Bolsa. Un corredor se pegó un tiro en medio de la sesión bursátil

La otra cara de la crisis: suicidio de millonarios e inversionistas

El último «gran» suicidio y que sorprendió al mundo sucedió el pasado lunes. Uno de los hombres más ricos de Alemania se tiraba abajo de un tren.

Adolf Merckle era el propietario del mayor consorcio del cemento de Alemania. Según la revista Forbes, Merckle era el quinto hombre más rico de Alemania, con una fortuna personal de US$ 9.200 millones. O sea, tenía tanto dinero como casi un tercio de todo el Producto Interno Bruto de Uruguay.

Merckle se suicidó porque prácticamente estaba fundido… según los cánones que él manejaba. Su esposa dijo que Adolf Merckle, de 74 años, no pudo soportar los problemas financieros en los que cayó su conglomerado. Merckle tenía dos grandes empresas: Ratiopharm, que produce medicinas genéricas, y HeidelbergCement, la mayor cementera de Alemania. Pero ambas estaban casi fundidas porque el hombre había especulado en la Bolsa con acciones de Volkswagen.

Su suicidio es raro ya que su lema era: «Me es ajeno dar algo por vencido». Inclusive su fortuna la había logrado comprando barato en épocas de crisis.

Claro, hace unas semanas, y con la caída de las acciones de automotrices, Merckle había perdido US$ 12 mil millones. Después de esto, estaba acosado por los bancos que le exigían que se desprendiera de sus empresas. Eso parece que no lo toleró y se tiró abajo de un tren.

Pero hay otros casos más dramáticos que han ocurrido en los últimos meses.

Sin dudas el más «espectacular» fue el de Pablo Sergio Silva. Este era un «trader» que trabajaba para un banco de Brasil, en la Bolsa de San Pablo. Era el típico hombre de 36 años, que había logrado ascender dentro de la empresa comprando y vendiendo acciones. Trabajaba en el piso de la Bolsa, o sea donde se hacen las transacciones mediante el voceo de las compras y ventas. Eso que se ve por la televisión o en las fotos de los diarios. Para los operadores «de raza», esto es más emocionante que estar detrás de una computadora comprando y vendiendo acciones.

El 17 de noviembre del año pasado, Pablo Sergio Silva llegó a Bovespa como todos los días, pero a mitad de la jornada y en medio del local, sacó un revolver y se pegó un tiro en el pecho. La Bolsa se estaba hundiendo y él, como en el Titanic, parece que decidió hundirse con el barco.

Pocos días antes, el 30 de octubre, en la India, Amir Ali aparecía colgado de un ventilador que estaba en el techo. Hacía poco había abierto su propia compañía de compra venta de acciones, y al parecer perdió todo el dinero por el hundimiento de la Bolsa de Nueva Delhi.

Otro caso que quedó para la historia fue el de Darren Liddle, un joven trader de Bolsa de Londres.

Con 26 años, era una estrella en el Credit Suisse, pero a pesar de ser un talentoso matemático, abusaba de las drogas y el alcohol, por las presiones que sufría.

El 1º de septiembre, en medio de una caída generalizada de las Bolsas en todo el mundo, se fue a un hotel, se cortó las venas y saltó al vacío.

Más recientemente, Thierry de la Villehuchet, un inversor francés, se suicidó en Nueva York. Este hombre lo perdió todo, lo de él y los de sus clientes, al haber confiado a Bernard Madoff toda su fortuna.

Madoff es famoso en el mundo por haber estafado con un esquema «piramidal» a miles de inversores y haber esfumado US$ 50 mil millones.

El último caso fue el de un hombre vinculado al mercado inmobiliario norteamericano.

El director de una importante casa de subastas de bienes inmobiliarios de Estados Unidos fue hallado muerto cerca de Chicago (Illinois, norte) en lo que parece ser un suicidio con arma de fuego, último caso de este tipo desde el inicio de la crisis económica.

El cuerpo de Steven Good, director de Sheldon Good and Company Auctions International, una empresa con sede en Chicago, fue encontrado en el interior de su vehículo marca Jaguar, aparcado en un bosque cercano a la metrópolis del norte de Estados Unidos, indicó la oficina del comisario del condado de Kane.

Las evidencias indicarían que el individuo se suicidó, aunque no se encontró ningún mensaje escrito en el interior de su vehículo que permita saber si su muerte tiene relación con sus actividades profesionales, dijo la policía.

Steven Good, de 52 años, había desarrollado la empresa creada por su padre, que había vendido más de 40.000 propiedades por valor de 9.500 millones de dólares desde su fundación en 1965. El mismo había realizado ventas por valor de 4.000 millones de dólares, según la empresa.

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