John Coltrane. Su excitante proceso creativo es objeto de análisis en el libro de Ben Ratliff

El sonido de un notable saxofonista

No es fácil agregar algo nuevo a todo lo que se ha dicho y escrito sobre John Coltrane (1926-1967). En su larga introducción, Ratliff asegura que «fue la última gran figura en la evolución del jazz» y que, a cuarenta años de su desaparición, «parece un buen momento para tratar de analizar su obra con la sensibilidad de un crítico antes que con la del biógrafo».

Los primeros siete capítulos de su obra entran de lleno al estudio de su música a través de los discos y actuaciones del saxofonista. No hay reproducciones de partituras pero sí un lenguaje poco comprensible para el lector profano, que quedará desorientado con tantas referencias a acordes, tonalidades, alteraciones, inversiones, progresiones, corcheas, modos, escalas, arpegios, tónicas y dominantes, tonos y semitonos, terceras y quintas y sus relaciones armónicas.

Es claro que Ratliff (músico y crítico de jazz del «New York Times») conoce a fondo el tema que está tratando y escribe con la vista puesta en aquellos que idolatran a Coltrane. Arranca con sus primeras grabaciones en 1946, para luego detallar sus trabajos con Eddie «Cleanhead» Vinson, Dizzy Gillespie y Johnny Hodges.

Son los años del «bop» y escribe muchas referencias a Charlie Parker, Dexter Gordon, Lester Young y otros músicos, lo cual le sirve para ubicar el estilo de la época pero distrae la atención del proyecto central, característica que se repite con frecuencia. Al llegar a 1961, por ejemplo, se extiende innecesariamente hablando de las artes visuales, que Hemingway se pegaba un tiro, que dos beisbolistas compitieron por lograr más jonrones, que se emitió un documental sobre la desigualdad racial y que la Unión Soviética reanudaba sus pruebas nucleares.

Dimensiona como corresponde la importancia de las actuaciones de Coltrane con Miles Davis y Thelonious Monk, sus discos para los sellos Atlantic e Impulse, el progresivo misticismo que va invadiendo la vida del saxofonista y que transformará sus últimos años en una impresionante ofrenda musical al ser supremo.

Los últimos cinco capítulos hablan de la influencia de Coltrane sobre otros músicos y sobre los críticos que lo atacaron o lo apoyaron. Aquí aparecen las opiniones de Michael Brecker, Art Pepper, Joe Henderson, Wayne Shorter y otros saxofonistas, más las críticas de escritores como John S. Wilson, Martin Williams, Don De Michael y Frank Kofsky. En particular, son llamativas las opiniones cruelmente negativas de Philip Larkin y el trompetista Don Ellis.

Los traductores Jorge García y Susana Inda agregan instructivas notas explicativas al pie de página, que contribuyen a aclarar muchos conceptos que figuran en el texto.

A esta altura de sus actividades, cabe saludar a Editorial Océano por su tarea de distribución de material escrito sobre jazz. En los últimos años LA REPUBLICA pudo recomendar una serie de libros de real interés para los aficionados al jazz. No está de más recordar algunos de ellos: «Nostalgia de Charlie Parker», de Robert Georg Reisner; «Nat King Cole: la voz inolvidable», de Daniel Mark Epstein; «La música es mi amante», de Duke Ellington; «Miles Davis: la biografía definitiva», de Ian Carr; «Blues: la música del Delta del Mississippi», de Ted Gioia; «To be or not to bop», de Dizzy Gillespie y Al Fraser; «Vida y música de Bill Evans», de Peter Pettinger; «El sello que Coltrane impulsó», de Ashley Kahn; y «Brother Ray», de Ray Charles y David Ritz.

Todos ellos están disponibles en nuestras librerías gracias a la mencionada editorial.

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