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Montevideo, en el sepelio de Julio César Grauert

Una multitud como nunca antes se había visto en esta pequeña capital sudamericana acompañó hoy hasta el cementerio los restos mortales del diputado Julio César Grauert, fallecido ayer como consecuencia de las heridas de bala recibidas el pasado 26 de los corrientes.

Como se recordará, ese día, el líder de la agrupación batllista Avanzar (sector del Partido Colorado de fuerte tono socialdemócrata que se propone profundizar las reformas introducidas por don José Batlle y Ordóñez) junto a los dirigentes Pablo Minelli y Juan Francisco Guichón, volvían de un acto partidario realizado en la ciudad de Minas, cuando un piquete policial interceptó el paso del automóvil que traía a los políticos hacia Montevideo en las cercanías de Pando. Según el parte policial, los ocupantes del vehículo abrieron fuego contra las fuerzas policiales no bien éstas dieron la voz de alto, lo que las obligó a repeler el ataque. Los dirigentes opositores que viajaban junto a Grauert desmintieron, empero, rotundamente la versión policial, asegurando que fueron las fuerzas del orden las que dispararon sin que mediara provocación alguna; las balas policiales hirieron a Grauert, Minelli y Guichón.

Mientras estos dos últimos se recuperaban satisfactoriamente, los médicos se vieron impotentes para combatir la gangrena que finalmente terminó con la vida de este joven dirigente y que podría haberse evitado si Grauert hubiera sido atendido con la prontitud que el caso requería. La oposición –batllistas, blancos independientes, socialistas y comunistas– han denunciado la campaña que se viene desarrollando desde el periódico terrista El Pueblo, con el eslogan de «amansarse para vivir o rebelarse y morir».

Cerca de diez mil personas se dieron cita en el sepelio, en lo que los analistas no vacilan en calificar como una demostración de repudio al régimen de facto que gobierna el país desde el 31 de marzo pasado. Pero la respuesta del gobierno no se hizo esperar. La policía montada irrumpió sable en mano en medio del cortejo, golpeando con saña e indiscriminadamente a la muchedumbre y apuntando especialmente a las manos de quienes llevaban el féretro.

Los uruguayos han exhibido, una vez más, su vocación democrática y su espíritu indoblegable, demostrando que no están dispuestos a amansarse. *

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