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Seregni-Rosencof: mano a mano

 

Nuestra historia es, también, una parte indisoluble de la historia de los pueblos, en la medida que somos –simultáneamente– protagonistas y agonistas, constructores de destinos y arquitectos de sueños compartidos.

Sin embargo, la clave de nuestro itinerario existencial reside –básicamente– en la íntima convicción que sin ideales no es posible diseñar proyectos ni edificar indispensables utopías.

Los seres humanos, más allá de talentos y virtudes, se dividen en dos categorías bien definidas: los que nacen para incidir y trascender y aquellos que transitan por la vida en el más absoluto anonimato.

Como los antiguos héroes de la mitología griega que solían escoger una existencia efímera pero gloriosa en lugar de una vida prolongada, gris y tediosa, la historia se ha nutrido permanentemente de personajes que perduraron en el tiempo por su legado de dignidad y su insobornable integridad ética.

Muchos de ellos, como nuestro José Artigas y otros próceres que forjaron la épica aventura emancipadora de la independencia americana, están ya definitivamente incorporados al imaginario colectivo. Son, naturalmente, una parte indivisible de nuestra identidad y sus idearios aún constituyen una fuente inagotable de inspiración para las nuevas generaciones.

Hoy, el tercer milenio nos sorprende inmersos en una espiral de contradicciones y perplejidades, que requiere –más que nunca– que exhumemos, preservemos y refundemos nuestra tradicional cultura humanista y solidaria.

Al tiempo que la ciencia nos sorprende con sus prodigiosos avances y la informática monopoliza hasta nuestras más elementales rutinas, la grotesca contracara es el drama de millones de seres humanos condenados al hambre, la miseria, la marginalidad y la humillación individual y colectiva.

Cuando se descongeló la denominada «guerra fría» suponíamos que el mundo ingresaría en un tiempo de paz y tolerancia, luego de un siglo estigmatizado por las guerras y el sufrimiento.

Sin embargo, la violencia sigue instalada en los escenarios contemporáneos. Mientras nuevas aventuras bélicas ponen en peligro nuevamente a la humanidad, la globalización del capital transnacional se apropia –incluso con mayor rapacidad que en el pasado reciente– de la riqueza producida por millones de manos e intelectos.

El concepto de democracia se ha transformado casi en un eufemismo, en la medida que se deteriora la autoridad y legitimidad de los gobiernos emanados de la voluntad de las mayorías.

Hoy, en nuestro país, basta la llamada telefónica de un embajador extranjero para que la mayoría del Parlamento apure la sanción de una ley, a cambio de la cual llegarán millones de dólares para salvar al sistema financiero del desastre. La soberanía nacional que tanta sangre costó conquistar en el pasado, parece más cuestionada que nunca.

Luego, agitando el recurrente fantasma de la crisis que ya asume perfiles de epidemia, se renovarán las recetas recesivas que castigarán siempre –paradójicamente– a los productores de la riqueza.

En «Seregni   Rosencof: mano a mano», el periodista y escritor Fernando Butazzoni reconstruye la épica vivencial de dos auténticos personajes de nuestra historia contemporánea.

La obra, que según lo confesó su autor no pretende transformarse en un libro de historia o un ensayo político o filosófico, se nutrió de los testimonios y experiencias narradas por ambos protagonistas en el transcurso de varios meses de trabajo compartido.

Luego, el colega debió asumir la ardua tarea de seleccionar y compaginar todo el material recabado, nutrido de la recreación de numerosos acontecimientos, revelaciones y hasta múltiples anécdotas personales. Con esa inapreciable materia prima, el escritor construye la arquitectura de este auténtico documento literario.

Sería redundante abundar respecto a la incidencia que ambos personajes tuvieron y aún tienen en la escena política nacional.

El general (r.) Líber Seregni es una pieza vertebral de la historia de la izquierda nacional. Candidato a la presidencia de la República por el Frente Amplio en las elecciones de 1971, debió soportar cárcel, degradación y la conculcación de sus derechos civiles durante la dictadura.

Hoy, aún alejado de los órganos de conducción de la fuerza política mayoritaria de nuestro país, sigue siendo una figura emblemática.

Mauricio Rosencof, dirigente histórico del Movimiento de Liberación Nacional   Tupamaros en tiempos que esta organización operaba en la clandestinidad, padeció prisión en condiciones infrahumanas durante el período autoritario. Tras la amnistía que le permitió emerger del infierno, actualmente es una de las plumas más descollantes de las letras uruguayas y un referente de nuestra cultura.

A través de los vívidos testimonios de Seregni y Rosencof, el autor asume la reescritura de siete décadas de la historia de nuestro país, con permanentes apelaciones a acontecimientos que –de un modo u otro– conmovieron e impactaron a los uruguayos.

En un contrapunto sin concesiones ni subterfugios en el que la discrepancia no estuvo naturalmente ausente, ambos entrevistados recuperaron múltiples fragmentos de su memoria, tanto individual como compartida.

Pese a que este trabajo no está ajustado a un riguroso orden cronológico, los primeros tramos nos retrotraen a la década del treinta del siglo XX, cuando la Guerra Civil Española, por los lazos históricos y emocionales que sin dudas nos unen a la península ibérica, dividieron virtualmente a la sociedad uruguaya de la época.

Cuando estalló la confrontación fratricida en la Madre Patria, el general Líber Seregni acababa de graduarse como alférez. Mauricio Rosencof tenía apenas tres años de edad, por lo que sus recuerdos de este acontecimiento histórico se nutrieron –particularmente– de su experiencia familiar. Mientras ambos entrevistados rescatan recuerdos de los anaqueles de su memoria, afloran acontecimientos como la dictadura de Gabriel Terra y la inmolación de Baltasar Brum, entre otros hitos no menos relevantes.

Allí emergen las primeras comprobaciones sobre actitudes y conductas humanas que se proyectarían en el tiempo: los aliados del autoritarismo terrista fueron también los simpatizantes del franquismo español y quienes –velada o explícitamente– luego manifestaron su adhesión a la demencial pesadilla racista del nazi-fascismo.

Demoliendo abruptamente las fronteras del tiempo, la animada tertulia minuciosamente registrada por Fernando Butazzoni se sitúa a comienzos de la década del setenta, analizando las complejas relaciones entre el por entonces joven Frente Amplio y la aún operativa guerrilla tupamara.

Sin soslayar aún los temas más escabrosos, Seregni y Rosencof recuerdan el problema de la doble militancia y las diferencias estratégicas. Sin embargo, destacan la voluntad transformadora de ambas organizaciones.

Los protagonistas evocan los conflictos derivados de la fundación de una fuerza que unificaba a la izquierda vernácula con grupos progresistas escindidos de los partidos tradicionales e incluso con sectores cristianos, en un escenario tenso y convulsionado por la confrontación. El frustrado intento de asesinato contra el general Líber Seregni constituye un testimonio de los ominosos propósitos que animaban por entonces a la ultraderecha.

Rosencof y Seregni pasean su memoria por los escenarios de un Uruguay agitado por la violencia, el debate ideológico y el nacimiento de nuevas utopías, evocando la fuga del penal de Punta Carretas bautizada como «El abuso», protagonizada por integrantes del MLN.

Mientras avanza la escritura, miles de imágenes del pasado reciente se pr
oyectan al presente, con un recuerdo muy particular y emotivo para el trágico asesinato del mártir estudiantil Líber Arce en 1968.

Sin abandonar el hilo conductor de la prolongada narración, los entrevistados y el entrevistador establecen parangones entre el Uruguay de la ya lejana década del treinta y el de los agitados y fermentales años sesenta.

El diálogo triangular se nutre de numerosas anécdotas personales, retornando al crucial año 1968, momento en que, a raíz de la escalada represiva promovida por el gobierno de Jorge Pacheco Areco, el general Líber Seregni pasa a retiro voluntario y abandona el Ejército que lo había visto crecer.

Los recuerdos se entrecruzan cuando Mauricio Rosencof exhuma otros momentos dramáticos de la historia, que el escritor recreó magistralmente en su libro «Las cartas que no llegaron». Las alusiones al holocausto judío tiñen la charla de emoción y dolor.

Sin embargo, todos regresan simultáneamente a los años más agitados de nuestra historia contemporánea, recordando los inquietantes rumores de golpe de Estado que crecían incesantemente, por el temor de los militares que el Frente Amplio ganara los comicios de noviembre de 1971.

Ambos corroboran, además, la hipótesis de una invasión de tropas brasileñas a nuestro territorio, ante el posible triunfo electoral de la izquierda. La operación –como tantas otras maniobras encubiertas en el continente americano– habría sido manipulada por la CIA.

La entrevista, sin seguir un itinerario lineal, deriva al efímero Chile socialista de Salvador Allende, los recuerdos de los genocidios nucleares perpetrados por Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki, los pormenores del golpe de Estado de 1973, los duelos que enfrentaron a personalidades de la clase política y la compleja construcción de la unidad de la izquierda uruguaya, entre otros hitos no menos relevantes.

Ambos entrevistados se detienen en sus respectivas experiencias de confinamiento durante la dictadura, que parecían haber soslayado deliberadamente hasta el momento. De sus reflexiones emergen, quizás, algunos de los momentos más conmovedores de este libro.

«Seregni – Rosencof: mano a mano» es una obra sin dudas removedora, porque trasciende a la mera peripecia individual de ambos protagonistas.

Mediante el acopio de profusos testimonios y registros gráficos virtualmente desconocidos, el autor reconstruye fragmentos cruciales de nuestra historia, que aluden al dolor, los ideales, el heroísmo, la lealtad, las emociones y la utopías compartidas.

(Editorial Aguilar)

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