intolerancia, el odio y la barbarie, tanto de los campos de concentración nazis como de las cárceles de la dictadura que asoló a nuestro Uruguay.

(Editorial Alfaguara)

 

DE GRANDEZAS Y MISERIAS

En su acepción más convencional, la identidad está intrínsecamente asociada al ser nacional, en tanto legado que atesora la memoria, las grandezas, las miserias y las más caras utopías de un pueblo.

La historia, con sus partos, marchas y contramarchas, va pautando ese itinerario, necesariamente azaroso, que casi siempre se rige por las pautas de la causalidad.

Para analizar el per
iplo temporal de una sociedad, es indispensable apelar a la ecuación causa-efecto, que sintetiza cabalmente la génesis de los conflictos y las mutaciones políticas, sociales y económicas que impactan a una comunidad humana.

Nuestro Uruguay no es ciertamente una excepción a la regla. Confrontado a la emergencia de construir su presente y edificar su futuro, suele experimentar radicales sensaciones de desencanto y hasta de pesimismo, un sentimiento que es recurrentemente consustancial a nuestra idiosincrasia.

En «Un paciente llamado Uruguay», la psiquiatra Ivette Almendras elabora un trabajo de análisis de alto rigor científico, que apunta a desentrañar el origen de las grandes frustraciones que padece nuestro colectivo social.

Apelando a sus sólidos conocimientos y su vasta experiencia clínica, la autora asume el desafío de encarar una «terapia» que tiene mucho de sociológico. El paciente es, naturalmente, nuestro país.

La profesional penetra osadamente las habituales grisuras de la identidad nacional, lo cual le permite descubrir un traumático problema de autoestima.

Desde una mirada de ficción que no desestima el abordaje científico, Almendras hurga en el inconsciente colectivo, logrando vencer las resistencias de su «paciente» y confrontarlo a sus miedos, pesadillas del pasado, secretos y mentiras.

En ese contexto, la obra analiza concienzudamente temas tan cruciales y cotidianos como la violencia, el inquietante consumo de drogas y la tragedia del suicidio, entre otros problemas que aquejan y desgarran dramáticamente al tejido social.

«Un paciente llamado Uruguay» es un libro reflexivo y desafiante, que indaga en torno a la naturaleza intrínseca de nuestra identidad, poblada de grandezas y miserias.

(Editorial Planeta)

 

ENTRE LA HISTORIA Y EL MITO

A casi dos siglos de la inauguración de la gesta artiguista, la prédica libertaria de nuestro prócer sigue siendo un legado paradigmático y una suerte de mandato histórico insoslayable.

En el presente, nuestra América afronta una auténtica encrucijada, que la confronta a la necesidad de seguir profundizando las transformaciones políticas sociales y económicas o retroceder hacia tiempos oscuros de desaliento y desesperanza.

De allí la necesidad de repotenciar el debate en torno al siempre controvertido concepto de independencia, que recobró toda su vigencia a raíz de las celebraciones del bicentenario.

En un mundo cada vez más globalizado y con identidades nacionales virtualmente difuminadas, la independencia es, más que una realidad tangible, un enunciado meramente retórico.

La prueba de este aserto es la debacle económica que aún está asolando al mundo desarrollado y capitalista, que devino en dramáticas secuelas para los países periféricos.

En ese contexto, las alusiones al sueño de la patria grande son perfectamente extrapolables al ideario americanista que alimentó Artigas, junto a otros parteros contemporáneos de nuestra emancipación.

Para interpretar el pensamiento que nutrió la lucha del caudillo, es indispensable despojarlo de su habitual aureola mítica y aterrizarlo en la realidad del presente.

En «Artigas, señor del Norte», el periodista Enrique Piqué elabora un libro que rescata al Artigas hombre de carne y hueso, más allá del héroe y la leyenda que se construyó en torno a su vida y legado.

No en vano la obra se centra en la reconstrucción de la peripecia del libertador antes de 1811, rescatando las memorias del joven vaqueano, el contrabandista, el renegado y el blandengue.

Apelando a una profusa documentación, Piqué retrocede en el tiempo hasta los orígenes de este inquieto patricio, que abandonó su hogar para lanzarse a una aventura a cielo abierto en la campaña de la Banda Oriental.

Enrique Piqué recrea el contexto histórico del nacimiento y el crecimiento de José Artigas, pautado por la presencia de las potencias extranjeras que detentaban el poder en el Río de la Plata.

El autor no soslaya referencias a las corrientes de pensamiento hegemónicas de la época, aludiendo a las influencias de la Ilustración, el liberalismo, los masones y los franciscanos.

En cierta medida, la independencia de nuestra tierra se amasó al calor de la pasión, la acción, los conflictos y las contradicciones de estos protagonistas de la época. El Artigas de este libro es un avezado vaqueano, ducho en las faenas del campo, el trabajo con el ganado, diestro jinete y compañero de vivencias de paisanos, matreros e indios, personajes marginales que vegetaban en un territorio cuasi virgen, sin fronteras delimitadas.

También es el comerciante, el contrabandista y hasta el prófugo perseguido por las autoridades de la época, sin que ello suponga, en modo alguno, una referencia peyorativa.

Piqué recobra el perfil más entrañablemente humano del libertador, el hombre de espíritu indomeñable y el amigo de los charrúas y los descastados, que supo tejer alianzas para enfrentar a los imperios que detentaban el poder.

La obra alude también, naturalmente, al Artigas blandengue que sirvió a la corona española, al rebelde, al contestatario y al caudillo que fue amasando pacientemente su utopía libertaria y su aún inconcluso proyecto emancipador.

Más allá de algunos defectos de edición, «Artigas, señor del Norte» es una investigación valiosa y bien documentada, que interpreta cabalmente el ideario del héroe y el contexto de conflictos de intereses de un tiempo histórico signado por la fermentalidad y las turbulencias.

(Editorial Arca)

 

EMANCIPACION COMO FUENTE DE CONTROVERSIA

Contemporáneamente, asistimos a un momento histórico en el cual los temas más importantes que atañen a nuestra sociedad, son escasamente debatidos o analizados superficialmente.

Esta alarmante pobreza dialéctica se apoya en el consuetudinario culto a la frivolidad, la ignorancia como estandarte, la evasión vacía, la falta de propuestas innovadoras y la sumisión de buena parte de los medios de comunicación a poderosos intereses corporativos y empresariales.

Actualmente, asistimos al patético espectáculo de ver como actores políticos que integraron los peores y más nefastos gobiernos del pasado, se rasgan las vestiduras reivindicando, por oportunismo y mera conveniencia, valores que siempre han combatido y menospreciado.

Sin embargo, la historia de nuestro país recuerda generaciones de fecundos pensadores, que, en el acierto o en el error, defendieron sus ideas con vehemencia e inclaudicable coherencia ética.

Tal es el caso de un emblemático representante de la fermental y mítica Generación del 900: el docente, narrador, poeta, ensayista y político José Enrique Rodó.

Miembro insigne de aquella recordada corriente de intelectuales, que dio al país artistas y pensadores de la talla de Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Carlos Sabat Ercasty, Carlos y María Eugenia Vaz Ferreira, entre otros, Rodó -cuestionado por algunos y venerado por otros – fue, más allá de disensos, uno de los más importantes pensadores de la historia uruguaya.

En «Rodó y la encrucijada revolucionaria hispanoamericana», el investigador compatriota Hugo Torrano recrea, una vez más, la figura y la prédica del insigne creador, en un libro polémico y removedor en sus planteamientos.

Ya en «Rodó, acción y libertad», el autor había rescatado de un injusto ostracismo la imagen del talentoso literato, uno de los más grandes intelectuales que ha tenido el Uruguay, más allá de entendibles y hasta justificables cuestionamientos.

El autor no se limita únicamente a investigar el contexto sociocultural del personaje, sino que se retrotrae a los orígenes de la historia uruguaya bajo la dominación española, con el propósito de interpretar cabalmente el pensamiento del destacado autor y educador.

El investigador cuestiona duramente el proceso independentista de América Latina, sosteniendo que nuestra comarca nunca fue una c
olonia, sino una parte orgullosa del territorio español.

También defiende algunas posturas de Rodó que han sido enérgicamente cuestionadas, atribuyéndolas al contexto sociopolítico de la época.

Además, lo reivindica como uno de los más importantes pensadores de su tiempo, tanto por el contenido de su pensamiento, que no destacaba por su originalidad, como por la belleza de su prosa y la claridad de sus conceptos.

Por otra parte, analiza opiniones de Rodó sobre el proceso emancipador latinoamericano, que, observadas con la distancia que otorga el tiempo, pueden generar razonables controversias.

Más allá de posibles polémicas y disensos, «Rodó y la encrucijada revolucionaria hispanoamericana» es un trabajo atendible, por su interesante enfoque sobre una de las figuras preponderantes de la cultura uruguaya.

(Edición de autor)

 

SECRETO DE ESTADO

Autor: Don DeLillo

Editorial: Seix Barral

«Punto omega» es una novela intrigante, que narra la historia ficticia de un ex asesor del Pentágono que revela inquietantes secretos de Estado.

 

HUMOR DELIRANTE

Autor: Harpo Marx

Editorial: Seix Barral

«¡Harpo habla!» reúne las delirantes memorias del hermano Marx mudo, que recrean su infancia, su estrambótica familia y sus esplendores artísticos.

 

SEMILLA DEL MAL

Autor: Juan R. Biedman

Editorial: Ediciones B

«El imán y la brújula» narra la historia de un desertor de la guerra de Marruecos, que investiga a una secta que sigue los postulados del marqués de Sade.

 

CELEBRE FARAON

Autor: Luis Racionero

Editorial: Ediciones B

«El cráneo de Akenatón» es una novela de ficción, acerca de un investigador que transita la ruta que lo conduce a los secretos del célebre faraón.

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