ARTE

Miguel de Molina, el coplero seductor

C arlos Martínez Moreno, en los breves años en que ejerció la crítica teatral, sentenció que Miguel de Molina ni cantaba ni bailaba pero tenía la capacidad de atrapar al espectador con la gracia de su personalidad. Tenía duende, sin duda, ese inefable aura que rodea a un artista, más allá de la perfección de sus condiciones técnicas. Poseía una habilidad fuera de lo común para conquistar al público, con el desenfado de su actuación, la riqueza y el colorido de sus trajes y zapatos, el cuidado repertorio de la copla andaluza que celebrizaron su talento: «Ojos verdes», «La bien pagá», «El día que nací yo», «Pena penita pena», canciones que aún hoy los veteranos memorizan sin esfuerzo.

En la escena, era un seductor nato.La vivacidad comunicativa, la sensualidad andaluza que acentuaba con un vestuario de refinado cromatismo, una gestualidad que arrancaba el inmediato aplauso y, en especial, la complicidad que establecía con el espectador. Compitió exitosamente con sus dominantes colegas femeninas (Raquel Meller, Imperio Argentina, Conchita Piquer, Rocío Jurado, Estrellita Castro, Lola Flores, Juana Reina) que también recurrían a las mismas composiciones de Quintero, León y Quiroga, una trilogía con fama propia.

Nacido en Málaga (como Picasso) en 1908, de origen humilde, educado en colegios religiosos, trabajando desde chico en siete oficios (vendedor de golosinas, limpiador de burdeles, guía turístico), debutó en salas madrileñas de espectáculos al llegar la república española en 1931 y más tarde en Valencia. Una vez desatada la guerra civil en 1936, cantó en los diferentes pueblos y ciudades para las tropas republicanas. Con el franquismo, fue perseguido por su doble condición de republicano y homosexual, vino a Argentina, donde el largo brazo del franquismo lo persiguió, hasta que Eva Perón lo llamó y permaneció en Buenos Aires durante 14 años, visitando Montevideo en numerosas oportunidades. Un programa del TeatroArtigas, de 1951, registra su actuación junto a Imperio Argentina y Angel Pericet. Murió en la capital porteña en 1992.

El Centro Cultural de España inauguró, en el segundo piso, la exposición itinerante «Miguel de Molina. Arte y provocación», organizada por la Fundación Miguel de Molina y la Embajada de España. Una sutil escenografía sugiere la festiva España del mantón de Manila y la canción popular, explotada por el franquismo, que luego Joan Manuel Serrat reivindicará como patrimonio nacional sin ideologías políticas. El reducido espacio (debió estar en la planta baja), impidió exhibir muchos otros objetos. Pero ahí están las fotografías firmadas (María Félix, Agustín Lara, Iris Marga, Celia Gámez, en exquisita foto, Maurice Chevalier, Eva Perón, Domingo Perón) y dedicatorias (Josephine Baker, Lola Membribes, Mercedes Sosa, Ramón Gómez de la Serna, Manuel de Falla, Margarita Xirgú, Rafael Alberti, Paco de Lucía, Raúl Soldi, Quinquela Martín, Manolete, Agustín Lara) personalidades que lo conocieron y lo estimaron. Son deslumbrantes las blusas originales que él mismo diseñó, audaces en la forma barroca y el color, confeccionadas con precisión, así como los zapatos que utilizó y la proyección de un video para recordar su estampa y su voz peculiares. La exposición cumple su cometido de revelar para las nuevas generaciones y disfrute nostálgico de las anteriores, a un encantador artista provocador.

 

Miguel de Molina en cine

Para completar el conocimiento y disfrute del Miguel de Molina (1908-1992), el CCE, en el marco de la exposición, proyectará películas sobre esta carismática figura.»Luna de sangre, chuflillas y Manolo Reyes» (1944), tres cortometrajes españoles, con una duración de 60 minutos, se presentará el miércoles 13 a las 19.00. «Esta es mi vida» (1952), dirigida por el argentino Román Viñoli Barreto, con actuación de Miguel de Molina, Fidel Pinto, Adolfo Stray y Diana Maggi, irá el jueves 14, a las 19.00. El viernes 15, «Las cosas del querer» (1989), dirigida por Jaime Chávarri, con Angela Molina y Manuel Bandera, versión libre de los primeros años de Miguel de Molina. En el film nunca se afirma que es Miguel el personaje interpretado por Manuel Bandera, que aquí se llama Mario, ni se dio crédito al artista, aunque aún vivía cuando se estrenó el film. Todas las funciones son gratuitas.

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